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América Latina tiene un fuerte potencial de crecimiento, según el secretario de la CEPAL

«Los rasgos más salientes de la actual coyuntura de nuestra región están centrados en el contraste entre un vigoroso potencial de crecimiento, por un lado, y el creciente endeudamiento externo, de otro, unido a la persistencia de las grandes contradicciones sociales», afirmó Enrique Iglesias secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en entrevista concedida a EL PAIS, con motivo de su participación en los trabajos anuales del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (Ecosoc).

Según Iglesias, esta «vitalidad» quedó demostrada en los índices de crecimiento del año 1979, que alcanzaron un 6,5%, frente al 4,7% del año precedente. Las cifras de la CEPAL indican que las exportaciones el año pasado crecieron en un 30%, mientras que las importaciones lo hicieron en un 24%. Estas cifras favorables, anota Iglesias, contrastan con una profunda ambivalencia externa, a partir de que, como resultado de la evolución de los servicios y el pago de beneficios e intereses, el déficit de la balanza de pagos de la región superó a los 20.000 millones de dólares, «si bien ello fue compensado con ingresos de capital cercanos a los 24.000 millones de dólares; la deuda externa de la región -hace hincapié el secretario ejecutivo de la CEPAL- volvió a registrar un sensible aumento en el año 1979».Iglesias insiste: «A esta ambivalencia entre crecimiento económico y situación externa de la región se volvió a sumar la conocida situación social, que sigue arrojando cifras muy significativas de mala distribución del ingreso y de pobreza».

«¿Cómo encarar estos ajustes estructurales que nos reclaman tanto los objetivos sociales del desarrollo como la creciente transformación de la economía internacional? », se pregunta.

Y responde: «Hay dos tentaciones posibles para encarar esta empresa: una sería caer en la tentación escapista de pensar que todos los problemas han de solucionarse por vía de la acomodación de las relaciones económicas internacionales. Sería irreal esperarlo. Otra, de tipo aislacionista, pretendiendo que todos los problemas deberían solucionarse sobre la base de ajustes puramente internos. Los costos políticos y sociales serían insoportables». «Lo que se necesita», concluye al respecto, «es un ajuste internacional y, al mismo tiempo, ajustes nacionales que se complementen recíprocamente.

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