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Reportaje:

La viuda de Miguel Hernández revela detalles inéditos del poeta

«Yo ya no me doy cuenta de que voy de luto. La gente me lo recuerda y me dice que ya no se lleva». Desde 1942, año en el que «los sufrimientos, los malos tratos y el no comer» terminaron con la vida del poeta Miguel Hernández en la prisión de Alicante, Josefina Manresa, su viuda, viste de negro como un símbolo del amor a un ser del que, «por encima de todo, siento haberlo perdido, no tenerlo».

Josefina Manresa, 64 años, costurera de profesión desde los quince años hasta 1962 («el trabajo en ropa de niños me ayudó mucho»), fecha en la tuvo que dejar este oficio, debido a una operación en la vista ha roto su retiro de treinta años en Elche para venir a Madrid a presentar en la Librería de Mujeres su libro Recuerdos de la vida de Miguel Hernández, publicado por Ediciones de la Torre.Durante todos estos años, la viuda de Miguel Hernández, una mujer humilde, sencilla, sin estudios, se ha dedicado al trabajo y a la conservación de la obra del poeta. «Para mí, la muerte de Miguel fue agachar la cabeza y ponerme a trabajar sin descanso, y sufrir, y pensar». También tuvo que luchar para que la obra poética de Miguel Hernández no fuera aplastada por el silencio con el que el anterior régimen pretendió hundir determinados aspectos de la cultura española. «Durante estos años», dice Josefina, «la obra de Miguel era más conocida y estudiada en el extranjero que en España. En 1948 intentaron chantajearme mediante el ofrecimiento de una beca para mi único hijo vivo, si firmaba un contrato para que no se difundiera la obra de Miguel». Algunos años más tarde, estas presiones se repitieron, al negarle el suministro de tabaco para un estanco que tenía, a no ser que entregara los originales de la obra completa de su marido.

«La petición de algunos amigos de Miguel para que escribiera mis recuerdos sobre él, unido a ciertos errores sobre su vida que habían aparecido publicados en algunos libros y artículos periodísticos, me han movido a escribir estas páginas, lo que ha supuesto para mí un gran trabajo, dado que no soy de la familia de las letras». El libro de recuerdos de Josefina Manresa, que incluye en sus páginas más de cincuenta fotografías y documentos gráficos, muchos de ellos inéditos, comienza con los recuerdos de la primera vez que el poeta la pretendió. «No era feo, tenía un ángel, me miraba mucho, muy fuerte, y eso me gustó. Tenía entonces quince anos, y en aquella época era costumbre despreciar a los hombres. En mi casa creían que mi pretendiente estaba un poco loco, porque se bañaba en el río y tomaba el sol en la sierra. Tengo tres o cuatro de sus poemas dedicados cuando éramos novios.

Josefina Manresa está convencida de que Miguel Hernández nació poeta. «Esta pasión le dominó durante toda su vida, desde que iba con las cabras, ya con catorce y quince años, y escribía encima de ellas y le ponían multas porque las cabras se le marchaban a los sembrados. También se le veía mucho en el huerto leyendo y escribiendo a la sombra de una higuera; entonces íbamos mis hermanos y yo y le tirábamos predrecillas. Era un poeta atormentado por la imaginación, que hasta pensó en hacer teatro».

Sobre las tendencias políticas de Miguel Hernández, Josefina Manresa ha dicho que el poeta estaba con los pobres, «defendía la pobreza, que él tanto había vivido, y que, en este sentido, estaba con la República, porque la República estaba a favor del pobre». Sin embargo, Miguel Hernández tenía en muy buena consideración al padre de Josefina, que era guardia civil, a quien mataron los milicianos. «Todos lo decían, incluso los gitanos; era el mejor guardia de Orihuela. Yo creo que el mismo Gobierno, la misma guerra, mató a mi padre y a mi marido».

«Miguel era una persona muy buena, que quería mucho a su familia, que estudió mucho y que tuvo que aprender hasta su propio idioma -yo siempre pensé que era un hombre de talento, por lo que no me ha sorprendido nunca el valor de su obra. Era serio y servicial, y se dedicó toda su vida a defender al pobre y a la pobreza. Durante toda su vida, Miguel Hernández fue víctima de esta pobreza. En su boda sólo tuvo un regalo, el de su mejor amigo, Vicente Aleixandre, quien le regaló un reloj de pulsera que más tarde tuvo que vender Miguel Hernández para trasladarse a Portugal. También tuvo que vender un traje que le habían regalado para poder ir a la Unión Soviética».

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