La competencia desleal del Estado, grave problema para las empresas informativas
La competencia desleal del Estado es uno de los principales problemas con los que se enfrentan las empresas periodísticas hoy en España, en opinión de la mayoría de los que participaron ayer en la segunda sesión de las jornadas sobre la «Empresa informativa», que se celebran durante este fin de semana en un hotel madrileño, organizadas por la fundación Humanismo y Democracia, dentro de un ciclo sobre «Comunicación y Democracia».
El problema es de tal magnitud para Pedro Crespo de Lara, presidente de la Asociación de Editores de Diarios (AEDE), que las llamadas «ayudas del Estado a la Prensa», no son sino un medio que el Estado emplea para reparar «el daño grave y pertinaz que está haciendo a la iniciativa privada». El presidente de AEDE cree que estas ayudas, que han mejorado sensiblemente en los dos últimos años, constituyen, con todo, una «reparación insuficiente, que se hace gota a gota y de mala gana», y que, desde luego, no responden al criterio que preside la actuación del Estado en los países del mundo occidental, donde lo que cuenta es la convicción de que la información es u servicio público.Pedro Crespo dijo que esta competencia del Estado se produce de modo muy claro en tres ámbitos: «la televisión, el periodismo propio de nuestro tiempo, en la que el Estado ejerce un monopolio absoluto; la radio, donde ese monopolio es casi tan importante, y la prensa escrita, ámbito en el que, inexplicablemente, el Estado sigue teniendo una presencia importante, al mantener todavía veintinueve periódicos propios».
Jesús de Polanco, consejero delegado de la empresa editora de EL PAÍS, coincidió con Crespo de Lara en el rechazo de la competencia desleal del Estado, cuyas interferencias impiden, de hecho, la existencia de una verdadera libertad de mercado, y sostuvo la tesis de que la concepción liberal de la empresa es perfectamente compatible con el entendimiento de la información como servicio público. Matizó la cuestión de la competencia desleal del Estado, señalando que ésta se produce siempre que una empresa puede permitirse el lujo de actuar libérrimamente, sin temer a la quiebra, porque tiene las espaldas guardadas por el Estado.
Aceptó, el consejero delegado de EL PAÍS, el tono grave de la crisis que padece el sector, pero se mostró optimista respecto a las posibilidades de futuro en el ámbito concreto de la prensa regional, y puso como ejemplo la rentabilidad que este tipo de prensa tiene en la vecina Francia.
El señor de Polanco no pudo evitar el ejercer un cierto protagonismo en un momento del debate, debido a las preguntas que se le formularon en torno a la actualidad del Estatuto de la Redacción de EL PAÍS y a las informaciones que se publicaban ayer sobre la junta general de accionistas de nuestro periódico. Dijo, a este respecto, que el Estatuto de la Redacción, «pintoresca y violentamente atacado desde algún otro medio de comunicación, lo único que en realidad representa es un esfuerzo por aplicar a una empresa periodística criterios absolutamente comunes en la dirección de una empresa moderna, donde no se concibe ya el que se renueven los cargos directivos sin contar con la opinión del staff. Dijo también que representaba una salvaguardia para la línea editorial del periódico y que a él le parecía elemental el reconocimiento del derecho de réplica por parte de los redactores respecto de opiniones que pudieran verterse en contra de la opinión de la mayoría de aquéllos. «Derecho», dijo, «absolutamente necesario, a lo mejor, en estos días, cuando se monta toda una campaña de intoxicación de un medio contra otro, sin otorgar a los redactores del primero el derecho a decir en cinco líneas que ellos son ajenos a ese montaje».
Juan Tomás de Salas se mostró también rotundamente en contra del mantenimiento de los periódicos del Estado, que, en su opinión constituyen la «antiprensa», pero llevó su rechazo incluso al ámbito de las subvenciones del Estado, que lo ideal es que no existan, y contro otro género de monopolios como el «monopolio del carné y el de la distribución de la prensa».
Actuó como moderador Mariano Rioja, quien llamó la atención sobre el hecho de que quizá la prensa escrita estaba empezando a convertirse en un producto selecto para un público selecto, en vez de ser, como se la ha venido considerando hasta ahora, un producto de consumo para las masas. Desde esta perspectiva es desde la que, según el señor Rioja, debería replantearse el futuro de las empresas periodísticas, que, además de renovarse tecnológicamente, deberán tener en cuenta que, «si antes vendíamos lo que hacíamos, ahora tendremos que hacer lo que el público pide y desea».
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