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Crítica:LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Curro, a hombros por la puerta del Príncipe

Segunda corrida de la feria de Sevilla

En hombros sacaron a Curro Romero por la puerta del Príncipe y, además, con todo merecimiento. Una multitud enardecida le seguía. Le alfombraban el suelo con ramitos de romero. Como en sus mejores tiempos, o mejor aún que en sus mejores tiempos, recibía Curro la adoración de Sevilla. El, a cambio, había dado una gran tarde de toros.Con el capote y con la muleta la dio. Aquellas verónicas del quite superaron las de recibo, que parecían inmejorables. Esas manos bajas, esa cadencia para embarcar la embestida tienen la marca de Curro y no hay posible imitación. Pero cuando dibujó la media verónica, tan suave y tan mecida, armó un alboroto y pareció que todo lo anterior no había tenido importancia.

Plaza de Sevilla

Tres toros de Núñez Moreno de Guerra y tres de Carlos Núñez, que, en general, dieron juego; mejores los de Moreno. Curro Romero, estocada corta (dos orejas). Estocada (oreja, dos vueltas al ruedo y el delirio). Manzanares, estocada atravesada que asoma (oreja). Cuatro pinchazos, dos descabellos, aviso con un minuto de retraso, y otro descabello (vuelta). Espartaco, estocada desprendida (oreja). Estocada atravesadísima, que asoma, y descabello (ovación). Curro Romero salió a hombros por la puerta del Príncipe.

Y con la muleta, lo mismo. Contar la primera faena es contar la antología del toreo clásico en versión de un artista consumado que pone el alma en su tarea y además le colman todas las musas. Derechazos, naturales, pases de pecho, cambios, trincheras, pases de la firma, molinetes se sucedían con armonía en ligazón continua, para locura -porque loquitos nos tenía- del currismo y de cuantos llenábamos la Maestranza.

« ¡Este no es mi Curro, que me lo han cambiado!», se oía decir. Pero Curro era, no el de los miedos, sino el que eleva a la categoría de arte la técnica torera, y tan en vena de aciertos que, por si algo faltaba, con una sola estocada acabó con la vida de la fiera. Su vuelta al ruedo fue apoteósica, vivida, degustada, hasta llorada en cada palpitación de los miles y miles de corazones que latían acelerados por la emotividad. Nadie pedía más: nadie necesitaba más, porque Curro había refrendado la razón de ser del currismo más ciego y galopante, y la mayoría de sus seguidores habían puesto freno a toda esperanza de que el suceso se volviera a repetir.

La sorpresa se produjo, sin embargo, y en el cuarto, Curro llegó a tener momentos cumbres, muy por encima de la faena anterior. Lo ligaba todo, para el asombro. El toreo en redondo, al natural, los remates, hasta los adornos ligó, y de esta forma daba la lección, tan olvidada en nuestro tiempo, de lo que es en esencia el toreo.

Pero dentro de esta maravilla de técnica -en un torero que, por cierto, es genial, pero nada técnico- hubo de repente un derechazo que nos levantó de los asientos, y luego otro que sacó a la Giralda de sus cimientos. Explicarlo apenas merece la pena, pues en cualquier caso nos quedaríamos cortos. Para iniciarlos, diremos que esos muletazos fueron perfectos y estarán entre los mejores que Curro y toda la galería de maestros, desde Pepe-Hillo, hayan dado jamás. La imagen -tan fugaz, como siempre, en el arte de torear-, el recuerdo de aquellos pases llenan ahora nuestra memoria y la encandilan, y quisiéramos que hubieran durado una eternidad.

Había tenido dos toros boyantes, y con otro del mismo juego, Manzanares cuajó una bonita faena. El quinto era probón, pero el alicantino consiguió meterlo en la muleta para unos naturales muy hondos y de verdadero mérito. Espartaco toreó valiente y animoso al tercero, un torillo de nada, e hizo lo que pudo con el sexto, que sé defendía en tablas. Bien todo, incluidos los subalternos, y entre éstos, Corbelle, que estuvo magnífico con capote y banderillas. Lo de ayer en Sevilla fue un corridón, con Curro de mago. A estas horas, el currismo lo tiene en los altares y le ofrenda ramitos de romero. Le llaman san Curro Romero, virgen y mártir.

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