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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Lola Gaos

Lola Gaos, a la que ya había visto y vuelvo a ver como SorPatrocinio, la seráfica y demoniaca Madre o Monja de las Llagas, que influyó/atormentó el reinado de Isabel II, añade patetismo y demonismo a su personaje valleinclanesco porque, de tan profunda, su voz se va perdiendo, de tan oscura, se va quedando en blanco, de modo que la monja eterna, la palabra consejera y áulica que siempre ha procurado más por el cielo que por la tierra de España, hoy no tiene voz, desde que muriera Franco, pero la voz e incluso el vozarrón se lo pone Fraga. Don Ramón del Valle-Inclán no sólo ha hecho el mejor teatro de España, sino que sus novelas (qué siglo XIX, el suyo, y no el galdobarojiano, de legumbre y folletín) siguen pariendo autores y comedias: La carroza de plomo candente, de Nieva; De San Pascual a San Gil, ahora, de Domingo Miras, y así. A primera hora de la tarde estuve haciendo una larga grabación política para un periodista latinoché:-Vengo de oír a Fraga -me dice- y estoy impresionado.

-Yo también, pero por todo lo contrario.

Fraga, digo, es hoy la voz de la España de las llagas que le falta a Lola Gaos, la España estigmatizada que a las asonadas populares siempre responde con las llagas de una monja o el brazo de una santa. A media tarde estuve con Perico Beltrán en una clínica, tratando de ver a nuestro común y querido Paco Camino, que está en la UVI, con todos los alamares bordados por dentro en el pecho por el cuerno del toro. Pienso volver, pero no pude ver al querido amigo y gran torero (que, por cierto, se le negó una vez a Fraga a torear una novillada para AP), aunque de alguna manera hemos quedado los tres en celebrar su vuelta a la vida con un almuerzo en Valentín. Ultimo maestro del ruedo ibérico y valleinclanesco. Paco Camino, 39 años, es quizá, sin saberlo, la penúltima virgen inmolada al mito de una España muy española, con el pueblo fusilado y pululante bajo el sol nacional de los tendidos de sol. Entre las llagas toreras y las llagas místicas. España es una llaga histórica que no acaba de cerrarse, sino que ahora profundiza en las Cortes el cornalón de luz de la televisión. Haro-Tecglen me alecciona:

-Ya sabes que Sarah Bernardht llegó a salir a escena con una pata de palo.

Lola Gaos, con un micrófono oculto para la voz en sombra, tiene el patetismo ortopédico por el que la representación se hace realidad, no teatro dentro del teatro, sino la tragedia del teatro periférica a la tragedia de la vida. La ultraderecha de clausura y milagro, que se había quedado sin voz tras una Constitución aconfesional, vuelve a vocear, ronca, pidiendo dinero para escuelas, para conventos, dinero para tener dinero. Antes del estreno había estado yo en la conferencia de Guillermo Díaz-Plaja sobre escritores y pintores. En Bellas Artes, expuestos, entre otros, todos los que han dicho una palabra más alta que otra contra la eterna monja española de las llagas menos místicas que políticas: Unamuno, Baroja, Juan Ramón, tantos. Ellos ya sólo son pintura y la monja sigue viva a la vuelta de la esquina, en el teatro, o unas esquinas más allá, en el Parlamento. ¿Quién es hoy la monja de las llagas?

Creo que todos y nadie, pero, aparte obvios paralelismos entre la Historia y el presente (la Historia, en teatro, es siempre la metáfora de otra cosa), paralelismos que se deben, más que a la imaginación del autor, a la falta de imaginación de España, aparte de eso, me importa la ironía de una actriz de izquierdas prestando su voz ronca a la derecha eterna, que hoy enronquece de retronostalgia y que, cuando se queda sin voz bajo el sepulcro blanqueado del hábito de la gran actriz, encuentra voz y voto en Narváez o Fraga Iribarne. La ronquera de Lola Gaos, más que una deficiencia teatral, es, como la cornada de Paco Camino, el único-elemento real, crucial, de España como tauromaquia o representación. De España como repetición.

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