El Ejército surcoreano toma, sin resistencia, la ciudad de Kwangju

El Ejército surcoreano tomó esta madrugada mediante un ataque sorpresa el control de la ciudad de Kwangju, que estaba en manos de los rebeldes desde hace más de ocho días, se anunció oficialmente en Seúl. Dos rebeldes murieron y cuatro soldados resultaron heridos en la operación, en el curso de la cual fueron arrestadas doscientas personas, según fuentes militares.

Altos jefes militares, encabezados por el general Kim Ki-Suk, se habían entrevistado ayer con una delegación del comité de ciudadanos de Kwangju, encargado de resolver los asuntos más urgentes de la ciudad, que cuenta con 800.000 habitantes y está situada a 250 kilómetros al sur de la capital, Seúl.La representación ciudadana exigió la retirada inmediata de las fuerzas armadas y advirtió a las autoridades militares que los estudiantes, en posesión de gran cantidad de dinamita, estaban dispuestos a resistir hasta el final, e incluso a hacer volar el edificio del Gobierno provincial, donde se encuentran atrincherados.

Unos 20.000 manifestantes se habían congregado para resistir la marcha de los 10.000 soldados que, reforzados por carros blindados, habían ocupado el lunes los suburbios de la ciudad.

La comunicación de Kwangju con el exterior sigue cortada y no volverá a funcionar hasta que sea restablecida «la ley y el orden», anunció un portavoz del Ejército.

Durante toda la jornada del lunes, decenas de millares de personas desafiaron el llamamiento a la paz y el orden hecho por el presidente Choi Kyu-Hah y se manifestaron por las calles de Kwangju, al grito de «Levantad la ley marcial».

Después del llamamiento del presidente Choi, retransmitido por radio el domingo por la noche, los insurgentes retiraron a sus francotiradores de las afueras de la ciudad. El Ejército pudo avanzar posteriormente sin en contrar resistencia.

El mando militar, en un comunicado hecho público ayer, invitó a todos los periodistas extranjeros a abandonar Kwangju antes de las seis de la tarde, hora local. Ello parecía indicar la inminencia de un ataque contra los rebeldes, la mayoría de los cuales se ha negado a entregar las armas.