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La policía acusa a un delincuente habitual del asesinato a tiros de un joyero

Un delincuente habitual, Francisco José Dopacio Laso, de veintidós años, «ha sido plenamente identificado como presunto responsable del asalto» a la joyería de la calle del General Ricardos, 18, según la policía. Ayer, por la mañana, un grupo de comerciantes de la zona iniciaron los primeros contactos para proponer un cierre de los establecimientos de la zona el día que coincida con el entierro de Felipe Vicente Martín, de 46 años, que murió de un balazo durante el atraco. Pero no habrá tal cierre, porque el entierro tendrá lugar esta mañana, que es fiesta. También están iniciándose gestiones para solicitar al gobierno civil un cierre general de los comercios de Madrid y una manifestación como acto complementario de protesta.

La familia Vicente se había instalado en General Ricardos al principio de los años cincuenta. Los comerciantes de la calle tuvieron desde antiguo buenas relaciones de vecindad, quizá por su viejo pleito con las altas instancias municipales en la época de las obras de acondicionamiento de la calle, que les forzaron a vivir entre zanjas, cables y conductos durante muchos años. Pero, cuando concluyeron, la amplia calzada fue, por fin, la arteria que llevaba y traía coches al populoso barrio de Carabanchel y, sobre todo, una genuina calle comercial con sus pequeñas tiendas, sus guardapolvos grises y sus tertulias de acera. Felipe y su hermano Alberto fueron, desde muy pronto, dos de sus personajes inseparables.El martes, a las 8.20, Manolo, el dueño de la tienda de saneamiento, formalizaba la venta de una taza de retrete; el panadero comenzaba a hacer sus cálculos sobre la rentabilidad del día y el chacinero de la esquina despachaba los últimos embutidos con la vista en el reloj. En breve habría que echar el cierre.

Desde el interior de la tienda-almacén, Manolo veía de reojo el trajín de clientes calle arriba, calle abajo. En mitad de la factura de la taza-retrete oyó voces o palabras más altas que de costumbre algo así como «Manolo, que han atracado la joyería y han matado a Felipín». Sobraban más explicaciones. Felipín era hermano de Alberto e hijo del dueño de la joyería de al lado; Manolo dejó la factura y salió corriendo. « Lo primero que vi fue al pobre Alberto, que estaba tendido en el suelo y tenía medio cuerpo sobre la acera. En el momento en que me acerqué a auxiliarle salía Loly, la mujer de Felipín, que nie dijo: «Han matado a mi cuñado y a mi marido. Eran dos críos, dos críos». Dentro de la tienda estaba tendido Felipe; alrededor de su cabeza se veía una gran mancha de sangre. Evidentemente, estaba muerto. Más allá, los padres de Felipín y Alberto, que ya son mayores, estaban semidesmayados, o desmayados del todo, no sé... Mover a Alberto podía ser contraproducente. «Vamos al equipo quirúrgico».

Después, una contrariedad inesperada. «Inesperada más o menos, porque ya se ha dado otras veces: en el equipo quirúrgico no había ni un solo médico. Tuvimos que buscarlos por los bares de los alrededores, creo que incluso yo le dije a uno de ellos que si no le daba vergüenza». Luego, nervios, y una entrecortada y familiar reconstrucción de los hechos, con alusiones constantes a Felipín, y a Loly, y a Alberto, «que iba atravesado del todo por un balazo». Habían sido dos muchachos. «Llevaban pistola. Conminaron a los joyeros a que se echasen al suelo. Fuera que se echaron o que trataron de sorprender a los atracadores aprovechando el movimiento, recibieron dos balazos. Fuera de la tienda, nadie oyó las detonaciones».

Al día siguiente, el gabinete policial de Prensa distribuía una foto de Francisco José Dopacio y un texto adjunto, en el que solicitaba «la colaboración ciudadana a efectos de localizar al supuesto asesino»... Esta vez no han sido los Dalton, se trataba de Francisco José Dopacio Laso, alias el Julián y el Loco, y de un tronco cuyo nombre no se conoce todavía. «Desde el año 1974», explica la policía, «ha estado detenido por robos, hurtos y atracos». Sus dos últimos arrestos habían sido practicados en mayo de 1979 «por tenencia ilícita de armas y por disparos contra la Policía Nacional», y en octubre, cinco meses después, por atraco a un banco.

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