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TRIBUNALES

Cuatro prostitutas francesas llevan a sus proxenetas ante el juez

Cuatro prostitutas frente a nueve proxenetas (otros tres se encuentran huídos): el proceso abierto el martes en Grenoble, en el sureste francés, constituye un hecho sin precedentes en la historia de la justicia francesa.

Por primera vez, las pupilas, desafiando la ley del silencio, se atreven a llevar ante la justicia a sus protectores, que corren el riesgo de ser condenados a penas de dos a diez años, de prisión por «proxenetismo agravado».Nueve detenidos, de los cuales una mujer, dueña de un hotel, comparecen en este proceso con valor de símbolo, seguido por cuarenta periodistas y numeroso público que debe pasar ante importantes fuerzas de seguridad. Varios de los acusados son originarios del sur de Italia, entre ellos los tres procesados en rebeldía: Aldo y Giuseppe Picaretta y Giovanni Verontini.

Las cuatro demandantes -Nadine, Fabienne, Chantal y Bernardette- son apoyadas por tres asociaciones humanitarias que se han constituido también en parte civil.

Nadine, la principal instigadora de la iniciativa de las prostitutas, se encuentra protegida permanentemente por la policía. Acusa a sus sucesivos chulos de haberle obligado a trabajar durante cuatro años en una habitación situada en la planta superior de una pizzería de Grenoble, dejándole sólo cincuenta francos por día, de los 4.000 que ella les proporcionaba. Nadine habría sido llevada también por la fuerza a ciertas obras de construcción, donde debía sufrir varias decenas de pases sin interrupción so pena de ser castigada con quemaduras de cigarro en los pechos, latigazos con cinturón o cortes de navaja en las piernas.

La revuelta de las prostitutas de Grenoble comienza en 1978, a partir de la muerte de una de ellas, Nadia, de veintidós años, completamente agotada por las exigencias de los proxenetas. La investigación sobre la muerte de esta prostituta, que captaba a sus clientes en una carretera comarcal, cerca de Grenoble, fue confiada a la gendarmería. Según varios diarios franceses, los gendarmes han llevado a cabo la investigación con más celo del que habría puesto la policía.

Los expedientes fueron confiados a continuación a un mismo juez de instrucción, Paul Weisbich, de 35 años, padre de cinco niños, quien a pesar de las amenazas que se profirieron contra él, supo atraerse la confianza de las prostitutas, que acabaron por presentar querella contra sus protectores.

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