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Un gorila pudo romper, con un barrote, su jaula acristalada

Un joven gorila provocó el pasado jueves, festividad de la Asunción, unos minutos de inquietud entre algunos de los visitantes del Zoo de la Casa de Campo, que se tranquilizaron de nuevo cuando dos empleados consiguieron quitar al animal una vara de hierro con la que podía haber roto las lunas del recinto. La vara de hierro, con la que jugueteaba el gorila peligrosamente, procedía del cubrerradiador de la calefacción de la jaula, de donde había sido arrancada por el animal. Los visitantes pudieron contemplar cómo el gorila mataba su aburrimiento dando golpecitos en los cristales o metiendo la vara, de un metro de largo y un centímetro y medio de grueso, a través del radiador para incordiar a otro gorila enjaulado en la habitación colindante.Esta acción del gorila se suma a «otras jugarretas varias, ya que ha quitado varillas de hierro en varias ocasiones», comentaron los empleados del zoo.

El encargado de estos animales intentó en primer lugar inducir a otro gorila menor, que se encontraba junto al más agresivo, a que le quitara a éste la barra de hierro y se la entregara a él. El empleado hizo caricias, desde detrás de la puerta y a través de la reja, al primate que intentaba convertir en su aliado . Este, muy inteligentemente, se dejó rascar con gusto y, al poco, practicó repetidas intentonas para quitar la peligrosa vara a su compañero. Pero no había forma. El gorila juguetón, más fuerte, permitía con cierta chulería que el otro le llegase a coger el hierro, y entonces tiraba y arrastraba hasta él a su adversario para seguir conservando en su poder la vara. El empleado, vista la imposibilidad por esta vía, sumado al hecho de que el gorila parecía hallarse más nervioso a cada momento que pasaba, fue en busca de ayuda.

Intervención de los empleados

Aunque el gorila no daba muestras de haber caído en la cuenta de que podía hacer añicos los cristales, los visitantes del zoo que presenciaban el incidente dejaron las risas de las gracias de los monos y empezaron ya a preocuparse más en serio. Aquel gorila podía empezar a golpes con las cristaleras en cualquier momento. La rectilínea varilla había sido convertida en una retorcida curva. Algunos padres tomaron a sus hijos y se alejaron prudentemente. Otras personas esperaron la llegada de un segundo empleado, que acompañaba al primero, y que llegó provisto de un largo mango metálico rematado en forma de rastrillo no dentado.El hombre se introdujo en la jaula y achuchó al gorila hasta que le arrinconó y obligó a soltar la varilla metálica. «Aún es joven, pero ya nos daría una buena paliza a seis hombres», comentó.

Una vez que los empleados se fueron, el gorila los dejó de mirar y, con presteza, se puso a tantear otras varillas del cubrerradiador.

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