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Reportaje:El asesinato de los marqueses de Urquijo / y 2

Los autores, según parece, tenían como objetivo matar únicamente al marqués

Pese a la poca fuerza de las hipótesis manejadas hasta el momento como explicación del doble asesinato de Ios marqueses de Urquijo, el pasado día 1, la policía parece estar convencida de que el autor fue a la casa de Somosaguas para acabar con la vida de Manuel de la Sierra y Torres, y que dio muerte también a la esposa, María Lourdes Urquijo y Morenés, por causa de algún azar. Ante la nebulosa de pistas, la vida del marqués consorte cobra un especial interés para los investigadores, y desde este punto de vista se encaminan muchas de las pesquisas y los interrogatorios.Las informaciones aportadas por nuestros corresponsales en Bilbao y Barcelona, Patxo Unzueta y Enric Canals, respectivamente, contribuyen a reconstruir sintéticamente la historia de los Urquijo.

La familia Urquijo, de origen humilde, fue introduciéndose progresivamente en el mundo de las altas finanzas. El primer marqués de Urquijo, Estanislao Urquijo y Landaluce, nació a mitad del siglo XIX, en Murga, aldea del valle de Ayala, en Alava. Reunió una considerable fortuna, con actuaciones en Bolsa en Madrid, y la amplió con inversiones en empresas navieras y ferrocarriles. Posteriormente ingresó en la Banca Rotschild, de Madrid. En la segunda mitad del siglo pasado edificó su palacio de Llodio en un paraje conocido con el nombre de Lamuza.

Benefactor de Llodio

Es considerado y recordado como el benefactor de Llodio por excelencia. Promovió diversos patronatos con fines benéficos (escuelas, hogar de ancianos, patronato de fomento de la ganadería y agricultura, etcétera). Subvencionó diversas obras y gestionó otras ante los poderes provinciales y nacionales. Murió en el año 1887.

Le sucedió su hijo Juan Manuel Urquijo Urrutia, que continúa la tradición benefactora y diversifica las actividades económicas y empresariales. Bajo sus auspicios se construyeron la estación de ferrocarril y las nuevas escuelas de Llodio, y numerosos jóvenes del pueblo con disposición para el estudio obtuvieron becas del marqués (como el que luego sería general republicano, Ibarrola). Compró acciones de importantes industrias siderúrgicas y navieras en el País Vasco. Altos Hornos de Vizcaya y Unión Eléctrica Española fueron puntos clave de sus inversiones. Fundó la Banca Urquijo y Arenzana en 1870, que en 1918 se convertiría en la Banca Urquijo, SA. En este año se otorga al marquesado rango de grandeza de España. Fue senador y diputado por Alava.

El cuarto marqués de Urquijo, padre de la asesinada el pasado día 1, hereda el título tras dilucidarse familiarmente -previa consulta médica- cuál de los dos hermanos gemelos, Luis o Juan María, cabía considerar primogénito. Los médicos dictamina ron que biológicamente era mayo Juan María, que fue el segundo en nacer.

Juan María Urquijo y Landecho no hereda, sin embargo, la disposición de sus antepasados para los negocios, que quedan en manos de su gemelo, Luis, marqués de Bolarque, el cual fue embajador de España en Alemania durante el franquismo y consejero delegado del Banco Urquijo.

En 1944, el impulso financiero impreso lleva a realizar un pacto de estrecha colaboración entre el Banco Urquijo y el Banco Hispanoamericano, conocido por el Pacto de Las Jarillas, nombre de una de las fincas de los Urquijo en las proximidades de Madrid, donde se firmó. En 1963 se le reconoce como uno de los principales bancos españoles.

Fiestas fastuosas

La influencia de los Urquijo en las finanzas y en la vida política ha sido importante. Sus relaciones con la Monarquía son antiguas. Alfonso XIII, padrino de la boda del tercer marqués, siendo madrina doña Victoria Eugenia, solía pasar temporadas en el palacio de Llodio. Las fiestas en este palacio se recuerdan por su fastuosidad, incluida la fantasía de provocar nieve artificial sobre una colina en pleno agosto. También el rey consorte de Holanda, Bernardo, recién casado, llegó a participar en alguna de estas fiestas.

Aparte del cuarto marqués y su hermano gemelo, la familia estuvo compuesta por un total de nueve hermanos, tres de los cuales perdieron la vida en la guerra, las también gemelas Lola Urquijo y la marquesa de Valdueza, Alfonso Urquijo y la marquesa de Grini.

Juan María Urquijo, según lo recuerdan en Llodio, era un personaje llano, siempre fumando un puro, aficionado a la fotografía y al cultivo de las flores (una determinada rosa por él obtenida lleva el nombre de su esposa).

Su esposa, María Teresa Morenés y Carvajal, nacida en Barcelona, no ha sido nunca muy aficionada a pasar grandes temporadas en Llodio, aunque todavía hoy, al igual que el resto de la familia, continúa allí censada, seguramente por razones fiscales (Concierto de Alava).

En los últimos años de la vida del marqués, que falleció en 1969, era raro verles juntos: la marquesa solía vivir en Madrid o Barcelona, y cuando, por algún motivo, iba a Llodio, su marido se solía ir a alguna de las otras casas de la familia, generalmente a Madrid. En una de éstas pasó alguna temporada de su adolescencia don Juan Carlos de Borbón.

María Lourdes, última marquesa de Urquijo y marquesa de Loriana y de Villar del Aguila, hija única del anterior, familiarmente conocida como Marieta, nació el 25 de junio de 1935. Contaba, al morir, 45 años de edad. Quienes la conocieron la señalan como una mujer frágil, espiritual, más bien tímida, muy religiosa, vinculada al Opus Dei, que mostraba un pequeño defecto al andar. Su hija Miriam ha desmentido a este periódico las informaciones difundidas en el sentido de que su madre, desde pequeña, había estado en tratamiento médico por causa de una enfermedad que le producía trastornos en las funciones de psicomotricidad. «Lo único que padecía eran fuertes y frecuentes dolores de cabeza, razón por la que no gustaba demasiado de hablar, y a veces, incluso, le molestaba alguna conversación en su proximidad », precisa.

Manuel de la Sierra y Torres, último marqués consorte de Urquijo, era hijo de Manuel de la Sierra y Bustamante, general de ingenieros aeronáuticos y, durante años, director general de Aeropuertos Militares, del Ministerio de Aire, en posesión de la medalla individual militar y caballero de la Nobleza Catalana. El general, siendo todavía teniente de navío y estando destinado en Barcelona, conoció a Mercedes de Torres y de Canals, miembro de una destacada familia de la nobleza tarraconense, con la cual se casó.

Su único hijo, Manuel de la Sierra y Torres, nació en Barcelona el 21 de diciembre de 1925. Contaba 54 años de edad al morir. Se casó con María Lourdes Urquijo. La boda tuvo lugar en la iglesia de Santa Bárbara, de Madrid, el 12 de diciembre de 1954.

«Las familias de mis padres se conocían, porque mis abuelas tenían fincas próximas en Cataluña», explica Miriam. Cuando la pareja se conoce, Manuel de la Sierra, que había estudiado en Argentina y Estados Unidos, era empleado en la Embajada norteamericana en Madrid, a la vez que encargado del área de Estados Unidos en el Instituto de Cultura Hispánica.

Manuel de la Sierra fue a su boda vestido con el uniforme de la Orden del Santo Sepulcro. Fueron padrinos los condes de Barcelona, y firmaron como testigos el embajador de Estados Unidos en España, Lodge, y el director para España de la FAO, Roy R. Rubotto, y Alfredo Sánchez Bella, entonces director del Instituto de Cultura Hispánica. La invitación a los asistentes tuvo lugar en un palacete del paseo de la Castellana, en Madrid.

Desigualdad económica

La desigualdad económica entre los contrayentes hizo que en los círculos de la nobleza catalana se comentara desfavorablemente la boda, máxime teniendo en cuenta que el padre de la novia tenía intención, según fuentes de la propia nobleza, de casarla con un, destacado miembro de la familia Güell, una de las familias -en la que sobresalen los condes de Güell- más relevantes de Cataluña. Al parecer, fue el firme carácter de la novia lo que decidió a su padre a acceder al matrimonio.

Desde la fecha de la boda, Manuel de la Sierra ha figurado empadronado en Llodio, pese a que, tras la muerte de su suegro, liquidó prácticamente todas sus propiedades en la zona, incluido el palacio. «Creo que queda alguna propiedad, alguna casa en Guipúzcoa», matizó al respecto su hija.

El palacio y el jardín de Llodio, en contra de lo difundido, no fueron donados al pueblo de Llodio por el marqués de Urquijo, sino que se trató de una venta a la Caja de Ahorros Provincial de Alava, institucionalmente ligada a la diputación foral, la cual lo donó, entre otras propiedades, al Ayuntamiento de Llodio, que convirtió el jardín en parque público, si bien en la actualidad se halla abandonado. Otra parte (montes, bosques, etcétera) sigue siendo propiedad de la diputación. Y una tercera parte sirvió, retenida por la. caja de ahorros, para edificación de viviendas.

Los terrenos de la familia Urquijo (incluyendo numerosos caseríos) suponían más de un millar de hectáreas pertenecientes a los municipios de Okendo, Orozko, Llodio y Murga.

El palacio, como el jardín, muestra el mismo deterioro, con abundantes cristales rotos. En una de las dependencias del patio interior está la sede del Centro de Promoción de la Mujer.

Desde la boda, Marieta y su esposo apenas iban a Llodio, y dejaron de ir definitivamente al morir el cuarto marqués de Urquijo, si bien continuaron avecindados allí.

El patrimonio declarado a Hacienda por el marqués de Urquijo en 1977 se cifró en 200 millones.

La personalidad de Manuel de la Sierra y Torres se perfila algo contradictoria entre quienes lo conocieron. Su vida, en cambio, aparece claramente marcada por dos direcciones: las relaciones americanas, primero, y las finanzas, después.

Hombre distinguido, amable, «muy pulido», en expresión fémina de quien lo trató durante años, era para sus más cercanos una persona profundamente religiosa y hogareña, «el más fiel de los esposos», según otra definición próxima a él, cuya única afición ostensible y conocida era la caza. Frecuentaba, entre otros cotos, unos arrendados en Chapinería (Madrid).

Manuel de la Sierra, muy joven aún, con no más de veinticinco años, recién acabados sus estudios y ya cumplido el servicio militar, empezó a colaborar en el Instituto de Cultura Hispánica. Fue el primero en organizar los cursos para americanos, trabajando al lado de Manuel Fraga Iribarne, director entonces de estos cursos, allá por los finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. En este cometido nunca figuró como funcionario, aunque llegó a responsabilizarse del departamento de Estados Unidos del Instituto. En éstos cursos trabajaron también entonces el padre Sobrino, jesuita, y Ramón Vela, actual director de FulIbrigth, centro para el intercambio de relaciones culturales entre estudiantes americanos y españoles. Todo lo que se recuerda de él, en el hoy llamado Instituto de Cooperación Iberoamericana, es que era muy correcto y que impulsó aquellos cursos. Uno de sus antiguos compañeros, el señor González Robles, director del departamento de exposiciones, estuvo con el señor De la Sierra unos días antes de su muerte. «Nada en él podía hacer pensar que tuviera alguna grave preocupación», manifestó.

Aparentemente alejado de la actividad política, se detectó, sin embargo, su presencia en la cena del 19 de marzo de 1977, en casa del posteriormente diputado José Luis Ruiz Navarro, en la cual se acordó potenciar a Adolfo Suárez en detrimento del conde de Motrico, José María de Areilza.

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