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Los ingenieros agrónomos buscan identidad

La agricultura, según el diccionario, es el arte de cultivar la tierra, pero los ingenieros agrónomos ya no están totalmente de acuerdo. La tremenda evolución tecnológica de los últimos decenios ha generado una transformación social que les abre el abanico de posibilidades profesionales, pero les obliga a adaptarse a la nueva época. Y eso es lo que pretenden con la asamblea nacional que comienzan mañana -primera desde 1955-, bajo el lema El ingeniero agrónomo y la sociedad.

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Diputados y senadores ingenieros agrónomos

Esta asamblea, que se prolongará hasta el próximo sábado, está promovida conjuntamente por los colegios oficiales, asociaciones profesionales y, en general, por todo el colectivo de ingenieros agrónomos. Doce ponencias tratan de agotar esta primera revisión a fondo de una profesión que nació hace ahora 125 años, para servir -casi artesanal y exclusivamente- a la Administración del Estado y que, actualmente, a causa de la vertiginosa evolución tecnológica, busca su encaje en la sociedad moderna.Desde la creación de la carrera en tiempos de Isabel II (año 1855), los agrónomos han pasado a constituir un colectivo de casi 5.000 profesionales, graduados en cuatro escuelas superiores de la universidad española (Madrid, Valencia, Córdoba y Lérida). La escuela pionera fue entonces la de Aranjuez, en la finca La Flamenca.

«De todas las ingenierías, la agronómica es la que está más en contacto con la realidad humana» nos dice José María Mateo Box, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Madrid. «Por su contacto directo con el hombre del campo, al ingeniero agrónomo no se le plantean sólo problemas específicamente profesionales, sino también a veces los sanitarios, educativos o, simplemente, de relación familiar.» «Recaen sobre él», dice el decano, «responsabilidades marginales a las específicamente profesionales». Y este es el tema básico que se planteará en primer lugar la asamblea, el de la formación.

Los ingenieros agrónomos consideran necesario que ese cambio de mentalidad en la práctica de la profesión sea ya asimilado desde la formación en las escuelas. El estamento docente continúa formando especialistas, pero la realidad social demanda un ingeniero más polivalente. En este sentido, el ponente, Fernando Gil-Albert, reconoce la necesidad del especialista, pero mantiene que la carrera, en un primer ciclo, ha de ser generalista. Como sucede en la mayoría de los países europeos, esta multi-formación favorecerá el trabajo futuro. Dejará clara en su intervención la necesidad de un reciclaje profesional continuo, cuya responsabilidad recae también en los centros de formación.

El ingeniero agrónomo se siente preocupado ante el futuro de la humanidad. La agricultura está llamada a jugar en ese futuro un papel de protagonismo y piensa él que algo tiene que decir. Y dos aspectos les interesan especialmente. De una parte, la influencia del proceso tecnológico en la sociedad, generando nuevas necesidades (crisis de la energía, conservación del medio ambiente, etcétera); y de otra, el equilibrio del medio rural, que se consigue conjugando la producción de alimentos y de materias primas, conservación del medio rural y las opciones de éste como esparcimiento de la población urbana.

Y, de cara a otros países, la posibilidad de acometer este gran reto fuera de España, aportando una formación tecnológica que -en su opinión- es vanguardista. Una vez establecido un marco jurídico que regule la profesión del ingeniero agrónomo -actualmente no lo hay-, les preocupa qué sucederá el día en que España sea miembro de la CEE (libre circulación de trabajadores, intercambio ,de tecnologías, sistemas de trabajo en las multinacionales) y en qué momento España se decidirá a llegar a Hispanoamérica (ellos lo consideran un problema de Estado), en tanto que tiene mucho que aportar en el terreno agronómico.

«Dicen que España es un país eminentemente agrícola y no encuentro colocación». Una frase repetida también demasiadas veces en los últimos años por las jóvenes generaciones de ingenieros agrónomos. De los casi 5.000 existentes en España, unos ochocientos (15%) están parados o subempleados.

Si se tiene en cuenta que el 40% de los ingenieros agrónomos trabajan como funcionarios de la Administración (en su opinión, una estructura «demasiado atomizada»), quieren plantearse seriamente dónde queda pues su independencia profesional. Votan por ella y quieren permanecer al margen de toda coyuntura política.

Con la nueva realidad, también se constata un hecho significativo: la importancia creciente en los últimos años del sector privado como empleador de estos ingenieros. Ello supone un cambio de imagen (pasa a ser un asalariado), la necesidad de ofrecer mayores rendimientos (le exige mentalidad empresarial) y una mayor amplitud de posibilidades en empresas de fuera del sector pero relacionadas con él.

Y en el terreno corporativo y sindical, la asamblea se planteará la necesidad de unos colegios profesionales fuertes, capaces de regular el ejercicio de la profesión.

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