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Concentración de enfermos en el Ramón y Cajal por la falta de atención médica

Poco después de las tres de la tarde de ayer, el vestíbulo central del centro sanitario Ramón y Cajal (Piramidón) era un vociferante foco en el que los gritos de los enfermos se anulaban entre sí en un intento de dar a conocer el abandono sanitario del que son objeto desde que comenzó la huelga de los ATS, según algunos, y desde mucho tiempo antes, según otros.

Momentos antes, desde la sexta planta, un centenar de enfermos había recorrido todas las plantas con una pancarta en la que podía leerse: «Los enfermos estamos sufriendo por falta de atención sanitaria. Pedimos solución». Ya abajo, en el vestíbulo, ante la llegada de la Prensa, todos ellos luchaban por hacer oír su caso.«He estado más de un año en lista de espera y ahora que he conseguido ingresar me tienen quince días sin echarme el menor vistazo», explica Manuel Val Leocadio, ex sargento mutilado de la Legión, que grita lo injusto que es el que le hayan tenido disparando tiros durante años en Melilla y Sidi Ifni para que ahora nadie haga nada por el tumor cerebral que tiene desde hace años. «Y aquí la culpa no la tienen los ATS, sino el presidente del Gobierno».

Junto al legionario, un niño de unos diez años, que no dice nada, pero que tiene en la cabeza unos enormes bultos, lleva también largos días de espera para ser atendido. La gente se va agolpando cada vez más para dar testimonio del coste social de una huelga que se inició el día 29 del mes pasado y que tiene carácter indefinido. «Tengo a mis cinco hijos abandonados, con mi suegra, una mujer mayor, y aquí no me hacen nada. Ni radiografías, ni análisis; ni siquiera me han puesto el termómetro», dice Carmen Jiménez, que ingresó con una úlcera en la vejiga.

Por el vestíbulo, entre los enfermos, hay algún ATS que muestra su sorpresa por la concentración de enfermos. No obstante, los internos ponen sistemáticamente como coletilla de la exposición de su caso: «Conste que entendemos la postura de estos chicos, porque tienen razón en eso de la homologación y en lo del dinero».

En un momento, algunos miembros del comité de empresa pretenden improvisar una conferencia de Prensa allí mismo, pero Daniel Prats, el subdirector, con tres celadores, impide que se realice y ordena que los fotógrafos no trabajen dentro del recinto del hospital.

Ya fuera, Alfredo Moreno, ATS, miembro del comité de empresa, consigue explicar que su huelga se debe a que exigen la homologación con los diplomados de enfermería que salgan de la universidad y que la huelga afecta a la totalidad de los enfermos, unos 1.200, pero que el centro tiene problemas endémicos que hacen que los efectos se recrudezcan. Añade también que están cubriendo todas las urgencias, tanto hospitalarias como extrahospitalarias.

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El director del Ramón y Cajal, Ignacio Isasa, manifestaría después que la huelga tiene una motivación puramente académica, que escapa no sólo a su competencia, sino también al Ministerio de Sanidad, y que los efectos entre los enfermos son mínimos, porque tienen en cuenta no sólo las urgencias, sino la procedencia geográfica de los enfermos.Pero, fuera, las quejas de los enfermos prosiguen. No entienden después de lo que pagan a la Seguridad Social tienen que sufrir ese abandono. «Encima de lo que paga mi marido, llevo aquí quince días sin que ni siquiera me hayan hecho una radiografía para ver qué tengo», se queja Francisca García, que vive en Cáceres. Su marido, muy indignado, añade que encima tiene que pagarse él el hotel durante todo este tiempo y que se va a quedar sin un duro.

Pero, fuera las quejas de los enanteriores a la huelga, porque ayer hacía 47 días que Fidel Viana López espera en la quinta planta que le hagan un análisis con el scanner del centro -solamente hay dos de estos aparatos en centros públicos madrileños-, y no sólo no le hacen nada, sino que tampoco le explican el motivo.

El comité de empresa explica estos retrasos asegurando que la estancia media en el hospital es de veintidós días por lo menos, debido a la desorganización reinante. El director niega que se produzcan tan largas esperas y asegura que todo retraso se debe a la huelga.

Los enfermos siguen protestando y gritando sus desgracias. Hablan de pérdidas de tiempo, de dinero, de desatención, de abusos de la Seguridad Social, de lo hartos que están y del peligro que todo esto puede suponer para su salud. En un momento aparecen los celadores y ordenan a los enfermos que se retiren a sus habitaciones. Protestan, pero se van a seguir esperando hasta que la huelga termine y puedan ser atendidos.

Información sobre la huelga de ATS en página 61

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