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La autonomía, una necesidad para contrarrestar la dependencia de Madrid

No se trata de minimizaresa toma de conciencia nacional de la que todos hablan, sino de escarbar en su transfondo y precisar su contenido. Autonomía, nacionalismo, autodeterminacióne independencia son los cuatro postulados básicos en función de los cuales se concibe el futuro político del archipiélago. El autonomismo es francamente mayoritario. El nacionalismo gana terreno, ante la creencia generalizada, y entretenida por la competencia entre los partidos políticos, de que la reivindicación de la autonomía no ha tenido eco en Madrid. El autodeterminismo consciente es minoritario aún, y el independentismo, muy confundido con el autodeterminismo, es minúsculo.A esta precisión conviene añadir otra: las interpretaciones de esos cuatro términos son ni muy variadas, y algunas tan confusas como la que testimonian las palabras del comerciante citado al inicio de esta información. Existen por lo menos tres matizaciones del autodeterminismo, una explicación del nacionalismo apostillado de integrador, y en verdad ninguna justificación seria, excepto la voluntariosa, del independentismo.

Autonomistas, nacionalistas, autodeterministas e independentistas, arrancan todos, para la defensa de sus ideas, de una misma base común que podríamos llamar el hecho diferencial canario. La insularidad, la lejanía clel resto del territorio español, la pertenencia de las islas -geográficamente hablando- a Africa, la secular dependencia del exteríor y el agobiante centralismo de Madrid, son los argumentos comunes que llevan a conclusiones diferentes.

El abandono de la via del artículo 151 para el acceso a la autonomía por el Gobierno ha representado para los partidos y para los canarios una frustración tanto más grande por cuanto los defensores de la autoriomía habían planteado el problema más o menos así: «¿Veis?, por fin vamos a ser autónomos, por fin Madrid nos quiere, al fin nos entiende y Finalmente se va a ocupar de nosotros». Nacionalistas e independentistas han utilizado el retroceso del Gobierno y aprovechado esa argumentación para replicar: «Os lo habíamos dicho, de Madrid no se puede esperar nada. Madrid no nos va a dar nada, porque nada contamos para ellos».

La que más ha sufrido con este viraje es UCD, cuyos parlamentarlos, que habían votado por el artículo 151, tuvieron que operar un cambio de rumbo apresurado y, tras una visita de Martín Villa a Las Palmas, decir, a las pocas horas de haberse declarado convencidos de que el 151 era la solución, que estaban plenamente seguros de que el 143 era igualmente beneficioso. Para justificar la postura de UCD, Bravo de Laguna dice a EL PAIS que, «en definitiva, la vía por la cual se accede a la autonomía no es lo importante, sino el contenido de la propia autonomía».

Un proyecto centrista

En estas circunstancias, el proyecto de estatuto autonómico para Canarias que se pretende presentar al Gobierno antes del día 30 de junio, salvo que cambien las circunstancias dentro de los partidos que integran la Junta preautonómica, será, única y exclusivamente, un proyecto ucedista. Los otros partidos rehusaron asistir a la reunión preceptiva que convocó UCD el pasado 24 de mayo.

Esto, sin embargo, no parece preocupar sobremanera a la filial canaria del partido gobernante. «Las demás fuerzas políticas, aquí, en Canarias, tienen muy poca representación. De veinticuatro parlamentarios canarios, dieciocho, entre senadores y diputados, son de UCD», según Bravo de Laguna.

El proyecto autonómico elaborado por UCD en solitario contempla una «autonomía plena, con instituciones de autogobierno, asamblea legislativa, consejo de gobierno y tribunal superior de justicia para la región».

En el proyecto se reserva un papel importante para unas instituciones tan tradicionales como los cabildos y se mantienen las peculiaridades canarias de los puertos francos. Una de las exiggencias que recoge, y que la propia UCD reconoce que producirá las mayores dificultades a la hora de negociar la autonomía, es la petición de que Canarias participe activa y resolutoriamente en todas aquellas negociaciones internacionales que de manera especial afecten al archipiélago.

Con el recuerdo del caso del Sahara en mente, a los canarios les preocupa obtener facultades de intervención en esas mencionadas negociaciones, ahora que precisamente la posible entrada de España en la CEE y la OTAN pudieran hacer que los intereses canarios fuesen por derroteros diferentes de los del resto del Estado. Aunque a nadie escapa lo espinoso del tema, lo difícil que habrá de resultar integrar esta reivindicación canaria en el esquema del Estado de las autonomías español que se perfila, no es menos cierto que no queda sector político o económico que no reclame estas competencias en materia internacional.

Angel Ferrera, presidente de la Confederación Empresarial Canaria, estima que entre los poderes que debe tener el autogobierno canario está el de «poder tomar la iniciativa en la negociación de asuntos internacionales de interés específico para Canarias», y disponer de un «control limitativo del poder central en la ratificación de los convenios o tratados internacionales que afecten al archipiélago». No sólo eso, sino que el presidente de la confederación empresarial entiende que «Canarias cuenta hoy con una cierta capacidad de establecer una política comercial propia a través del arancel de aduanas, que puede ser una pieza clave en el desarrollo, y que renunciar a él puede tener consecuencias incalculables». La posición del empresariado canario, expresada a través de Angel Ferrera, es clara: «La opción por la autonomía es válida sólo si, dicho en términos empresariales, es rentable».

Rentable, por lo menos políticamente, sí ha de ser, porque la opinión más generalizada es que si no se le concede a Canarias una autonomía lo suficientemente amplia para que no defraude ninguna aspiración esencial, ya, ahora, urgentemente, el peligro de desestabilización es enorme.

El secretario general del partido comunista, José Carlos Mauricio, es tajante a este respecto: «Si se logra un Estatuto de autonomía, y éste es refrendado en el plazo de un año, se habrá ganado Canarias para España; de lo contrario, está irremediablemente perdida».

«Se necesita urgentemente una política de Estado para recuperar a Canarias, porque se está produciendo una fractura de nuestra sociedad y la desestabilización de la izquierda, propiciada desde el exterior, sólo puede llevar al autoritarismo», añadía Mauricio. «Tenemos que entrar en el proceso de una autonomía amplia, pero claramente española. El Gobierno hoy sólo puede recuperar el País Vasco o Andalucía a un coste enorme; en Canarias no es así».

Tomando en consideración los resultados electorales de 1979, los partidos que propugnan el autonomismo representan el 80% del electorado. Existen, sin embargo, las otras posturas, nacionalistas, y, medio emparentados entre sí, autodeterministas e independentistas.

Afirmación de identidad

El Partido Nacionalista Canario, que se está reconstituyendo promovido por el abogado José Joaquín Díaz de Aguilar, piensa celebrar su primer congreso para el mes de noviembre. Para su promotor, nacionalismo significa, ante todo, afirmación de la identidad política de Canarias. «Digo claramente», precisaba a EL PAIS José J. Díaz de Aguilar, «que no hablamos de nacionalidad y nación en el sentido clásico, sino de nacionalidad dentro de la Constitución. Entendemos, sin, embargo, que Canarias tiene características muy propias y que ser nacionalidad hoy en Canarias lleva implícita la exigencia de que no se corresponde a ninguna otra nacionalidad o región de la Península. Existe un talante canario, aunque no pueda hablarse de cultura canaria. Al fondo cultural europeo recibido a través de España se suman aportaciones extranjeras: irlandeses, malteses, que junto a nuestros intercambios con los emigrantes canarios de América y la frecuencia del trato con Africa, nos dan una configuración especial».

Es decir, más o menos lo que el teniente de alcalde del ayuntamiento y dirigente del PSOE, Juan Rodríguez Doreste, sin ser nacionalista, señalaba de la especifidad canaria cuando afirmaba que «los canarios somos mestizos porque el archipiélago siempre ha sido una encrucijada de civilizaciones, y nosotros mismos somos lo que los franceses llaman una civilización carrefour».

Y quedan los autodeterministas y el independentismo. El independentismo, al menos el violento que representaba el Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), ha remitido notablemente, según la opinión más generalizada. La mayoría lo atribuye a la nueva actitud del Gobierno argelino, que, al restarle a Antonio Cubillo los medios de expresión de que disponía en la radio argelina, ha d ejado en evidencia hasta qué punto esa cooperación de Argel sobredimensionaba al movimiento.

Si los actos violentos del MPAIAC habían podido ser serios, el basamento histórico social de su independentismo es calificado hoy de folklórico por derechas e izquierdas. «Nuestras investigaciones arqueológicas», señalaba Juan Rodríguez Doreste, «con el descubrimiento de esqueletos y residuos guanches dieron una cierta base científica a las pretensiones independentistas. Sin embargo, las raíces guanches son escasísimas. Todo lo más subsisten andrónimos y una toponimia que no puede considerarse suficiente. El independentismo no tiene entidad humana, y tratar de resucitar el idioma guanche es una estupidez imposible».

El autodeterminismo de Sagaseta está mucho más preocupado con la forma política de la futura sociedad canaria. Lo que le interesa es ir creando las bases para la construcción de una sociedad socialista que, dadas sus inclinaciones personales, se inspiraría en el modelo soviético y convertiría a las islas en una Cuba del Atlántico.

El otro grupo autodeterminista que se ha separado de Sagaseta, PCU-Nacionalistas de Base, que parece contar con seiscientos militantes, es decir, la mayoría de los que pertenecían a la organización de Sagaseta, tiene una concepción muy diferente de la autodeterminación.

«Autodeterminación», decía a EL PAIS José Luis Alamo, «es algo más que un referéndum. Un referéndum sería echarle agua al vino. Antes de autodeterminarse, el pueblo canario tiene que ir rompiendo los lazos de dependencia colonial. Canarias no está todavía preparada para la autodeterminación, porque sigue siendo dependiente e ideológicamente colonizada».

La idea que tiene de Canarias este grupo, según los textos de su último y reciente congreso, es que «Canarias es una colonia española en el marco del continente africano». Como el propio J. L. Alamo reconocía, le hemos restado a Sagaseta toda su militancia, y ya no está en condiciones de lanzar sesenta o setenta tíos a panfletar la ciudad, mientras que nosotros sí».

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