Crisis energética y energía solar
Las noticias sobre la crisis energética son últimamente tan frecuentes y alarmantes en los medios de información que ya leemos con cierta indiferencia notas como esta:«Los acuerdos de incremento del precio de referencia del petróleo, tomados por la OPEP en Argel, significarán una nueva subida de los precios de los productos en España, pero no de forma inmediata» (según el mismo artículo, quizá este verano), y para tranquilizamos se nos dice que «la repercusión en dólares será algo inferior a los 22.000 millones de pesetas, que ha indicado el comisario de la Energía».
De todas maneras, de 1973 a 1979 el salto de los precios ha sido aproximadamente de un 1.600%, lo cual no está mal, y la mayoría de los expertos coinciden en que estas últimas decisiones son un paso significativo en el camino hacia el sistema de precios con revisión trimestral.
La situación parece dramáticamente clara y no pretendo ser alarmista ni realmente original; sí uno estos comentarios a tantos otros demandando urgentemente una política drástica de reducción energética, pública y privada.
Pero ¿puede realizarse esta política sin ciertas modificaciones conceptuales o estructurales?
Como acciones inmediatas me parecen muy válidas las campañas como la que está haciendo el Centro de Estudios de la Energía, promoviendo la conservación y el ahorro de las energías convencionales, ya que efectivamente una de las mineras de reducir a corto plazo la demanda es contribuir a la conservación y ahorro energético.
Pero esto no es suficiente. La crisis energética no parece, a mi juicio, meramente coyuntural, ya que el actual esquema económico al que pertenece está íntimamente ligado a un modelo de desarrollo basado en una energía barata.
Modelo que, desde mi punto de vista, hay que reconsiderar seriamente, ya que en el campo energético nada me parece que volverá a ser como antes.
Luego, si admitimos como necesaria una cierta transformación del modelo, podemos y debemos entonces entrar de lleno en el análisis de las posibles energías no convencionales, y entre ellas ninguna más eficaz a corto plazo para nuestro país que la energía solar. Energía a la que incomprensiblemente en España no se le ha prestado atención casi hasta este momento, e incluso ahora tímidamente y con recelos.
La energía solar no es nada nuevo. Realmente es una posibilidad casi histórica.
La energía solar está a nuestro alcance desde que el mundo es mundo. Aunque desde las experiencias de Arquímedes, Muffont, Lavoisier, hasta nuestros días, su nivel de utilización haya sido distinto.
Pero, además la energía solar como opción energética, dentro de sus limitaciones, se ha desarrollado de tal manera en los últimos años que hoy no es una experiencia, sino un resultado absolutamente mensurable.
En Israel existen más de 200.000 instalaciones de calor solar funcionando eficazmente. En Japón, más de dos millones, y en California, donde para las nuevas viviendas es ya un sistema obligatorio, a fin del año 1980, según datos de la Agencia Americana para el Desarrollo de la Energía, habrá unas 170.000 «casas solares».
Según la misma agencia americana, al final de esta década la energía solar representará aproximadamente el 15 % del consumo total de energía en EE UU.
Luego, con estos datos y nuestra privilegiada situación solar, debemos preguntarnos: ¿Cuál es la situación de la energía solar en España?
En España, como dice Amando de Miguel, siempre llegamos tarde, pero precipitadamente.
Lo de tarde, en este caso, ya casi no tiene arreglo, pero lo de precipitadamente puede corregirse, y de hecho se está corrigiendo.
La capacidad de la oferta española, en baja temperatura para agua caliente y_calefacción, empieza a ser ya importante, y en la mayoría de los casos es una oferta seria, estudiada y eficaz en cuanto a rendimientos.
En el año 1978, según datos del Centro de Estudios de la Energía, se llegaron a instalar en España unos 2.000 colectores a baja temperatura. En 1979 se consiguió un incremento de un 20% aproximadamente, y en 1980 parece, por las estimaciones del primer semestre, que fácilmente se podrá duplicar la cifra del año pasado, en gran parte, contando con las subvenciones e incentivos financieros planteados por la Administración.
Se puede, decir, por tanto, que la energía solar está ya en España al alcance de todos y que, sin ser la solución de la crisis, es, sin embargo, el más inmediato sistema de ahorro energético y puede suponer en los próximos cinco años del orden del 2 % al 3 % del consumo nacional de energía.
Realmente, la energía solar, en sus distintas formas, representa el único recurso energético inagotable (y además no contaminante), con el que se puede contribuir hoy, en cierta medida, a paliar la crisis energética, por lo que, aunque no descubro nada, sí planteo con estos comentarios que ha llegado la hora de la energía solar en España; conviene recordarlo.
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