La "cumbre" económica occidental de Venecia intentará internacionalizar la lucha contra la inflación
La agenda de la cumbre económica occidental, que se celebrará los días 22 y 23 de junio en Venecia, tendrá dos objetivos prioritarios: internacionalizar la política antiinflacionista por la vía monetaria, patrocinada actualmente desde Washington y Londres, y ratificar las medidas urgentes de ahorro energético, decididas por la última reunión ministerial de la Agencia Internacional de Energía (lEA), celebrada la semana pasada en París.
La reunión de Venecia, a la que asistirán los jefes de Estado o de Gobierno de las principales potencias occidentales (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Japón, Italia y la República Federal de Alemania), tendrá también una importante vertiente política, ya que será el primer encuentro de este tipo que tiene lugar después de la invasión soviética de Afganistán.Pero, contrariamente a lo que sucederá en la prioritaria vertiente económica, no es de esperar que haya grandes acuerdos en este frente. En el centro del debate, no obstante, estará el encuentro polémico que el presidente francés, Valéry Giscard D'Estaing, ha mantenido con Leónidas Brejnev hace dos semanas, y el que celebrará a primeros de junio el canciller federal alemán Helmut Schmidt, con el secretario general soviético.
Asimismo, el hecho de que de los siete asistentes sólo la primera ministra británica, Margaret Thatcher, y el canadiense, Pierre Trudeau, no tengan amenazas electorales en el horizonte próximo, reduce el campo de acción y maniobra a la hora de adoptar grandes decisiones, tanto políticas como económicas. El presidente Carter, el canciller federal Schmidt y el propio Giscard hacen frente, en un plazo más o menos largo, a elecciones próximas, mientras que la debilidad (también con elecciones pendientes) del premier japonés, Masayoshi Ohira, y del Gobierno anfitrión italiano de Cossiga convierte a éstos en dos meros testigos incómodos de la cumbre.
La reunión de Venecia está siendo preparada en estos días con especial cuidado, en parte para mejorar el éxito alcanzado en los encuentros previos de este tipo: Rambouillet en 1975, Puerto Rico en 1976, Londres en 1977, Bonn en 1978 y Tokio en 1979. El último esfuerzo de este tipo, realizado a nivel de funcionarios a nivel medio, se ha realizado en París la semana pasada, poco después de la reunión del comité ministerial de la IEA.
La agenda elaborada en estas preparaciones previas, que serán ultimadas en la víspera del inicio de la cumbre en la misma Venecia, incluye un amplio campo de temas, que van desde los relativos a la política económica conjunta, como a los energéticos y los meramente financieros. Parece, sin embargo, que en este último aspecto no habrá grandes acuerdos, debido principalmente a que se ha considerado más acertado dejar estas cuestiones en manos de los ministros de Finanzas y los organismos especializados, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Lucha contra la inflación
Pero habrá importantes discusiones en el terreno de la política económica. El presidente Carter, después de haber adelantado la llegada de la recesión económica en su propio país como vehículo inevitable para controlar la inflación, intentará convencer a los aliados occidentales de la necesidad de seguir políticas restrictivas en el frente monetario, muy en la línea de las decididas en Washington por el Sistema Federal de la Reserva.Otro tanto hará la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, que podrá regresar a casa proclamando a bombo y platillo que Occidente está de acuerdo en la necesidad de controlar a toda costa la inflación. Pero no pensarán lo mismo, con toda seguridad, ni el canciller federal alemán ni el presidente francés, cuyas políticas en sus propios países intentan vías diferentes para evitar que la lucha inflacionista hunda la actividad económica y estimule el ya alto índice de paro.
En el frente energético, que como el macroeconómico ocupará la segunda jornada del encuentro, las directrices recientemente aprobadas por el consejo ministerial de la IEA serán ratificadas por los siete grandes. La disposición inicial, según los técnicos que han preparado la agenda, es que Occidente debe hacer esfuerzos adicionales para controlar el alto consumo de petróleo. La potenciación del sector carbón, frente al consumo de fuels, será una recomendación de la lEA, que recibirá apoyo global.
Otra cuestión será elaborar una política o acuerdo común para reducir la competencia en los mercados ocasionales de petróleo por el crudo excedente en el mundo, y habrá presumiblemente llamamientos a la OPEP, que días antes se reunirá en Argel para discutir los nuevos precios del segundo semestre del año, para que modere su política agresiva de precios.
La cuestión política
La agenda, teóricamente, incluye también una mención a la cuestión de la ayuda al desarrollo. Pero en este sensible tema no se esperan ni grandes discusiones ni decisiones. Mucho menos cabe esperar un compromiso formal para que se renueve el diálogo Norte-Sur, aunque puede que haya alguna referencia a la necesidad de que el FMI y el Banco Mundial contemplen con simpatía (pero sin mucho convencimiento) la posibilidad de ayudar institucionalmente al reciclaje de los fondos en manos de la OPEP.Un problema obvio, que ocupara el primer día de conversaciones, serán los esfuerzos norteamericanos para liberar a los rehenes en manos del régimen islámico de Irán. Carter se despachará presumiblemente a su antojo al respecto y exigirá una definición clara y positiva respecto a su política frente a la invasión soviética en Afganistán.
Pero los últimos encuentros entre Giscard y Brejnev y el proyectado de éste con Schmidt puede que apunten nuevos derroteros para esta cuestión, que ha dominado la esfera de las relaciones internacionales en el último año.
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