Cuando aprieta el zapato
LA INDUSTRIA del calzado también está en crisis, y empresarios y sindicatos han llegado al acuerdo de proponer al Gobierno la reconversión del sector.He aquí una buena noticia en unos momentos en que la parálisis del «no saber qué hacer» atenaza a las fuerzas vivas del país.. El único problema es averiguar si hay gato encerrado en el papel de la Administración en esta reconversión. Más de un contribuyente puede sospechar, en efecto, que estamos ante una extensión del famoso Hunosa-System -reclamado para provecho propio por los mineros ingleses del carbón- al sector industrial hasta ahora más competitivo y agresivo en la actividad exportadora española.
Si el sector del calzado ha perdido competitividad como consecuencia de actuaciones estatales, el Gobierno debe remover esas prácticas nocivas. Pero el asunto sería muy distinto si hubiera perdido competitividad como resultas de sus propios pecados.ç
Es cierto que los precios de los cueros, pieles y otras materias primas se han elevado, pero también es verdad que lo han hecho en menor medida que el petróleo. Este recordatorio es pertinente, porque los artículos cuyos precios se han elevado más rápidamente dentro de los varios componentes de nuestro índice del coste de la vida durante el último período han sido precisamente los zapatos. Tomando los datos del mes de abril, el incremento del índice general de todos los precios de consumo respecto de abril de 1979 ha sido del 15,75 , pero el calzado de caballero ha aumentado en un 29,6%, el de señora un 30,5% y el de niño un 33,2%. Siguiendo con las comparaciones, el crecimiento del transporte, estrechamente relacionado con las subidas del petróleo y la gasolina, ha registrado un 26,7%. Tampoco está de más recordar que el sector del calzado es uno de los más protegidos frente a la competencia exterior, es decir, que dispone de un mercado casi cautivo dentro de nuestras fronteras aduaneras.
Las conclusiones son meridianas. Un incremento de precios de estas proporciones tiene que retraer la deman.da extranjera y nacional del calzado español y favorecer la competencia de terceros países. Altos precios significan o elevados beneficios o buenos beneficios y buenos salarios. Es de suponer que los fabricantes más competitivos tienen que estar haciendo su agosto con estos márgenes. A estas conclusiones podrían añadirse algunas preguntas. ¿Aumentarían las ventas internas y las exportaciones si disminuyesen los precios? Para combatir el eventual cierre de fábricas y el aumento del paro, ¿no sería una buena medicina aceptar una disminución de rentas por parte de empresarios y trabajadores? ¿Qué ocurriría si el ejemplo de un sector paradigmático en su dinamismo exportador se extendiese a los restantes sectores exportadores con dificultades?
Es buena cosa que empresarios y trabajadores del calzado expongan sus problemas ante la Administración. Pero también sería deseable que explicasen cómo piensan remediar, unos y otros, su situación sin que esto suponga nuevas cargas sobre los hombros de los restantes contribuyentes, también con dificultades.
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