Alan Stivell inicia en Galicia su gira por España
Asistieron 15.000 personas a sus recitales
El cantante y músico bretón Alan Stivell inició en Galicia, con buenísimo pie, su gira de actuaciones en España, que le llevará a los escenarios de Pamplona, Bilbao, Vitoria, Gijón, Madrid y Barcelona. Sus recitales en Pontevedra, primero, y en Santiago constituyeron la máxima apoteosis musical que se recuerda en Galicia.
Stivell llegó por primera vez a uno de los países de ascendencia celta, Galicia, sobre el que tenía hasta ahora sólo referencias cultas y testimonios personales de algunos amigos gallegos que, como el cantante Emilio Cao, suelen visitarle en su refugio bretón de Gourin. La cabeza le hizo una mala jugada, ocasionándole una permanente jaqueca, que no le es habitual, y que le obligó a perseguir las aspirinas por las cafeterías.Su equipo musical, integrado por cuatro jovencísimos y magníficos instrumentistas, no encontró muchas facilidades técnicas para trabajar a gusto. Galicia, en esto, sigue siendo un verdadero desierto, que obliga a actuar a los pocos músicos de categoría que se caen por sus escenarios en lúgubres pabellones deportivos desprovistos de la acústica más elemental.
A pelar de todo, Stivell no sólo venció, sino que convenció plenamente a los numerosos seguidores que tiene en Galicia desde los ya lejanos años en que Gerard, un estudiante bretón, se cayó de lector por Santiago con la maleta cargada de cintas grabadas con música de quien entonces era un perfecto desconocido en toda España. Aquel mismo año empezó en Galicia una imparable influencia del músico bretón, que hoy tiene ya sus frutos en varios intérpretes gallegos.
Pasaron más de veinte años desde el modesto primer disco de Stivell (1958), un 45, y veinte desde su primer elepé, que empezó a situarle en la vía que le condujo a ser uno de los primeros genios de la música europea (Reflects, 1970). Este simpático e inagotable muchachote bretón todavía recuerda, con brillo en los ojos, que empezó a aprenderlo todo de su padre, Jord Cochevelor, un músico y artesano de su país que le enseñó a recuperar y a utilizar como nadie el arpa celta, con la que llegó a hacer maravillas. Las maravillas que le aplaudieron el domingo en Pontevedra y el lunes en Santiago cerca de 15.000 personas, en total.
Cuando está a punto de editarse en España su undécimo elepé (Tirnanog, sinfonía bretona), Stivell aparece en los escenarios de España resistiendo perfectamente el paso del tiempo y emocionando incluso a la pasotería, que, salvadas muy contadas excepciones, conectó con él con facilidad y se enrolló con su música, obligándole a repetir hasta tres veces su actuación de Pontevedra, por ejemplo.
Algo que no carece de importancia es el hecho de que en las dos ciudades gallegas Stivell haya sido precedido en sus actuaciones por el grupo que más esperanza hace tener en el futuro de la joven música de Galicia. Villadoiro, el grupo en cuestión, hizo levantar auténticamente las posaderas de un público que ya estaba, hasta ahora, cansado de ramplonerias y de clichés galleguizantes. Fue una maravilla oír por fin en Galicia intérpretes tan ágiles y verdaderos de una música popular adaptada sin gazmoñería y sin inautenticidades. Tuvieron razón los espectadores, que abandonaron el pabellón pontevedrés diciendo que «Galicia ya tiene, por fin, un conjunto que poner al lado de un genio como Stivell sin ruborizarse». De hecho, entre Villadoiro y el bretón hay, en el buen sentido de los parentescos, mucho más que la coincidencia de ser intérpretes de dos países hermanados por la ascendencia céltica.
Babelia
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