El soviet
Cuando yo me metí en este periódico, no sabia dónde me metia. En un soviet. Se dice ya por todos los mentideros sepia de Madrid, pasaje de San Ginés y escalinatas de San Felipe. O sea, que somos un soviet, aquí, en Miguel Yuste, 40. Todo, porque los redactores han redactado y conseguido que les aprueben un Estatuto, que tiene algo del de Le Monde, en Francia, o sea, que es muy europeo/ liberal, y aquí hay quien lo considera soviéticoldictatorial. Somos un soviet y una zafra de Fidel. Pepe, el motorista, viene ahora en trineo a buscarme la columna, trineo tirado por cuatro perros de la prensa asilvestrada. Yo me toco con un goffo ruso, que me ha prestado Otero Besteiro, para escribir, o sea, para que la cosa me salga.más escuela/Pereldekino, que es el barrio residencial de escritores de Moscú.Aquí, en Espaiía, los radical/Iiberales de todo tiempo, si dan dos pasos atrás, anteponiendo justicia a libertad, la derecha en seguida les inscribe de mencheviques. Pero si dan un paso adelante, anteponiendo libertad y veracidad a todo, también se les llama soviéticos. Aquí, en España, las fuerzas progresistas (e inermes), en cuanto salen de casa por la mafiana, ya están faltando a alguien. O sea que me he pasado por el soviet, la cúriosidad mayormente, y así se lo he dicho al taxista:
-A la cheka de Miguel Yuste, cuarenta.
Lo cual que me he encontrado a toda la redacción bailando danzas cosacas, cantando los remeros del Volga, bebiendo vodka a la naranja on the rocks, y al señorito, o sea Cebrián, vestido de Marx/Engels, iuí como Martín Prieto, muy pues.to de Lenin/Trotski. En el solar de al lado, que ya es del soviet PRISA, me cuentan que se va a plantar cafia de azúcar y que se espera una gran zafra/81, en la que todos cortaremos caiía,. los currantes con sombrero de paja para el sol, y los accionistas, con sombrilla. Rosa Montero duda si comprarse en Cornejo una barba/Márx o una barba/Fidel. Acabará compránse uno de sus maravillosos premamá de flores.
La primera prueba de la rigidez estaliniano/fidelista del sovietperiódico la encuentro en números muy recientes, cuando Costa le hace a Ramoncín (estuvimos toda la basca en el Martin, pidiendo «marcha madrileña»), una crítica inteligente y reticente, mientras Ullán, al otro día, le hace una crítica favorable/ amigable. O sea que cada uno va por su sitio, como siempre. Acaban de preguntármelo en una entrevista, en Barcelona:
-¿Usted lee los editoriales de su periódico para seguir la línea en su columna?
-Los leo más bien para disentir de la línea. A mí me pagan por disentir.
¿Soy yo la oposición pagada por la oposición? Qué va. Soy un columnista por libre, con gorro ruso prestado, que viaja en el acorazado Potemkin de Miguel Yuste, acorazado al que tocan de vez en cuando, en la línea de flotación, los paquetes/bomba y los editoriales de la competencia. He visto en desgarrones de montaje, invitado por Juan Diego, una película/biografía de Dolores Ibárruri, que están filmando unos chicos. Salen Lenin y Trotski, en viejas filmaciones, y la verdad es que se, tiran un aire con Cebrián y Mártín Prieto.
Yo, que nunca he querido entrar en un soviet, ni cuando me lo propone irónicamente Carmen Garrigues, ni cuando me lo propcínia una especie de Cierva ruso, que vino a vernos a Auge¡ María de Lera y a mí, orgulloso de censurar a García Márquez, «en bien y en nombre del puebio», ahorá resulta que trabajo a diario para el soviet con cebollones ideológico/bizantinos, que hay en la estepa que media entre Arturo Soria y Guadalajara. Ya se lo pregunto con toda naturalidad al ascensorista del periódico: «¿En qué planta es el Gulag?».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.