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Tan sólo una tiza y una pizarra

Durante la cena-homenaje del pasado jueves se leyó una carta, de la que reproducimos los párrafos más significativos, que el profesor Miguel Sánchez Mazas, uno de los homenajeados que no pudieron estar presentes en el acto, dirigió a los asistentes a través de su amigo Carlos París. Miguel Sánchez Mazas, profesor en la Universidad de Neuchatel (Suiza), imparte en estos días un curso intensivo de lógica en dicho centro.«Sí, desde que me ví liberado por la amnistía que siguió a la muerte de Franco de mi condena en rebeldía a doce años de cárcel y del forzado exilio consiguiente, me estoy esforzando por incorporarme plenamente a la investigación y a la docencia en España; no lo hago desde luego porque me halague lo más mínimo el panorama caótico y desolador de nuestra patria, donde algunos núcleos reducidos y heroicos de hombres de elevada conciencia moral y social lucháis contra corriente, mientras que el abandono y desmoralización crecientes en que se encuentra nuestra juventud están preparando un triste porvenir de subdesarrollo. engrosando diariamente las mesnadas que se preparan para nuevas intentonas totalitarias.

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Y todos los que me conocéis sabéis también que mucho menos lo hago por afán de honores o de lucro económico, ni por una ambición política que nunca he sentido. En ese mismo caso están -estoy absolutamente seguro- los otros cuatro profesores propuestos para el nombramiento directo de catedráticos por distintas universidades de España y tan brutalmente vetados por los que, incluso a oscuras, saben distinguir el trigo de la cizaña.

Exiliados del exterior o exiliados del interior algunos, implacablemente perseguidos y postergados decen ¡o tras decenio, como Manolo Sacristán o Carlos Castilla del Pino; otros, mal vistos sin duda de los santos varones que aún tienen la sartén por el mango, debido ciertamente a la gran labor científica -y a veces también política- que han realizado en el extranjero, como Pepín Vidal y Manuel Castells, todos, en suma, lo mucho que pedimos es una tiza, blanca o de color, y el modo de poder utilizar dignamente esa tiza para desarrollar nuestras-respectivas materias con los jóvenes y entre los jóvenes, y ocupando, tras tan un modesto puesto de lucha en la dura, minoritaria y apasionante batalla que, mientras otros ríen, se divierten y van a lo suyo, algunos estáis librando contra el creciente subdesarrollo mental y moral de nuestro país.

Investigación y enseñanza son hoy las mayores cenicientas en la atención económica, política y social del actual momento español, aunque tampoco olvidamos que hay otras, como la sanidad, las actividades culturales en los barrios y en los pueblos, las bibliotecas, la atención a los parados y a los emigrantes, a los viejos y a los pensionistas; en fin, todo aquello que tiene verdaderamente una importancia social. Pero, entre tantos males, ninguno como el que aflige a la educación, en su sentido más total, por abandono o por sectarismo, puede hacernos temer tanto la perpetuación de todos ellos.

Desgraciadamente, ni siquiera nuestros partidos y movimientos de izquierda, en su lanzada triunfalista y en sus querellas intestinas, ven con suficiente claridad la tragedia que se está incubando en el terreno educativo y aborda ese problema con la extrema energía que éste exige.Si la libertad de expresión es vital para la consolidación de la democracia -y eso lo sabemos todos nosotros y sobre todo quienes, luchan y sufren diariamente por- ella, desde Juan Luis Cebrián y Miguel Angel Aguilar hasta Paco García Salve-, el que logremos terminar de modo tajante con los privilegios, los sectarismos y los abandonos en la esfera de la educación y de la ciencia es vital para que exista simplemente España.

Por eso, queridos amigos, acepté inmediatamente entusiasmado cuando la Universidad del País Vasco me propuso para ocupar una cátedra de Lógica de las Normas. Parte de mi sangre es, como sabéis, vasca, pero esa razón, aun siendo para mí importante, no ha sido la razón determinante de mi aceptación. Tengo también sangre extremeña e italiana. La razón es que, una universidad española, sea vasca, catalana o andaluza, me ofrece un puesto de trabajo digno, una pizarra y una tiza para contribuir, entre magníficos compañeros, a esa lucha permanente contra el subdesarrollo mental y moral de España de que acabo de hablar. Y entonces yo contesto a esa universidad: «Quiero coger esa tiza que me dais y escribir para vosotros en esa pizarra».

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