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Reportaje:

La distribución de la carne almacenada en el matadero no abarató los precios

Muchos de los carniceros de la nómina de Madrid acudieron ayer al Matadero Municipal provistos de automóviles de turismo, furgones convencionales y otros vehículos no especializados en el traslado de carnes, desde las cinco de la madrugada en adelante. En el patio exterior, las autoridades habían destacado a varias unidades de la Policía Nacional, en previsión de desórdenes que pudieran derivarse de la presencia de piquetes de huelguistas.

Sin embargo, la mañana transcurrió sin incidentes y, a mediodía, los puestos de carne de los grandes mercados madrileños aparecían abastecidos en sus niveles normales, bien con ayuda de los vehículos particulares, bien con la de los equipos especializados de otros mataderos o canales paralelos. En apariencia, los precios de la carne no se veían afectados por el conflicto, si bien los carniceros advertían que la repercusión era inminente.A las 5.30 de la mañana, la actividad comenzó en el Matadero Municipal, como de costumbre. Las grandes naves, repletas de reses despiezadas en cuartos, acusaban el movimiento habitual de veterinarios, chacineros y detallistas. Sólo un dato hacía distinto el comienzo de la jornada en el matadero: en el patio enrejado exterior, varios furgones de la Policía Nacional y algunas unidades de la Policía Municipal habían sido destacadas junto a la entrada en previsión de desórdenes.

Unas horas antes, los 264 empleados del servicio de transporte y reparto de carnes del Ayuntamiento habían emitido un comunicado «a los vecinos de Madrid» para justificar las razones de la huelga que habían iniciado el lunes. En el segundo párrafo se dice literalmente: «Estamos obligados a esta huelga por la antidemocrática actitud del Ayuntamiento de poner en la calle a la plantilla de este servicio -muchos de estos trabajadores llevan en el matadero más de veinticinco años-, alegando que es deficitario, como si el propio Ayuntamiento no tuviera más servicios o empresas con pérdidas abismales comparadas con las nuestras.»

Pero a las 5.30 comenzaron a llegar los turismos, las furgonetas de los supermercados y los camiones habilitados a toda prisa. José Alba, el dueño de Carnicería Alba, en el mercado de la Cebada, traía su propio automóvil y disponía en él las piezas de carne para mantener las reglas de higiene. «Hoy nos han dejado sacar el género comprado el lunes. Hemos venido a abastecernos, porque la carne sube en cuanto no hay matadero: los profesionales del ramo estamos entonces obligados a surtirnos a través de canales paralelos. Con ello se ve seriamente afectada la ley de la oferta y la demanda. Los vendedores ofrecen una variedad de géneros mucho menor, con los consiguientes perjuicios de falta de calidad y de encarecimiento. Respecto a perjuicios económicos, algunos de nosotros preferimos aguantar con los precios antiguos, pero podremos hacerlo por muy poco tiempo. Si la situación se prolongase, inevitablemente se vería afectada el ama de casa. Yo, que llevo treinta años de carnicero en el mercado de la Cebada, creo que el Matadero Municipal de Madrid es simplemente necesario.»

En el mercado de la Cebada, Cándido Martín está recontando una partida de corderos en su puesto. «Yo he ido a. buscar género por ahí, a cámaras privadas; no me ha abastecido el matadero. Ello ha supuesto que los corderos me hayan encarecido treinta pesetas por kilo.» A escasos metros, en otro puesto del mercado, Julián Valle, el encargado de Carnicería Elisa Fernández, despacha a un cliente y recuerda las complicaciones de la jornada. «Yo también he ido con un turismo. De momento se mantienen los precios anteriores a Semana Santa, por lo que se refiere al vacuno, los corderos han venido de otro matadero. Naturalmente, en éste he comprado más caro.»

Había serias dudas sobre: la capacidad de conservación que pudiesen ofrecer los vehículos privados frente a las características homologadas de los frigoríficos habituales. Julián acepta las objeciones: «Es evidente que el género aparece más seco que de costumbre, pero eso es todo.» En el mercado de Maravillas, un apreciable número de carniceros había preferido abastecerse también en canales paralelos y, en consecuencia, ha disfrutado de los vehículos especiales, igual que otros tenderos del mercado de San Miguel. Manuel Rodríguez, uno de los detallistas de Maravillas, confiesa que «el añojo ha venido recargado en quince o veinte pesetas. De momento podemos absorber la subida, sin embargo, al final habría que cargarla en la cesta de la compra. Yo también soy partidario de que el Matadero Municipal sobreviva, por razones de precio y de calidad». En todos los grandes mercados madrileños, las carnicerías mostraban sus habituales niveles de abastecimiento y en apariencia, las amas de casa no encontraban motivos de queja.

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A primera hora de la mañana, el Matadero Municipal estaba ya semivacío. Uno de los veterinarios comentaba en voz baja que, por el momento, no había previsiones de que el género almacenado tuviese problemas de conservación. «Las cámaras frigoríficas garantizan amplios márgenes, y el género que aún no se ha vendido está dentro de ellos sin apreturas.» En los ambientes próximos a la administración del complejo se comentaba favorablemente la ausencia de incidentes provocados por piquetes de huelguistas. José Alba, el carnicero del mercado de la Cebada, comentaba que hay que entender todas las posiciones, pero que los repartidores están sometidos a grandes esfuerzos.»

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