Las mujeres de Fellini y el reencuentro con Dennis Hopper
«Tengo la impresión de no haber hecho otra cosa en mi vida que películas sobre las mujeres. Me siento completamente a su merced y sólo estoy bien cuando estoy con ellas: un mito, misterio, diferencia, fascinación, deseo de conocimiento. Las mujeres lo son todo». Con estas palabras, Federico Fellini presenta su última película La ciudad de las mujeres, exhibida el pasado lunes en el Festival de Cannes, y rodeada de la expectación lógica en los filmes de Fellini.
ENVIADO ESPECIAL, La ciudad de las mujeres, de dos horas y veinte minutos de duración, es un gran sueno protagonizado por Marcello Mastroianni en el que lo fantástico, lo irracional y lo onírico se convierten en protagonistas absolutos de una puesta en escena brillante, barroca y mediterránea, por citar tan sólo tres de los muchos tópicos al uso. En cualquier caso es una reflexión personal de su autor sobre un mundo, el femenino, del que se declara admirador e ignorante al mismo tiempo. Fellini pide al espectador que no analice su película desde perspectivas racionalistas, que se deje llevar por lo que las imágenes le sugieren; pero esto, a nuestro juicio, es complicado, muy complicado.El realizador propone trabajar sobre esa zona oscura que es el inconsciente. No podía emplear un medio de expresión artística más antitético. El cine, máxime cuando se trata de superproducciones, es lo suficientemente complejo como para saber que todo está calculado, medido, analizado y sopesado. La escritura automática quizá sea posible. El cine automático es una entelequia. Otro problema es que Fellini sea capaz de sistematizar la imaginación y convertirla en una cinta que se proyecta a veinticuatro imágenes por segundo, pero para gozarlo en su plenitud sería necesario el poseer las claves fellininianas, sus propios recuerdos, su formación cultural, algo impensable. El resultado es un espectáculo brillante de difícil significación, que, en definitiva, deja frío al espectador, o al menos a este espectador.
Out of the blue, de Dennis Hopper, basado en un guión de Leonard Yakir y Brenda Nielson, y protagonizado por la excelente Linda Manz, Sharon Farrell, Don Gordon y el propio realizador, es el reencuentro con quien ya nos deslumbró en 1969 con su Easy rider, un reencuentro duro y hermoso en el que. el paso del ácido lisérgico al pinchazo supone algo más que un cambio en la forma de drogarse. Parafraseando a Lenin, la heroína es la fase superior de la desesperanza, y en Out of the blues se nos habla de una familia en la que el padre permanece cinco años en prisión por arremeter con su enorme camión contra un autobús escolar, a consecuencia de su permanente borrachera, la madre es una bellísima jonkie, y la hija quinceañera, una adoradora de Elvis Presley y Sid Vicious.
La violencia, que en Easy rider era externa a los protagonistas, en Out of the blue surge de ellos mismos. Dennis Hopper -sin duda uno de los realizadores más malditos de Hollywood- arremete de nuevo contra lo establecido, pero apurando al límite la concrección del enemigo: está en nosotros mismos y, por tanto, hay que destruirse. El personaje de Linda Manz, la hija quinceañera, recuerda en alguna medida al Jean Pierre Leaud de Los cuatrocientos golpes; por tanto la rabia, el desarraigo y la ira sólo encuentra su solución en la dinamita. El que Dennis Hopper cite con frecuencia en su película a Vicious demuestra, una vez más, su especial sensibilidad para comprender los momentos álgidos que vive este sistema y pocas dudas caben sobre la significación de la vida de Sex Pistols.
Para los incrédulos, sólo hace falta recomendarles que escuchen y vean a Vicious cantando My way: ahí está casi todo y, sorprendentemente, televisión española proyectó en varias ocasiones la mencionada actuación. Suponemos que Out of the blue no se llevará ningún premio, que tendrá dificultades para ser exhibida en aquellos países en los que la hipocresía predomina sobre la lucidez, pero ése no es el problema de Dennis Hopper. El, como Huston, Ray y esa larga estirpe de realizadores aventureros, no resuelve problemas: vive intensamente y, de tarde en tarde, nos cuenta lo que ve; lo demás es autocomplacencia.
Otra de las películas presentadas a concurso ha sido Mononcle d´Amerique (Mi tío de América), de Alan Resnais, fruto de la colaboración de tres personalidades: el científico Henri Laborit, el guionista Jean Gruault y la del propio director, Resnais. Se trata de un filme que ofrece una explicación del comportamiento de los mecanismos cerebrales vistos por el realizador francés.
Babelia
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