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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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García Salve

Lo siento, en fin, Paco, ya sabes, hombre, que recuerdo cuando te retiraste a la chabola y nos contabas:-En el convento, por cuaresma, se comían buenísimos mariscos. Por eso me salí de jesuita.

La chabola, Paco, si te recuerdas, que, no era el Churriguera de Loyola, pero era el churrigueresco de la miseria. Luis Otero iba a verte, emocionado -tiempos del tardofranquismo-, y me contaba y se ponía a llorar, que es que Luis llora mucho, qué ejemplo, qué par, tío, qué valor, nos veíamos muy temprano, Paco, tú ya sabes, venias siempre con la camisa de cuadros abierta, como de manga corta, entre segador de luces y cura de paisano y dril obrero. Hasta te hice alguna entrevista en el Hermano Lobo, que nos parecía entonces que la democracia iba -venía- a toda galleta, y claro que venía, pero pasó de largo, el tren, el tren, el tren en que llegaste desde la cárcel de Burgos, que me lo dijo Marcelino, o sea en su casa, una mañana:

-Que hoy llega Paco el Cura, hay que ir a recibirle.

Lo cual que hubo mogollón a la llegada los que pegaban, pegaron duro contra la movida obrera, y doña María Victoria Fernández-España, que casualmente pasaba por allí, en un cruce de trenes, escribiendo artículos en los Grandes Expresos Europeos y azules, como Paul Morand, hizo un largo artículo sobre/contra ti y lo que habla visto en la estación, un cura rojo y tanto puño en alto, a dónde vamos a parar. Ella, de momento, fue a parar a púber canéfora de la democracia transicionada, y tú te pusiste a sacar libros, escribir cosas, que te prologué una novela o algo así, Paco, y te decía yo, déjate de realismo socialista, oye, que eso ya está pasado, bueno, me decías tú, es que hay que hablarles claro a los obreros, pues escribe un discurso, coño, te decía yo, o sea el esteticismo, ya sabes, Paco, que uno va de eso, y luego lo de la boda, que se casa el cura Paco y se casa por la Iglesia, allí toda la basca, en la Vaguada, y la tarasca que se puso el cura, no había manera, dos curas discutiendo, el contrayente y el casamentero, y una novia por medio, pequeña y joven, esperando, y los cuatreros de la Prensa, los curiosos, las vecindonas, algo de rojerío, Julián Ariza y el abrazo que nos dimos, qué pasada. Luego el banquete por Totuán de las Victorias, qué cirio de puños y de bases, se siente, se siente, algo estaba presente, el Caspio rojo metido en un vaso de agua sinnnnn. Paco Rabal. La Policía Armada en la puerta, la cosa. No he vuelto, Paco, por tu desnuda casa de casado, con la parienta ya empreñada, que comíamos de lo que hubiera y se cayó la sopa y es tuviste limpiando por el suelo, que ella no puede doblarse, pues claro, pues a ver. Hasta que un día:

-Que soy Paco, que me han metido un paquete, Paco.

Allí, de Paco a Paco, por teléfono, cuando de tarde en tarde hechas el hilo, y tú no has sido estrella, y tú no has sido póster, y tú no has sido más que lo que eras, eres, un madrugador predicante del rollo obrerista, la verdad de la vida, la conciencia de clase, artículos y libros, apostolado, cuentas claras, las camisas de cuadros, una de quita y pon. Creíamos entonces, Paco, macho, que esto era ya imparable, democracia y justicia, venga pan y venga vino, venga de todo, y ahora, justo cuando se muere el padre procesal de la transición, el tren en que venías de la cárcel de Burgos ha chocado contra un papel de barba, que hay papeles de barba para parar un tren, y te salen seis años, cómo los ves, curato, rojo, jesuitón, hombre bueno, tronco, que yo lo veo enorme. ¿Para qué madrugábamos tanto, Paco, por qué creíamos que a que madruga la democracia le ayuda? Ceguerones que estábamos, Paco, qué pasada, oyes, esto de la democracia, los madrugones que me pegabas, chorvo, para nada. Ya ves que para nada.

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