Los andróginos
Jesús, si es que esto es el no parar. Cuando nada menos que Líster me sustituye/ refuerza en el frente Assía, ya tengo pelea en otro frente. Miguel Bosé le dice a Miguel Ullán, el otro día, en este periódico, que yo le hice una vez a su madre (Lucía Bosé, señora de Somosaguas) una entrevista bellísima, mientras almorcé con ambos, la madre y el hijo, pero que yo fui a aquella casa a robar y por eso ahora les tengo tanto odio y me meto siempre con él, el autoandrógino (se define a sí mismo como andrógino, que es lo mismo que si una camella se definiese a sí misma como camella).Me dio una esperanza, el andrógino, cuando leí su afirmación de que yo había ido a aquella casa a robar. Han pasado unos años y realmente no recuerdo si me llevé algún áncora de oro, como al descuido, o alguna cana de plata de esa mujer a la que he amado en silencio desde la primera película neorrealista hasta la última anécdota gentil que sobre ella haya podido contarme Otero Besteiro. Por más que Héctor y Karin Si¡veyra me vean en el horóscopo dominical de Abc como «dueño de una inteligencia inquieta», cosa que les agradezco, es necesario de vez en cuando, por no perder imagen, robar un reloj de oro, violar a una anciana o debelar a un anciano vaqueiro y franco/ marxista, que, como dice Bukowski, el odio dura más que el amor. Y es más rentable. Pero resulta que no. Miguel Bosé lo explica y, claro, lo estropea: dice que yo fui a Somosaguas a robar gestos, actitudes, palabras. A ese robo triple, mushasho, es a lo que se llama una buena entrevista, mushasho, entrevista que tú mismo has calificado de bellísima, y que no lo hubiera sido tanto sin tales robos. Por otra parte, yo hacía la entrevista para Ansón, y Ansón, que tanto defiende/ patrocina/mangonea y come el coco a la profesión periodística, tampoco me pagaba demasiado, de modo que habría estado justificadísimo el que yo me llevase de paso alguna joya empeñable. Cierta carroza del periodismo, que me instó mucho para que fuese a su casa a recoger unas primeras ediciones de uno de mis clásicos, anda diciendo ahora por las librerías que yo iba a robarle libros. Quisiera uno entrar en la gloria de los escritores/ chorizos, con Villon, Genet, Ruano y Celline, pero lo cierto es que a la señora Somosaguas no le robé ni el recorte de una uña, que hoy guardaría como gema, tal aquel capitán de Reyna Ysabel que se hizo una sortija con un diente desprendido de la facedora de la unidad de España, que ahora desface Suárez por ser el presidente de diez o quince presidentes.
Así que ningún contencioso contra la familia Bosé, salvo el no haber prestado la debida atención periodística (o extraperiodística) al autoandrógino, porque hay andróginos masculinos y andróginos femeninos, y a mí me han ocupado demasiado tiempo, en esta vida, los andróginos femeninos como para perderlo con los que crecen en Somosaguas, entre orquídeas y rododendros, caso de que no sean ellos mismos las orquídeas. El androbosé no sabe que una entrevista es robo porque no sabe nada de la profesión periodística (envíale el Libro de estilo, jefe), como ejemplarmente ha demostrado en la revista Interviú con los artículos escritos por él o por quien escribe con sus bolígrafos. Y si alguna vez le he llamado cantante UCD, no es que con ello le confiera un carné político, sino que él, como UCD, propugna una felicidad de nada y titanlux, más aquellas carreras andróginas que se pegaba en un flin que hizo, con gran rugido y protesta de toda la basca rockera del cine Capitol, por las alturas, no porque los andróginos no tengan derecho a hacer los recados al trote, sino porque ellos y habíamos pagado (o robado la entrada) por ver correr a alguna andrógina, que son las que siempre han corrido en el cine, desde Diana Durbin a Bo Derek, cuyos reversos galopantes amortizan mucho más el precio de la butaca.
«Somos una generación de andróginos», dice Boselito. Toda generación es andrógina a tu edad, amor, pero algunos, además, tienen talento. ¿Y el tuyo? Te prometo que yo no te lo he robado.
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