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Clamorosa acogida al Papa en Costa de Marfil

Juan Arias

Juan Pablo II empezó ayer su visita a Costa de Marfil recogiendo el mayor triunfo de su viaje africano. Aterrizó a las cinco de la tarde, hora española, en el aeropuerto internacional de Abidjan y fue recibido, como siempre, con honores de jefe de Estado y algo más. El Papa había permanecido cinco horas en Alto Volta, uno de los pueblos más pobres del mundo y que registra una tasa de analfabetismo del 90%. El discurso de Wojtyla en Uagadugu, capital del país, estuvo dedicado a subrayar las necesidades básicas que afligen a los más necesitados, a los hambrientos y sedientos que habitan las zonas desérticas.Aquí, en Abidjan, no ha habido pudor protocolario. El Gobierno ha hecho una llamada a toda la nación para que se volcara en la capital para recibir al «vicario de Cristo». Y han confirmado con anuncios en las primeras páginas de los periódicos que ha sido desplegada una actividad febril para poner a disposición de todos el mayor número posible de medios de locomoción gratis. Hay quien llegó a los poblados después de tres jornadas de marcha a pie o en jeep desde los más remotos poblados de la selva.

Folklore ancestral a pie de avión

El Papa pudo admirar, apenas puso el pie en el aeropuerto, los números del folklore más refinado y ancestral de Costa de Marfil. Pero los cristianos seglares y los obispos pusieron ayer en guardia a los fieles para que esta visita del Papa no acabara en sólo folklore y se evaporara como una pompa de jabón.Por eso, el mayor diario del país, Fraternité Mattin, escribía ayer en su editorial que, Costa de Marfil desea recibir al Papa como al abogado de todos los africanos explotados con estas palabras textuales: «En un país donde se multiplican las violencias y los actos de barbarie con el fin de mantener o apoderarse del poder, donde la libertad y la vida humana es ultrajada o eliminada por innobles razones políticas, fundadas sobre la discriminación del color de la piel, donde las cárceles están llenas de hombres por el solo pecado de haber tenido el coraje de decir lo que piensan, nosotros necesitamos del vicario de Cristo para defender a los oprimidos».

Juan Pablo II ha estado contento desde el primer momento, porque le han dicho que este país podría ser el prototipo del Africa que él desea. Le han dicho que aquí todos los africanos son creyentes practicantes, cada uno dentro de su confesión, que aprecian enormemente a cualquier tipo de jefe religioso y que, aun siendo un país no alineado, son muy contrarios a cualquier tipo de influencia soviética.

Un viaje a través de dos caras diferentes de Africa

A alguien se le ha escapado decir que al Papa le habían preparado un viaje, en el cual empezara viendo cómo no debía ser Africa, tanto política como religiosamente, refiriéndose a Zaire y a la República Democrática del Congo, y terminase observando como debería ser el Africa deseada por la Iglesia católica: profunda y seriamente religiosa, pero con una liturgia muy fiel a Roma y con la introducción de folklore, africano. Muy cerca de Europa, iluminadamente capitalista, dirigida por cuadros de intelectuales católicos con gran rigor moral. Alguien ha dicho que es una visión de la Iglesia no muy lejana a la que inspira el Opus Dei, que precisamente en Kenia y aquí empieza a tener mucha influencia.El lunes por la mañana, antes de regresar a Roma, Juan Pablo II visitará la leprosería de Adzope, emplazada aproximadamente a cien kilómetros al norte de la capital.

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