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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La Fiat, sus trabajadores, el PCI y nosotros

Marcos Peña

Conviene acostumbrarse a pensar que España no está sola en el mundo. No somos ombligo de nada; es tan bueno abdicar de nuestro destino imperial como de nuestra ilimitada capacidad para el infortunio. Nuestras crisis son las mismas crisis de otros, quizá sólo varíe la manera de enfrentarlas, y por esto es bueno y saludable que conozcamos la conducta de países hermanos al respecto, sobre todo si se trata de países a los que la inveterada osadía hispana suele calificar de «ingobernables». En concreto me refiero a Italia, y dentro de Italia, al sector de la automoción, y dentro del mismo, a la gran matrona: la Fiat. La- Fiat, que facturó en 1979 por un total de 15,25 billones de liras, que invirtió cerca del billón de liras y que ocupó a 360.000 personas. Casi nada.El 22 de enero de 1980, el presidente Agnelli firmó la habitual «carta a los accionistas», donde expone sin titubeos «que la principal preocupación de la empresa radica en los bajos niveles de productividad que condicionan pesadamente la competitividad de la empresa en el ámbito europeo». Se han perdido dos puntos en el mercado interior (por falta de producción, no de demanda) y ha sido, por tanto, necesario reducir la presencia exterior en un 2,5 %.

El «caso Fiat» ha saltado a la calle y de compañeros de viaje vendrán los problemas de Alfa Romeo, Innocenti, Maseratti, etcétera... La crisis del sector estalla, pero más que analizarla lo que ahora nos interesa es ver como reaccionan las distintas fuerzas sociales: el Gobierno, los sindicatos, los partidos... Y antes de explicar sucintamente sus actividades, hay que resaltar algo: que reaccionan, que toman el problema Fiat como algo propio, no como una cosa ajena dejada a correr su propia suerte, que se esfuerzan por conocer la realidad y brindan soluciones.

El Gobierno nombra una comisión presidida por el catedrático de Economía Industrial Romano Prodi y compuesta por varios expertos del sector privado y de la Administración (Ministerios de Trabajo, Industria y, Participaciones Estatales). A la Comisión Prodi se le encarga que en el plazo de un mes ofrezca un soporte cognoscitivo del sector, una diagnosis de las características negativas y una indicación sobre las medidas a adoptar.

Los sindicatos se vuelcan en la realización de conferencias, seminarios, reuniones... Gozando, recientemente de gran difusión las conclusiones de la UIL, que giran en torno a las siguientes propuestas: utilización plena de las instalaciones, nueva política de horas extraordinarias, vacaciones y horario, y el binomio flexibilidad-movilidad («Capacidad para contratar la movilidad interna de los trabajadores a cambio de modificaciones en la organización de trabajo. No paralizar las fábricas con rigideces»).

Aun así, quizá la iniciativa más espectacular haya sido la del PCI, orientada a través de una encuesta titulada «Los trabajadores Fiat: investigación de masas sobre la condición obrera» y de una conferencia nacional sobre la Fiat.

La encuesta monstruo, que por ahora supera ya las 15.000 contestaciones, ha supuesto una significativa sorpresa para el movimiento sindical italiano, en línea con otra sorpresa precedente: el artículo de Giorgio Amendola aparecido en Rinascitá, el 9 de noviembre de 1979: Interrogativi su caso Fiat (apasionante análisis de la realidad sindical italiana, que merecería comentario aparte). La encuesta, que consta de 54 preguntas, fue distribuida por los delegados entre los obreros de la Fiat, sin contar para nada las simpatías sindicales o políticas de los destinatarios. Lo que interesaba era conocer la condición obrera: la situación anterior al ingreso en la fábrica; la calidad de trabajo y de vida; aspectos familiares, políticos y sindicales; aspectos culturales y personales; aspectos de lucha, y actividad sindical, etcétera... Para sintetizar, podríamos distinguir tres grandes bloques de respuestas: las relativas al trabajo, al sindicato y a la Fiat. Y fueron éstas: el 37% estima que lo más importante es un salario «satisfactorio y seguro»; el 31 % opta por un «ambiente sano y no nocivo», y sólo el 15,7% prefiere una «actividad variada e interesante»; en el polo opuesto, lo que más molesta para el 52,8% de los trabajadores es el ruido, el humo, el polvo... El trabajo repetitivo, sólo al 9%, y el horario, al 7% (contestaciones estas que no pueden dejar de sorprender a un sindicalismo identificado en la lucha contra la rutina, la mecanización y alienación del individuo, y empeñado en la paulatina reducción de la jornada). Pero las sorpresas no se detienen aquí: el 65 %de los encuestados considera que su trabajo es «bueno» o «suficientemente bueno», e incluso el 10% lo califica «óptimo». Respecto al sindicato, sólo el 4,2% estima que la empresa es culpable de la falta de afiliación y actividad sindical (dato este útil para nuestro país, acostumbrado a culpar al ajeno de la deficiencia propia), y el 16% responsabiliza de la pasividad obrera a la división sindical (si tenemos en cuenta que el proceso unitario italiano está a años luz del español, esta cifra debería ser objeto de detenida meditación por los sindicatos mayoritarios españoles). Otro dato de interés es que, al delegado de personal, el 79% lo escogen por sus «cualidades personales» y sólo el 12%. lo votan por ser «designado por el sindicato». El juicio que los trabajadores tienen de la empresa es bastante menos malo de lo que se presumía: el 50% nunca ha pensado en abandonar Fiat, el 60% cree que goza de buena salud y es competitiva gracias a sus trabajadores y dirigentes, y sólo el 21 % piensa que el famoso despido «de los 61 » pretendía socavar el poder sindical. Si a todo esto sumamos que el 75 % es favorable a la colaboración entre trabajadores y patronos comprenderemos mejor

la sorpresa y confusión que esta encuesta ha producido entre los líderes sindicales. La vanguardia sindical ha intentado completar estos datos explicando que la en cuesta individual es relativamente exacta, pues trata exclusivamente al individuo-trabajador aislado, cuya conducta se modifica al entrar en contacto con el colectivo o con una relación de conflicto de masas, y justifica la baja apetencia por rechazar el trabajo rutinario por la propia existencia de la rutina, que impide la creación de un obrero integral con visión de conjunto y propicias reivindicaciones de orden preferentemente salarial. Pero ahí están los datos y su recalcitrante realidad. Realizada la encuesta, se reúne en Turín, del 22 al 24 de febrero, la Conferencia Nacional de los Comunistas sobre Fiat; sus conclusiones podrían quedar sintetizadas en el discurso del senador Napoleone Colajanni; sus líneas maestras fueron: no nos encontramos ante «infortunios in itinere», sino ante la quiebra de la burguesía para asegurar el desarrollo; el problema del desarrollo debe pasar, pues, a las manos del movimiento obrero y del PCI; ahora bien, no hay desarrollo sin aumento de productividad; por coherencia, los obreros en esta batalla deben ser aliados de los técnicos, de los jefes y de los dirigentes, sin timideces ni temores.

Discurso que, por su precisión, la prensa especializada llegó a calificar de «teorema de geometria». Hasta ahora nos hemos limitado a ofrecer unos datos sobre la crisis de la automoción en Italia, sobre la manera de enfrentarse a la crisis y sobre la condición obrera en la Fiat. Ahora bien, estos datos nos pueden ser tremendamente útiles para profundizar en nuestra realidad sindical y empresarial y, sobre todo, para reflexionar sobre la crisis de la automoción en España, cuya solución, por ahora, no parece ser otra que la presentación de expedientes de regulación de empleo: Enasa, Seat, Citroen... Y la mayoría de las restantes, en la lista de espera.

Marcos Peña es inspector técnico de Trabajo.

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