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Reportaje:Tensión en la Gran Kabilia argelina / 1

Tres días de combates y saqueos ininterrumpidos

La Gran Kabilia es una región pobre y subdesarrollada. El hombre, dicen aquí, ha estado luchando constantemente contra las condiciones naturales: la agricultura, principal recurso, se limita a una arboricultura restringida, la ganadería no ha rebasado la condición de recurso localizado a nivel de las necesidades familiares, el artesanado es más una actividad artística que un recurso económico y tan sólo la infraestructura general se ha elevado prodigiosamente en los últimos años.El nacionalismo, la «manipulación» extranjera, «facilitada» por el hecho de que la Kabilia siga siendo una especie de reserva natural de mano de obra emigrada a Francia, no son las razones que esgrime la gente para explicar el estallido del 20 de abril, cuando una manifestación que no había salido de un cauce pacífico, protagonizada por los estudiantes que ocupaban la universidad, degeneró al ser desalojados por la gendarmería en un caos violento al que se integró rápidamente parte de la población y grupos de lugareños descendidos de las montañas.

Tres días ininterrumpidos duró la violencia en Tizu-Uzu, con combates encarnizados a golpe de piedras, palos, cadenas, cócteles molotov y granadas lacrimógenas. Los resultados del enfrentamiento son visibles todavía en una ciudad, de más de un millón de habitantes, tomada por tres cuerpos de fuerzas de seguridad: gendarmería, brigadas antidisturbios y policías.

Sin embargo, sobre Tizu-Uzu planea una gran incertidumbre. Nadie es capaz aquí de predecir qué puede ocurrir mañana. A la agitación estudiantil ha sucedido la acción desbordante de los kabileños de las montañas que, según afirman en la ciudad, están «afilando el hacha de la guerra».

Toda una sucesión de poblados diseminados por las colinas inmediatas serían otros tantos focos de descontento dispuestos, no obstante, a disolverse si las autoridades realizan el gesto esperado: la salida de Tizu-Uzu de los centenares o miles de hombres armados que patrullan constantemente el perímetro urbano y controlan los accesos a la ciudad y caseríos.

El viernes, día de descanso semanal, la ciudad amaneció abotargada. Los restos, por doquier, de las barricadas, revelan el carácter heterogéneo de los materiales utilizados: neumáticos medio quemados, postes de señalización, barriles de alquitrán, ladrillos y otros objetos.

De la estación de autobuses sólo quedan las paredes. Todo el interior fue saqueado, e igualmente ha sucedido con los dos hoteles con que contaba Tizu-Uzu. Los kabileños no se ponen de acuerdo sobre la lógica de los actos de pillaje que se produjeron durante los enfrentamientos. Algunos los justifican por el hecho de la pobreza de muchas gentes, pero otros arguyen que esos atropellos han manchado el honor de la Kabilia.

Han sido saqueados por completo el supermercado, los liceos, el centro de artesanía y la alcaldía. La fábrica de electrodomésticos Sonelec, a doce kilómetros de la ciudad, ha sido completamente devastada. Según los kabileños lo fue por las compañías de gendarmes, al desalojarla durante la madrugada del domingo, y según la versión oficial ese fue el resultado de un grupo de agitadores infiltrados entre los obreros.Brutalidad

Algunos detalles recogidos por EL PAIS sobre la forma en que se procedió a la evacuación de los estudiantes, así como la de los 2.500 trabajadores que ocupaban la fábrica Sonelec, son sobrecogedores. Según noticias comprobadas a través de varias personas, las fuerzas asaltantes emplearon una violencia y una brutalidad innecesarias.

El viernes, en las conversaciones de los grupos de personas que comentaban animadamente, los hechos en las terrazas de los cafés, que de nuevo habían abierto sus puertas, se discutía sobre los «inotivos» que podrían justificar el que los supuestos cadáveres de manifestantes que se hallan en el hospital, ocupado por los militares o en el cuartel -ya que aquí las versiones difieren - no fueran entregados a sus familias. Se afirma que la razón que motivó esa actitud sería que el entierro pudiera ser aprovechado para una nueva manifestación violenta de consecuencias incalculables.

Admitiendo la parte de la posible exageración y la propia emotividad que todavía embarga amuchos, subsisten tenazmente elementos que arrojan un interrogante grave sobre el desbordamiento natural o intencionado de la acción represiva y sus consecuencias traumáticas sobre la población.

Las instancias locales del partido del FLN y la Administración quedan harto malparadas, ya que se les atribuye buena parte de la responsabilidad en el vuelco de una manifestación, considerada aquí como espontánea y pacífica, al comienzo, que derivó hacia un conato insurreccional por la «falta» de algunos dirigentes locales.

Foco de contestación

La Universidad de Tizu-Uzu. era conocida desde hace tiempo como un foco de contestación cultural. Diversos intérpretes de la músicaregional kabileña habían sido obstaculizados por las autoridades locales de intervenir en ese foro.

Esta sensación de represión cultural justificaría, según los estudiantes, la masiva participación de éstos a una manifestación organizada el 7 de abril en Argel y Tizu-Uzu en favor de la «cultura beréber».

Los estudiantes, apoyados por una parte del profesorado, ocuparon desde esa fecha el recinto universitario de Tizu-Uzu, del que fueron desalojados por la fuerza en la noche del 20 de abril, tras haber rechazado un ultimátum del ministro de Educación Superior, para que reanudaran las clases.

La forma brutal que revistió esta intervención (los estudiantes hablan de 400 heridos y más de 30 muertos) parece haber desatado una posterior ola de solidaridad por parte del resto de la población y de los habitantes de la montaña.

Deterioro social

Por otro lado, todas las personas entrevistadas en Tizu-Uzu achacan a una situación de deterioro social, existente con anterioridad a los hechos, el hecho de que éstos derivaran hacia casi una auténtica rebelión. Las «gentes» del partido, con su ostentación personal; la dificultad para los kabileños de procurarse artículos indispensables («hay que hacer cola a las cuatro de la mañana para obtener una barra de pan a las diez», nos dijeron), justifica en buena parte la violencia con que los manifestantes se desataron contra todo aquello que representaba el poder local establecido.

«Es un error considerar que estamos en contra del socialismo. Estamos contra quienes se llaman socialista, pero poseen automóviles Mercedes, no carecen de pan, poseen de todo. Hay gente del partido que posee tres chalés...

nosotros no tenemos nada», nos afirmaron varias personas.

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