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Dos mil gibraltareños se manifestaron contra la apertura de negociaciones

Alrededor de 2.000 personas se manifestaron el domingo pasado en Gibraltar, tras asistir a un mitin convocado y pronunciado por el líder del Partido Socialista gibraltareño, Joe Bossano, como protesta por la apertura de negociaciones entre España y el Reino Unido sobre el futuro del Peñón. El señor Bossano, que aludió a la inviabilidad de negociar la soberanía de la Roca, opinó que estas negociaciones deberían celebrarse entre miembros del Gobierno británico y de la comunidad del Peñón, sin intervención del Gobierno español.

Una vez finalizado el mitin, los manifestantes se dirigieron por Main Street, la calle Real, hacia la residencia del gobernador británico, señor Jackson, a quien el líder socialista hizo entrega de un escrito de protesta en los términos antes aludidos. Joe Bossano había protestado públicamente a raíz de conocerse el acuerdo de Lisboa. Aparte el tema soberanía, que los gibraltareños tendrán ocasión de exponer en las negociaciones hispano-británicas como miembros de la comisión británica, las razones inmediatas se centran en un análisis de las consecuencias próximas que podrían suponer la anunciada apertura de la verja y el restablecimiento de comunicaciones por vía aérea y marítima.Por encima del temor expresado por el señor Hassan, primer ministro, sobre la posible incidencia negativa que la apertura de la verja tendría para la «pacífica y apacible vida de los -gibraltareños» (véase EL PAIS del pasado domingo), se ha generado un nerviosismo general ante la competitividad que los trusts comerciales y de construcción del Peñón tendrían que encajar. El aislamiento que la Roca ha sufrido durante once años ha incidido negativamente en la adecuación de sus infraestructuras hoteleras y comerciales. Aparte de todo, los gibraltareños piensan que este paso dado por Gran Bretaña (no estiman importante la gestión diplomática española para llegar al acuerdo de Lisboa) es una forma de eliminar a la larga el pesado lastre económico que Gibraltar supone para la Hacienda británica.

Viajar hoy desde Algeciras a Gibraltar es una larga, costosa y tediosa aventura, que cuesta, en el mejor de los casos, 5.000 pesetas. Es necesario pasar tres controles aduaneros (Algeciras, Tánger y Gibraltar), atravesar dos veces el Estrecho y sufrir los embates del viento de Levante sobre las inadecuadas lanchas hidrofoil, pensadas para navegar a gran velocidad sobre superficies de agua en calma, pero no por el Estrecho. Con mar plana, el viaje dura alrededor de dos horas y media en lancha, y con Levante, entre cinco y seis horas; a bordo de ferrys marroquíes. Con la apertura de la verja, la distancia por carretera entre Algeciras y Gibraltar se cubre en quince o veinte minutos, pasando un solo control aduanero, y el precio es el que cueste la gasolina. Las compañías navieras marroquíes también sentirán el golpe económico que les supondrá el restablecimiento de comunicaciones.

El recobrar las facilidades para visitar Gibraltar supone, en principio, un negocio inmediato para el comercio y la hostelería gibraltareños y, a medio plazo, un objetivo para la inversión turística y comercial de los promotores de la Costa del Sol.

Mientras en la parte andaluza de la verja se preocupan por el retorno de un contrabando a la antigua usanza, los concejales del Ayuntamiento de La Línea afirman que será sistemáticamente denunciado y perseguido el contrabando. Los comerciantes de Ceuta, por su parte, han expresado su preocupación por boca del concejal ucedista Francisco Olivencia, sobre las catastróficas consecuencias que puede tener para el comercio ceutí la competencia de otra zona libre de impuestos a la que se puede llegar por carretera.

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