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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mujeres en Copenhague

LA CONFERENCIA Mundial sobre la Mujer, organizada por las Naciones Unidas y clausurada recientemente en Copenhague, ha confirmado una polémica que ya es tradicional en los movimientos de mujeres: la eterna disputa sobre si puede considerarse la lucha por la liberación femenina sobre la base de una realidad social y económica establecida o si, por el contrario, es absolutamente indispensable transformar primero esas condiciones de vida y, a partir de ahí, comenzar la trayectoria concreta por mejorar el tratamiento dado a las mujeres en relación a su sexo. Esta dicotomía, si bien sigue manteniendo el movimiento feminista interniacional en una encrucijada de difícil salida, ha servido, al menos, como constatación de un hecho saludable: ya nadie se atreve a afirmar sin cierto rubor que la transformación del capitalismo en socialismo no conlleva la liberación de la mujer, por la evidencia demostrada en la realidad de los países del Este.El balance de la conferencia no ofrece, sin embargo, un balance muy halagüeño. Durante diecisiete días, las 1.010 mujeres y los 307 hombres que han integrado las 145 delegaciones oficiales enviadas en representación de los países miembros de la ONU han debatido la «cuestión palestina», bajo la arenga de la en otro tiempo secuestradora de aviones Laila Jhaled; las magnificencias del Islam y el imán Jomeini; el golpe militar de Bolivia; el posible secuestro de la señora Sadat; el enfrentamiento soviético- norteamericano; la invasión de la Camboya de Pnom Penh, y el apartheid de África del Sur. Todo ello amenizado, como es lógico, por los desplarites y abandonos de una parte de los países cuando eran atacados por los contrarios y de una estrecha vigilancia de los respectivos Gobiernos sobre las mujeres enviadas a Copenhague.

Al final, muchas de estas delegaciones han considerado que todo ha quedado reducido a una pérdida de tiempo y dinero, los países occidentales han mostrado su decepción por la excesiva politización de la conferencia y los sectores económicamente más oprimidos y, en consecuencia, más radicalizados han sentenciado que no existe lucha por la liberación de la mujer si antes no se libera el conjunto del país del imperialismo internacional. Para redondear el panorama, la delegación de la Santa Sede también ha expresado su contrariedad y ha lamentado, en un comunicado final, la ausencia de debates sobre «la familia y el lugar que la mujer debe jugar en la célula familiar».

En ocasiones, las contradicciones han rozado situaciones grotescas. Es obvio que no puede hablarse de la necesidad de alfabetizar a la mujer boliviana y olvidar, por ejemplo, que por encima de ello está la libertad democrática de este país. Pero tampoco resulta lógico que deba ser una conferencia dedicada exclusivamente a tratar la situación de la mujer el escenario adecuado para plantear solamente cuestiones de política internacional y tratar apenas de pasada el objetivo concreto de la conferencia, El sistema mundial de funcionamiento político cuenta ya con suficientes resortes para ello y no debe invalidarse, en interés propio, el ya de por sí escaso interés que los Gobiernos de todo el mundo prestan a los problemas de la mujer.

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Posiblemente, para evitar la mala conciencia de regresar a sus respectivos países con la convicción de haber perdido el tiempo en cuanto a los temas femeninos inicialmente programados, las delegaciones votaron apresuradamente un programa de acción común para los proximos cinco anos, destinado a eliminar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres, programa sobre cuyo cumplimiento habría que mostrar también cierto escepticismo. Recientemente, por ejemplo, la Comisión Europea denunció que seis de los países miembros de la Comunidad Económica Europea -países a la cabeza en civilización y desarrollo económico- no habían cumplido lo pactado en el acuerdo comunitario para revisar sus legislaciones en aquello que tenían de discriminatorio para la mujer.

El desarrollo de esta conferencia no ofrece, por tanto, síntomas inequívocos que posibiliten la ruptura del aparente callejón sin salida en que se halla el movimiento feminista a escala mundial, y que, por interesadas manipulaciones, transforman estos encuentros en imágenes distorsionadas que rozan los límites de lo grotesco.

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