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La advertencia de Giscard

( ... ) La política exterior española se tendrá que ir acostumbrando a esa clase de tropiezos y accidentes que forman parte de la vida internacional cotidiana. La imagen de un país que reparte sonrisas y abrazos en los aeropuertos está bien para el show televisivo interior, pero no responde al duro mundo de las realidades en el que vivimos, donde se entrelazan egoísmos, amenazas, violencias, riesgos de guerra e intereses que tratan de anular al menos poderoso. Menos achuchones internacionales y más realismos prácticos es lo que nos hace' falta. Ni quijotismos mediadores, ni fantasías de correveidiles, ni esquemas dogmáticos necesita nuestra acción exterior. Defendamos nuestros intereses sin aspavientos y sin retórica. Con buen conocimiento de causa y con seriedad. Dejemos a Juan Pablo II los viajes triunfales llevando mensajes de amor evangélico al pueblo de Dios.Nosotros no necesitarnos predicar la buena nueva, porque no la tenemos. Somos un pueblo con graves problemas y queremos resolverlos lo mejor posible. Fuera y dentro de España. Si alguien nos tira una pedrada -como es inveterada costumbre en los tiempos que corremos-, procuremos esquivar el guijarro volante y tomar nota para el mañana. El mundo está lleno de oportunidades para el hondero -ibérico. Pero, por favor, no convirtamos el contratiempo nuestro de cada día en la guerra de la independencia.

, 15 de junio

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