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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La euroizquierda

BERLINGUER ESTÁ en China, con una delegación del Partido Comunista italiano: es la primera vez que un dirigente comunista europeo acude a Pekín, desde la llamada ruptura ideológica entre la URSS y China de una manera oficial. Carrillo estuvo en 1971, pero era todavía un exiliado con un horizonte oscuro en su propio país, y su visita fue discreta y no oficial. Hay que anotar, sin embargo, aquella fecha y aquella visita como el trabajo de un percusor de lo que después ha tomado el nombre de «eurocomunismo» (sin duda sobre ideas de aquellos a quienes él mismo depuró antes de su partido, como Semprún y Claudín). Pero el protagonismo lo tiene ahora Berlinguer, apoyado por un partido que en número es el segundo de Europa y en capacidad de influencia y de movimiento el primero. Su viaje a China viene inmediatamente después de haberse negado a acudir a la Conferencia de París convocada por Marchais -y rechazada también por Carrillo-. La actitud de Berlinguer sucedió tras su entrevista con Mitterrand, que a su vez era una consecuencia de las que tuvo con Soares, en Portugal, y con Felipe González, en España. A todo este movimiento encabezado por el partido italiano se le está dando el nombre de «euroizquierda» y parece querer consistir en un movimiento de política internacional que quiere tomar las riendas de una posición bastante clara de una mayoría de la opinión pública europea: la tercera vía, la diferenciación clara de una posición distante de la soviética, conde nada taxativamente, y del desentierro del hacha enmohecida de la guerra fría. Es una forma de entrar en concurrencia directa con el europeismo del centro y la derecha gobernantes, que hacen esfuerzos por separarse de Estados Unidos, por lo menos hasta que pasen las elecciones, y se resiste a escoltar la política de sanciones contra la URSS y contra Irán.Visto de otra forma: el PCI, aislado en su país, privado una vez más de participación y aún de influencia en el Gobierno, busca ahora su «compromiso histórico» con las izquierdas de otros países. Multiplica sus definiciones. Podrían encontrarse en el discurso del alcalde (comunista) de Turín al recibir al Papa: mientras Wojtyla acusaba al liberalismo «iIuminista, racionalista y cientificista» laico y al marxismo ateo de la paternidad histórica del terrorismo, el alcalde emitía, impertérrito, la línea general de su partido: un «proyecto de promoción colectiva. que tenga por referencia modelos de vida, valores culturales más elevados y diferentes de los de un mundo incierto y confuso». La supuesta euroizquierda supondría la concentración de un pensamiento humanista cuyo origen inmediato habría que buscar en los enciciopedistas franceses, quizá un poco más en Rousseau que en Voltaire, que volviera a dar ánimo a los izquierdistas mentales perdidos por las decepciones continuas de la política práctica y sus maniobras. Si es que no vienen a caer en el escepticismo de pensar que este movimiento es también una política de maniobra y de inmediatez. Si río un oportunismo, la idea parece por lo menos una oportunidad. No es fácil que los gobernantes de la Europa de hoy puedan llevar adelante sus reticencias con respecto a la forma de conducir la guerra fría que intenta Estados Unidos, porque sus compromisos y sus obligaciones son demasiado elevados. La oposición podría encontrar, quizá, una argumentación más libre. Siempre a partir de condenas incesantes a la URSS para quitarse el pegajoso manto del prosovietismo.

Más que todas las declaraciones y todas las palabras, la renuncia a la Conferencia de París, donde trata de armarse un comunismo prosoviético, y la amistosa visita a Pekín que sigue siendo el punto más antisoviético del mundo, son un ejemplo de lo que pretende ser esta «euro izquierda». Produce horror en Moscú, desconfianza en Washington y movimientos de defensa en las capitales europeas, donde los gobernantes no quieren dejar que la izquierda se apodere de los grandes temas que previamente ellos le han robado.

Puede ser un movimiento esclarecedor, pero, por el momento, no sale todavía de la misma confusión en que se encuentra el mundo político de hoy.

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