La España radial
A mediodía almuerzo con Tierno Galván y los libreros de viejo. Están gestando la Feria del Libro de Ocasión y casi todos son libreros de Madrid, de la Cuesta de Moyano, de la calle de la Libertad, de San Bernardo, de la calle de la Escalinata (donde tiene la buhardilla la prima/amante de Opera prima, el filme pasota recién estrenado). Viene algún librero de La Coruña, de Valencia y así, pero tampoco en esto la cultura se ha descentralizado. Lo dijo Ramón Tamames, en su conferencia del Club XXI.- De nada sirve la España de las autonomías, que es una ingenuidad mientras servicios nacionales como el ferrocarril o la electricidad sigan siendo de estructura total, peninsular, radial.
O sea que los políticos, que creen que la política se hace en el Parlamento, en la Televisión o en la Moncloa, en cualquier parte menos en la calle, en la realidad, en la vida, han concedido unas autonomías alegres y desentendidas que pronto se quedarán zumbadas frente a esa verdad elemental de que España tiene estructura unitaria, desde hace varios siglos, y que ni el señor Félix Boix, que metió tanta mano en la cosa del ferrocarril posromántico, ni Joaquín Costa, cuando planeaba su regeneracionismo de escuela y despensa, podían contar con que El Bierzo se iba a levantar contra León, en un psicodrama autonomista que lleva a sus últimas consecuencias calderonianas el proceso integrador/desintegrador de UCD. El Bierzo hortelano en armas de espárragos belicosos, el Bierzo en llamas de pimientos morrones contra el imperialismo centralista y goticoleonés de la capital. Esa es la realidad zarzuelera y chistosa de unas autonomías impartidas frívolamente.
Ramón Tamames, que venía del Congreso de tomarle la lección de economía a Abril Martorell, dio en el Club XXI un recital de números, datos, nombres y hechos que supone la más completa y honesta diálisis de la crisis, la política reaccionaria, la falta de política, el planteamiento económico, la falta de planteamiento y la España radial. O sea, que autonomismo/federalismo no es mutilar de humanidades castellanas la Universidad de Barcelona o mutilar de berenjenas del Bierzo los mercados leoneses, porque todo ello no supone sino una utopía folklórica impuesta sobre la estrella de agua, electricidad y ferrocarriles que España es desde el siglo pasado.
Por la noche voy al pueblo/distrito de Fuencarral, raptado por Cristina Almeida, musa masiva de un Rubens municipal y periférico, para hacerles a los fuencarraler s el pregón de las flestas, y les digo desde el balcón consistorial, gritando contra el ronquido de los autobuses y la ordalía de la pachanga, que sean ellos mismos, que no se dejen devorar ni un día más por el Granmadrid de hetairas y monedas que ha sepultade, en hormigón bancario sus velazqueñas y solanescas periferias. Quiero decirles, en fin, que escapen a la España radial, cuyos radios solares parten del kilómetro cero de la Puerta del Sol, lo cual le hacía decir a Camilo José Cela, cuando vagabundo, encontrándose en cualquier carretera de España:
- Estamos a 523 kilórnetros de la Dirección General de Seguridad.
Termino el día en el María Guerrero, donde la genial Marla Asquerino y un grupo de jóvenes grandes actrices que la secundan han estrenado una comedia del catalán Benet i Jornet. Mi querido y querellado Terenci Moix me presenta a Benet i Jornet, una nueva y valedera promesa de la siempre viva literatura catalana, que, sin embargo, ha tenido que venir a revalidarse a la España radial, a un teatro de Madrid, con una gavilla de apasionantes actrices, porque la cultura y el teatro también son una cosa radial, en España, y los rejionales, como los distinguía Juan Ramón, con su jota lírica, acaban en afluentes catalanes, valencianos, gallegos, del castellano.
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