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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Ejército democracia y UMD / y 2

Dicho lo que a mi juicio fue la UMD, en la primera parte de este artículo (véase EL PAÍS del 1-8-1980), pasaré a rebatir los argumentos más esgrimidos por quienes opinan que sus miembros no deben volver al Ejército.Naturalmente ignoraré las manifestaciones de quienes a favor, o en contra, no aducen más argumentos que su pasión o su odio, o no tienen otra motivación que la defensa de sus intereses o privilegios. Para ellos, cualquier razón es baladí. Sólo saben hablar de fusilamientos y de cortar cabezas, por lo que no merecen otro trato que el que se da a los seres irracionales o a los terroristas, que viene a ser lo mismo.

Entre los argumentos más empleados está el del respeto a la legalidad entonces vigente, que fue la que se les aplicó a los úmedos. Pero se olvida el asunto previo de dilucidar si los hechos recogidos en las actuaciones estuvieron bien encuadrados en el tipo de la conspiración para la rebelión, que sigue siendo «legalidad vigente». Yo he excogitado lo contrario, creo que con bastante fundamento. Los interesados también niegan el delito, que no los hechos.

Pero es que, además, se olvida el problema de la «legitimidad». Como dije ante el consejo de guerra de Herreros, para que una conducta sea delito es necesario, entre otras cosas, que de su comparación con el conjunto del ordenamiento, resulte antijurídica. No queda, por tanto, más remedio que analizar los hechos desde el punto de vista de todo el ordenamiento. Y a este fin, es preciso no olvidar que la ideología política dominante es la que impone los principios o fundamentos de los que ha de partir el ordenamiento jurídico, cuyo desarrollo posterior, subordinado siempre a los mismos, se efectúa casi exclusivamente por medio de la ley, en su sentido amplio.

Pues bien, la democracia, ideología imperante en la sociedad española cuando se condenó a los de la UMD, parte del principio inviolable de que la soberanía radica en el pueblo, del, que la ley es la expresión de su voluntad. (Preámbulo y artículo 1º de la Constitución).

Para que este principio sea real y la ley sea expresión de la voluntad de todos, es necesario que todos, sin discriminaciones o desigualdades, podamos participar en su formación, bien directamente, bien a través de unos representantes periódicamente elegidos en proporción a los votos de todos. Mas esta participación, amparada por el artículo 23 de la Constitución, sería sólo formal si no fuese acompañada de otro derecho democrático primordial: la libertad de expresión, en su sentido más lato. Sólo e máximo de esta libertad nos permitirá conocer las alternativas que de verdad, podemos dar a nuestro voto, convirtiéndolo así en auténtica expresión de nuestra voluntad, y no en instrumento de otros. Y también nos permitirá saber y controlar el uso o abuso que en cada momento se hace del que hemos otorgado.

Quienes no comprendan cuanto acabo de decir serán incapaces de distinguir la enorme diferencia existente entre las leves y el ordenamiento de Amin Dada o Macías, pongo por caso, y las leyes y ordenamientos de Alemania o Suecia.

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Y lo que es peor, admitir y tolerar que unas leyes no amparadas ni legitimadas por principios democráticos sigan produciendo efectos en una nación regida por una Constitución que, si lo está, equivale a identificar legitimación con positivismo y a reconocer que, llegado el caso, se aceptarían y tolerarían, como igualmente legítimas, las leyes nacidas e impuestas por la mera fuerza o poder de unos pocos.

Unión no significa uniformidad

Otra de las argumentaciones esgrimidas en contra de la readmisión es que se provocaría la desunión en el Ejército. Pero como han dicho los mandos, unión no significa absoluta uniformidad.

Lo importante es que todos coincidamos en los principios, finalidades y métodos esenciales de la institución y en su sometimiento a quienes reciben el poder del pueblo. La discrepancia, respetuosa, en lo accesorio, carece de trascendencia.

Por otra parte, decir que los reconocidos criterios democráticos de los úmedos darían lugar a antagonismos en las FAS implica decir que dichos criterios son extraños a las mismas, y eso no es verdad, pues entre los militares hay demócratas, hay indiferentes y hay totalitarios.

No son precisamente los militares con criterios o talantes democráticos quienes provocan antagonismos con sus compañeros. Tal vez choquen alguna vez con sus superiores, en su afán de lograr más libertad y más respeto para todos. Pero no conozco ningún caso en que un militar demócrata haya insultado públicamente a sus superiores o gobernantes. En cambio, la Prensa sí ha dado noticia de hechos de este tipo procedentes de sectores militares no democráticos.

La unión, en lo político, no existe en las FAS, como tampoco existe en la sociedad de la que forma parte, entren o no los de la UMD. Y si se producen conductas exacerbadas, lo que hay que hacer es corregirlas, si la propia educación no las refrena. ¡Pero no pongamos disculpas tontas!

Queda, por último, intentar rebatir la tesis de que con la vuelta de los separados del servicio se atentaría contra la disciplina, pilar básico del Ejército.

Nadie niega que la disciplina es esencial, las diferencias empiezan con la extensión que se le quiera dar al concepto, que desde luego no es inmutable ni ilimitado. Respecto a esto último, el ejercicio de las facultades de mando -y, por tanto, la disciplina- siempre han tenido un límite: la necesaria referencia a los actos del servicio.

Así, en las tomas de posesión del mando se dice: «... obedecerle y respetarle en cuanto mandare concerniente al servicio». Las ordenanzas, el código y el régimen interior expresan siempre con claridad dicho límite.

El concepto «acto de servicio» no es inmutable y, consecuente mente, tampoco lo es el de disciplina. Como cualquier otro concepto social, va perfeccionándose continuamente, alcanzando mayores cotas de precisión y justicia. Ningún militar español de hoy consideraría actos del servicio muchos de los efectuados por los antiguos asistentes. Y el trato con los subordinados de hoy día es bastante diferente del de hace varios lustros. Si estas miradas atrás nos permiten apreciar la evolución producida, la mirada al presente nos permitirá comprobar que el «tipo» de disciplina de los ejércitos está íntimamente relacionado con el grado de desarrollo que las libertades y derechos reciben en el país al que pertenecen.

En este sentido, resulta extraño que las continuas referencias al Ejército alemán de antaño hayan sido sustituidas por un total mutismo sobre dicho Ejército en la actualidad, cuando los años transcurridos y el cambio del nazismo por la democracia, lo han convertido, junto a otros ejércitos europeos de la OTAN, en paradigma de lo que deben ser hoy día unas FAS. La creación, en su seno, de organismos e instituciones de defensa y control de los derechos de todos -comité disciplinario, sindicatos, sometimiento pleno a la jurisdicción ordinaria, etcétera-, no sólo no han creado problemas de disciplina, sino que han permitido resolverlos mejor. La democratización de las FAS -ciudadanos de uniforme- ha permitido neutralizar la antigua influencia nazi y garantizar así un Ejército al servicio de la democracia, manteniendo su eficacia.

Que los militares de la UMD estuviesen dispuestos a desobedecer a sus superiores, si éstos intentaban ejercer las facultades de mando, confundiendo «servicio» con «política partidista», no sólo no es un ataque a la disciplina, sino que constituye un acto digno de loa y ejemplo. Dejemos para países de pandereta el confundir disciplina con imposición personal y aprendamos de nuestros vecinos europeos, con los cuales nos queremos integrar.

La "operación Galaxia"

Expuestas mis réplicas a quienes opinan que los de la UMD no deben volver, paso a tocar, brevemente, el tema de la comparación entre su caso y el de los de la Galaxia.

A todos se les condenó como autores del delito de conspiración para la rebelión del artículo 291 del Código Militar. La pena establecida en el mismo tiene unos márgenes exorbitantes, como es frecuente en él. Va de seis meses y un día a doce años. Todo queda en mano del tribunal, no de la ley. Ni a unos ni a otros se les aplicó circunstancia modificativa alguna. Las, penas impuestas estaban dentro del amplio margen legal citado. Y aquí se acaban las coincidencias.

Pasemos a las diferencias.

En la Galaxia, la sentencia declaró probado el intento de emplear unas fuerzas armadas concretas, en un lugar y día determinados y con un plan de actuación específico y usando la violencia; en el caso de la UMD sólo se precisaron las reuniones o asambleas, las captaciones y los documentos en los que había intervenido cada uno.

Los de la Galaxia llevaron el asunto con el máximo secreto, sin difundir documento alguno sobre su existencia o intenciones y el termino señalado para su intervención estaba muy próximo a su nacimiento; la UMD difundió al máximo su existencia e intenciones, efectuó asambleas, reuniones y captaciones durante más de dos años y no fijó día para su intervención, disolviéndose pacíficamente.

Diferencias de trato

Los de la UMD no pudieron ser defendidos por abogados, a pesar de intentarlo; los de la Galaxia, sí. Los de la UMD sufrieron parte de la prisión preventiva en distintos puntos de la periferia nacional; los de la Galaxia permanecieron, juntos, en la prisión militar de la Primera Región Militar. Los de la UMD sufrieron limitaciones en las visitas, incluso en Navidad; los de la Galaxia disfrutaron de prisión atenuada en sus domicilios. Los de la UMD fueron condenados a penas que iban de los dos años y seis meses a los ocho años; los de la Galaxia lo fueron a penas de siete meses y seis meses y un día. Los de la UMD fueron dados de baja en el servicio; los de la Galaxia, no. A los de la UMD se intenta no dejarles entrar; a los de la Galaxia nadie quiere echarlos.

La comparación entre uno y otro caso queda hecha: que cada cual saque sus conclusiones.

Para salir al paso de que alguien alegue que, respecto a la intervención de letrados en la Galaxia, se aplicaron preceptos constitucionales, diré que, en ese caso, me extraña que no se apliquen con igual diligencia otros muchos.

No quiero terminar sin expresar mi perplejidad ante el hecho de que haya causado más revuelo la amnistía de unos compañeros que la otorgada a verdaderos criminales y terroristas. Parece inconcebible se intente tamaña degradación de quienes durante tantos años fueron compañeros y amigos, y compartieron y comparten nuestras tristezas, aspiraciones y alegrías. Porque los conozco, puedo asegurarte, compañero, que ninguno de ellos sería capaz de causar el menor daño a nadie. Olvida, pues, tu odio, si es que lo tienes. ¿O es que hay algo más que odio?

Lector, puedes estar seguro que la democracia no quedará asegurada si los militares no quieren. Y la mejor forma de que quieran es que asuman racionalmente sus principios. Hay que facilitarles la labor, tanto con la información y formación, como con la observancia práctica de dichos principios en su propia profesión.

Hoy, democracia, no es sólo voto, sino, principalmente, libertad y respeto a los derechos de todos, con interdicción absoluta del abuso. Y en este sentido, las FAS de los países más avanzados nos han demostrado que la democratización del Ejército es en gran medida posible y beneficiosa. Por eso, quienes se oponen a ello, parece no quieren ver definitivamente establecido el sistema en España.

Alejandro Lastres es abogado y comandante de Ingenieros.

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