_
_
_
_
Reportaje:

El Hortelano: un artista "moderno" se autopromociona

Una ambulancia recorre el casco viejo de Barcelona. Son casi las nueve de la noche y su sirena, a todo, volumen, disloca ese sano momento de relajo que precede a la cena. Dentro, El Hortelano, pintor moderno, acude a inaugurar su primera exposición. Hace pocos días colgó aquí Tàpies. Se han enviado casi 8.000 invitaciones y no se han arrojado desde un globo de puro milagro. La galería en sí es pequeña, de tal manera que el personal forma largas colas en los bares cercanos para tomar algo, para comentar, lo chocante que es todo. Cuando llega la ambulancia, El Hortelano, rodeado de enfermeras, luciendo como corbata un atún de un par de kilos y lucecitas en la cabeza, es descendio en camilla hasta la acera y penetra en el recinto.Allí, once pantallas de televisión reflejan los hechos tomados por tres cámaras de vídeo. El follón crece; los lápices de colores vuelan; llega la policía; las multas caen como las invitaciones; una pantalla de televisión se salva del estallido por un pelo... Los objetivos previstos han sido cubiertos con creces.

Habrá quien piense que todo esto es un montaje y, obviamente, tendrá toda la razón del mundo. Es un gran montaje y ese es su valor.

A los pocos días, el protagonista caía por Madrid para continuar su labor de autopromoción, en el pleno convencimiento de que tiene algo bueno para vender.

El Hortelano era todo lo famoso que podía ser un dibujante de comix underground en España, incluso editó un libro: Europa réquiem.

«Pero, en realidad, a mí el comix nunca me ha interesado mucho. Vivía en Ceesepe, conocía a Nazario o a Mariscal, trataba de publicar algo y la única salida era el comix o algo parecido. Además estaba muy sensibilizada por la mili y mostrada ideas, incluso políticas».

Pero ya no; ahora llena la mesa con sus dibujos, posters, transparencias, libritos, programas, fótos: es un perfeccionista que, fijándose en el cassette (último modelo), pregunta como sin mucha confianza si va a funcionar.

«Ahora lo que me interesa es la gente, el animal humano en las ciudades; cuanto más neuróticas mejor. Hago radiografías gráficas de una época, una especie de inventario de lo que hay: oficinistas, mujeres en la compra, negros. Y no tengo ideas, sólo cuento lo que veo: las miradas de la gente en toda su paranoia».

De todas formas, es claro, si que tiene ideas y no se sabe cómo ha conseguido que le financien una serie de videos en los que el ya ve gallinas ardiendo de verdad.

«Y no es que yo sea un sádico, o al menos no más que los que se comen un pollo para comer, pero estéticamente unos animales ardiendo es algo fortísimo».

Se va a Nueva York porque no es Estados Unidos y puede ocurrir cualquier cosa, pero ahora está en Cannes entrevistándose con Wim Wenders (El amigo americano) para ver si le hace el póster de su próxima película.

«Aparte de todo, uno tiene sus fijaciones. La primera es que tiendo a hacer series, como esta exposición, que está basada en la moda, aunque no únicamente en la moda de vestir. También me gustan los relojes, que para saber la hora habría que llevar seis o siete y sacar la media. O los peces y los enchufes, los teléfonos, los semáforos o las oficinas. Pero, sobre todo, la gente que vive hoy entre máquinas, con las máquinas».

Trabaja casi ocho horas diarias, está convencidísimo de lo que hace y cada una de sus ideas es un chorro de posibilidades. «Sí, últimamemente me he enrollado mucho con los mapas. Los políticos, que la tierra por la tierra no me interesa. Poner en los cuadros lugares conflictivos y llenos de letras, poder decorar la casa según el carácter de cada uno. Si eres frío, grandes mapas de la Antártida; si eres caliente, pues Guinea y .... ».

No para, es un huracán de seguridad, un tipo que pinta mejor que bien, que tiene más imaginación de la que en buen reparto le correspondería. Es, en resumidas cuentas, la viva imagen del «artista moderno». El mismo indicó ese título.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_