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Se abre una nueva fase en la crisis internacional

Irritación en Occidente por la intervencion americana en Irán

El fracaso de la operación ordenada el jueves por el presidente Jimmy Carter para rescatar militarmente a los cincuenta rehenes de la Embajada norteamericana en Teherán provocó ayer la irritación de los aliados occidentales de EE UU, que no fueron avisados de antemano de esta decisión. El jefe del Ejecutivo norteamericano explicó a su país y al mundo que la operación de tipo comando había sido minuciosamente preparada y fue decidida por motivos «humanitarios». En carta enviada al presidente del Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos justificó su frustrado intento por rescatar a los rehenes como un acto «en defensa propia». Por su parte, el embajador iraní en las Naciones Unidas, Mansur Fahrang, dijo ayer en Nueva York que la operación norteamericana no tenía como objetivo la liberación de los rehenes, sino que formaba parte de un plan para desestabilizar, con apoyo interior, al régimen de Teherán.

El presidente Carter anuló en la noche del jueves al viernes una operación de rescate de los cincuenta rehenes norteamericanos secuestrados en la Embajada de EE UU en Teherán y asumió toda la responsabilidad del fracaso de la tentativa, que se saldó con un balance de ocho muertos y cuatro heridos.La noticia del fracaso del intento de rescate dejó estupefacta a la opinión pública norteamericana, inquietó a las familias de los rehenes y suscitó numerosas reacciones críticas por parte de los congresistas, que no habían sido consultados.

Un fallo técnico en tres de los ocho helicópteros RH53D Sikorski de la Marina, que, junto con dos aviones de transporte Hércules C-130, participaron en la mencionada operación, fue la, causa que obligó al presidente Carter a cancelar la acción militar, según declaró ayer el secretario de Defensa, Harold Brown.

El propio presidente Carter anunció en un discurso televisado desde la Casa Blanca por todas las cadenas de EE UU, a las siete de la mañana (dos de la tarde, hora de Madrid), la suspensión de la operación, aceptando su «total responsabilidad» en el asunto. El presidente norteamericano no dio, sin embargo, en su alocución al país ningún detalle sobre el desarrollo del plan militar.

En una conferencia celebrada en el Pentágono, Harold Brown, quien permaneció reunido con Carter durante gran parte de la noche y de la mañana de ayer, reveló a la prensa que 180 hombres -noventa pilotos, copilotos y especialistas en transmisiones y noventa soldados de élite de las cuatro armas- despegaron a última hora de la tarde de ayer desde el portaviones Nimitz, en el mar de Arabia, y desde algún lugar del golfo Pérsico -el Emirato de Bahrain, según la radio israelí-, con destino a un punto del desierto iraní situado cerca de la localidad de Tabas.

Pero a ese punto del desierto, donde los helicópteros procedentes del Nimitz debían repostar, sólo llegaron seis de los ocho helicópteros previstos. Uno de ellos tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia -su tripulación fue transbordada a otro aparato- y otro tuvo sus primeras dificultades cuando todavía sobrevolaba el mar de Arabia.

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Aun así, según relató Brown, la operación hubiese podido ser llevada a cabo -estaban previstos dos helicópteros más de los necesarios- de no haber tenido fallos hidráulicos un tercer helicóptero durante su escala en el punto de encuentro del desierto. Su avería obligó al presidente a cancelar la misión, en el curso de la cual el comando norteamericano se había visto obligado a hacer prisioneros a cincuenta ciudadanos iraníes -pasajeros de un autobús-, testigos involuntarios de la operación. No se produjo, sin embargo, ningún enfrentamiento con las fuerzas armadas de Irán.

Caso de no haber sufrido fallos técnicos se supone que los helicópteros, que, al parecer, lucían banderas iraníes, se hubiesen dirigido a la Embajada norteamericana en Teherán para intentar liberar a los rehenes estadounidenses.

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Carter no advirtió previamente al Congreso estadounidense de la operación de rescate

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Una vez suspendida la misión y cuando las fuerzas norteamericanas se disponían -acatando la orden de la Casa Blanca- a salir de Irán en un avión de transporte C-130, éste, en la total oscuridad de la noche, colisionó con un helicóptero, arrojando un balance de ocho muertos y cuatro heridos. La evacuación, en el otro Hércules, se produjo a través del espacio aéreo griego. El avión aterrizó a mediodía de ayer en la base norteamericana de Ramstein (Alemania)

El secretario de Defensa concluyó afirmando que la decisión de desplegar los hombres y el material militar necesario para la operación fue tomada hace dos semanas, y que el presidente en persona tomó el jueves la de lanzar la operación.

Finalmente, el secretario de Defensa confirmó también que un amplio espectro de países aliados han sido informados inmediatamente después de la operación por parte de Norteamérica, subrayándose que se trató de una operación de rescate con medios militares limitados y no de una acción militar punitiva contra Irán.

La ley de Poderes de Guerra y su relación con el intento de Carter para rescatar a los rehenes de Teherán provocó ayer una tormenta política en Washington, cuando después del fracaso de la operación senadores y representantes criticaron la acción presidencial. La ley, aprobada en 1973 con el veto del entonces presidente Nixon, requiere que el jefe del Estado consulte al Congreso sobre cualquier «implicación inminente en hostilidades militares». Los congresistas dijeron ayer que Carter debió haberles avisado de antemano.

«Fue estúpido por parte del presidente no consultarnos», afirmó el congresista republicano J. Zablocki (demócrata por Wisconsin), presidente del comité de asuntos exteriores de la Cámara de Representantes. «No hay excusa».

Frank Church, que preside la misma comisión en el Senado, acusó a Carter de ignorar la citada ley, y pidió una investigación.

La ley de Poderes de Guerra establece que antes de involucrar tropas americanas en hostilidades o en situaciones donde las hostilidades son inminentes, el presidente debe consultar al Congreso. Sin embargo, esta legislación no concede al legislativo la posibilidad de bloquear él uso presidencial del Ejército. Después de que se ordena el envío de soldados, sin declaración de guerra por el Congreso, el presidente debe someter al Parlamento un informe en un plazo de 48 horas. Posteriormente, en un plazo máximo de tres meses., la acción militar debe cesar, a menos que sea aprobada por el Congreso.

Sin embargo, el aspirante demócrata a la presidencia Edward Kennedy, e incluso el ex secretario de Estado de la Administración Nixon y Ford, Henry Kissinger, respaldan la decisión el presidente.

Sin embargo, la Administración Carter sufrirá, probablemente, los efectos posteriores de una acción cuyo fracaso se atribuye a «fallos mecánicos». Los países aliados consideran que el presidente de EE UU podía haberlos consultado.

Carter envió telegramas a los países aliados solicitando su apoyo y solidaridad, más necesaria que nunca en estos momentos de grave preocupación para la Administración de EE UU, cuyo fracaso en tierras iraníes se compara en Washington a la fallida acción de desembarco en 1962 en la bahía de Cochinos, en la isla de Cuba.

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