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Reportaje:El viaje de Juan Pablo II a Francia / y 2

La visita del Papa, una prueba de peso para la Iglesia católica francesa

La Francia católica, tras varias semanas de preparación enfebrecida, recibirá esta tarde al jefe de su Iglesia. Las autoridades religiosas y el presidente de la República, Valéry Giscard d'Estaing, para favorecer la presencia popular, han organizado la ceremonia en «la avenida más bella del mundo», los Campos Elíseos, hasta donde el sumo pontífice, desde el aeropuerto de Orly, llegará en helicóptero. A partir de este momento, la maratón del Papa habrá comenzado: reuniones pastorales, discurso en la Unesco, peregrinación a Lisieux, ceremonias religiosas, sólo algunos momentos de descanso en la nunciatura, en donde el Papa comerá y dormirá, y, como telón de fondo, las difíciles relaciones entre el Vaticano y la Iglesia de Francia.

Contrariamente a lo que pretenden los integristas, la curva descendente del catolicismo francés ya empezó a pronunciarse antes del Concilio Vaticano II, que ellos consideran como el padre de todos los males. Así lo prueban todas las estadísticas y los estudios de los teólogos. Los reproches o las reticencias del Vaticano ante la Iglesia de Francia, y que a su entender es en donde hay que buscar las raíces de la crisis del catolicismo galo, apuntan a otros blancos: en Francia, la religión católica no es una religión de Estado, y ese hecho se considera perfectamente normal. El laicismo francés, Voltaire, los enciclopedistas, han influido incluso en los teólogos modernos, acusados por Roma de haber generado con su audacia «una iglesia-laboratorio en detrimento de la acción pastoral».En esta misma órbita hostil al Papa, que no favorecerá sus deseos de «normalización» de la Iglesia de Francia, se sitúan las feministas galas. Incluso las más moderadas anticipan: «Este no es nuestro hombre, porque condena la anticoncepción, el aborto, la sexualidad libre y porque aún continúa pensando que la mujer es el objeto que debe esperar al marido en casa haciendo las labores propias de su sexo ». El cardenal Lefébvre y sus «poderes» (más de 200 seminaristas, medio centenar de sacerdotes, cinco seminarios, 35 conventos y numerosos institutos religiosos de su signo, todo ello a través del mundo) constituirán una de las interrogaciones del diálogo franco-vaticano. Los movimientos laicos, y de manera más acentuada los masones, critican esta visita pastoral del jefe de una religión «a la que el poder político favorece de manera escandalosa».

A un año de las elecciones presidenciales, la «recuperación» que intentan hacer del Papa y de la movilización popular que se prevé es uno de los aspectos más espectaculares del acontecimiento. El partido comunista, con antelación, ya hizo un «balance positivo» de la acción de Juan Pablo II. Sus representantes, encantados, han aceptado asistir al Te Deum de la catedral de Nótre Dame.

El partido socialista es el único que se ha mantenido al margen y declinó las invitaciones para asistir oficialmente a los diversos actos que se celebrarán estos días. La «guerra» Giscard-Chirac en el plano político se ha trasladado ahora al terreno pastoral. El alcalde de París, hace pocos días, visitó al sumo pontífice en Roma. Cada fuerza política piensa en su electorado.

El aspecto oficial del viaje, formalmente al menos, no ofrece problemas. El Papa, en ocasiones diversas, se entrevistará tres veces con Giscard d'Estaing. El contencioso entre el Vaticano y el Estado francés «es lo que es y no va a modificarse ahora», se anticipa oficiosamente. El aborto, el divorcio y la anticoncepción, legalizados en este país, no son dogmas del Papa polaco, pero salvo improntu del soberano pontífice, esas cuestiones. de tocarlas, lo serían evasivamente.

Los sacerdotes-obreros

Los 300 sacerdotes-obreros que desde finales de los años 50, se «embarcaron» en las fábricas y en los tajos para evangelizar sobre el terreno inquietan por sus reminiscencias marxistas. De igual manera, Roma no mira con buenos ojos a los diversos movimientos de Acción Católica (obreros o estudiantiles), de quienes se sospecha haber reemplazado a Jesús por Marx. La dirección de la Acción Católica Obrera, reunida recientemente en Burdeos, cuenta con siete miembros (el total son 37) del partido comunista. En este mismo orden de cosas hay que contemplar a los llamados «cristianos de izquierdas». El electorado conservador aún continúa siendo mayoritario, pero en los últimos comicios legislativos de 1978, el 45% de los católicos, practicantes o no, se declaró partidario de la victoria de la coalición comunistas-socialistas. Incluso el partido socialista, estandarte del laicismo galo, progresa desde hace varios años en las regiones tradicionalmente católicas.

En suma, de medio siglo a esta parte, por unas u otras razones, el ateísmo francés es una ley vigente, en progreso lento pero constante. Juan Pablo II, con su visita, ¿modificará el curso de la historia de la Iglesia de Francia?

"El Papa nos cae simpático"

Todo lo expuesto pertenece al dominio de los entre bastidores de la visita papal. Los franceses vivirán el espectáculo externo. El 86% de los ciudadanos afirma que «este Papa nos cae simpático, porque es un hombre sólido, porque es sonriente y porque defiende los derechos humanos en los discursos», como posiblemente lo hará el lunes inmediato en el recinto de la Unesco. Salvo que la televisión juegue una baza mala o que fallen las previsiones (ayer los hoteles no estaban llenos, ni mucho menos), los franceses pasarán cuatro días en la calle y el sucesor de Pedro se los meterá en el bolsillo durante ese tiempo.

Todo ha sido previsto para que así sea. Ediciones extraordinarias de muchos periódicos diarios o semanales, autobuses y trenes suplementarlos desde varios puntos de la geografía gala, sin olvidar el sector comercial-sagrado-publicitarlo del viaje: camisetas, pegatinas, fotografías, medallas, libros -también sobre el Papa-, llaveros y todo lo imaginable, con la efigie de Juan Pablo II siempre como protagonista. La Iglesia solicitó una publicidad gratuita en 220 periódicos o revistas del país (LHumanifé, comunista, incluido) que todos aceptaron. Y para que todo se desarrolle felizmente, a pesar de los colapsos de la circulación, de sesión continua durante los cuatro días, 20.000 scouts se han puesto a las órdenes de las autoridades religiosas para colaborar. Y los responsables oficiales han programado el aparato de seguridad más excepcional de todos los tiempos: alrededor de 14.000 policías custodiarán al Papa de Roma a lo largo de estos días, en los que los franceses podrán ver «lo nunca visto», reza la publicidad más entusiasta.

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