El APRA podría colaborar en el Gobierno del presidente peruano Belaúnde
La renuncia del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) a presentar las impugnaciones que anunció en la noche del domingo, como consecuencia de lo que dirigentes de dicho grupo calificaron de «fraude generalizado» en las elecciones peruanas, es una prueba de que los apristas han aceptado la incuestionable victoria de Fernando Belaúnde y Acción Popular. Para los observadores, este hecho resulta muy significativo y preludia un porvenir de sensatez política absolutamente necesario para resolver los graves problemas que tiene planteados el país.
El presidente electo, que podría contar con noventa diputados y veintiséis senadores para gobernar con holgura parlamentaria, ha insistido en sus últimas manifestaciones públicas en su propósito de pedir la colaboración de todas las fuerzas políticas del país «que compartan nuestros planteamientos» para formar su futuro Gobierno. Hasta ahora no se han producido aceptaciones concretas por parte del APRA y del Partido Popular Cristiano (PPC), pero todo indica que ambos partidos acudirán a la llamada presidencial.Aunque la rivalidad entre Acción Popular y el APRA es histórica, ambos grupos mantienen planteamientos muy similares acerca de las prioridades que la actual situación peruana exige. El desempleo, la escasez de alimentos, el problema de la vivienda, la salud y la educación han sido aspectos comunes en las campañas preelectorales de los dos partidos. No hay ninguna razón para que las dos fuerzas políticas más importantes de Perú no trabajen de forma coordinada en la solución de estos problemas.
A pesar de que no se conocen aún los resultados definitivos del reparto de escaños en el futuro Parlamento, cuya constitución formal está anunciada para el día 20 de julio, una semana antes de la toma de posesión de Fernando Belaúnde, parece seguro que el futuro presidente contará con una cómoda mayoría en las dos Cámaras. Esta, sin duda, es la máxima preocupación del partido ganador en las elecciones, que no ha podido olvidar la amarga experiencia de su anterior etapa de gobierno, entre 1963 y 1968. En aquella ocasión, los grupos de oposición, coaligados en contra de Belaúnde, frenaron sistemáticamente en el Parlamento las iniciativas del Ejecutivo y propiciaron la intervención de las fuerzas armadas.
De acuerdo a fuentes belaundistas, Acción Popular, el partido de Fernando Belaúnde, habría obtenido 92 escaños en la Cámara de Diputados, lo que le daría la mayoría absoluta entre los 180 representantes,y veintisiete puestos en el Senado, faltándole cuatro para tener mayoría, pues los senadores son sesenta.
De acuerdo a los cálculos más conservadores, el partido APRA, segundo en la votación, obtendría 35 diputados y diecisiete senadores, y el Partido Popular Cristiano, tercero en las preferencias del elector, veinticuatro diputados y ocho senadores, mientras que la izquierda, en su conjunto, tendría 31 diputados y seis senadores.
En este punto hay coincidencia absoluta entre todos los integrantes del amplio espectro político peruano. Desde la más reaccionaria derecha hasta la izquierda más radical existe unanimidad en considerar como una nefasta experiencia los doce años de gobierno militar. Ni siquiera algunos logros de la «primera fase» de la experiencia velasquista reciben el recuerdo, no ya el respaldo, de los ciudadanos de Perú.
Cautela
Este hecho supone por sí mismo una garantía de que los partidos políticos de este país extremaran su cautela para evitar situaciones que puedan justificar los ánimos intervencionistas de algunas aisladas figuras militares. Aunque, en general, las fuerzas armadas están deseosas de culminar el proceso que les devolverá a los cuarteles, todo el mundo conoce las posturas discrepantes de algunos oficiales, que habrían visto con agrado una continuación del Gobierno militar.
Las palabras del presidente electo., Fernando Belaúnde, en este sentido han tenido que resultar tranquilizadoras para la cúpula castrense. El arquitecto ha prodigado alabanzas hacia la «honestidad» con que las fuerzas armadas han culminado el proceso de normalización democrática, y ha asegurado que llega al poder «sin ánimos revanchistas».
«Durante mi anterior Gobierno, mantuve excelentes relaciones con los institutos armados. El golpe que me derrocó fue un episodio aislado. Es mi propósito mantener ese mismo espíritu desde el poder», afirmó enfáticamente el presidente. De igual forma, prudente, se ha expresado cuando se le ha preguntado si iniciaría un proceso de revisión de los doce años de gobierno militar, remitiendo a los tribunales ordinarios cualquier iniciativa al respecto.
Hay, en fin, un propósito generalizado de cordura y de sensatez. Pasada la pugna electoral, que ha colocado a cada cual en su lugar correspondiente, los peruanos se disponen a trabajar para sacar adelante al país, en un clima de concordia.
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