Constituida la comisión gestora del Fondo de Garantía de Depósitos Bancarios
Un par de días antes de la interpelación socialista al Gobierno sobre el reciente decreto-ley que modifica la ley de Sociedades Anónimas y crea el Fondo de Garantía de Depósitos Bancarios (véase EL PAÍS, 29-3-1980) y a la semana de su publicación en el BOE, se ha constituido en Madrid la comisión gestora de dicho fondo, que comenzará en muy breve plazo su plan de salvación de bancos en apuros.
La comisión gestora del Fondo de Garantía de Depósitos (FDG) está compuesta por cuatro miembros del Banco de España y cuatro de la banca privada, nombrados por el ministro de Economía, a propuesta del gobernador del Banco de España. Los ocho hombres que decidirán desde hoy la supervivencia, el enderezamiento de los desequilibrios patrimoniales, la auditoría, intervención y subasta de algunos bancos en apuros para su posterior relanzamiento como banco privado o para su condena a las tinieblas semipúblicas del fondo o a la desestabilización son los siguientes:Ricardo Tejero, consejero director general del Banco Central, representa a la gran banca.
Emilio Ybarra, consejero delegado del Banco de Bilbao, representante de la gran banca.
Alfredo Lafita, vicepresidente ejecutivo de la Banca March, representante de la banca mediana.
Oliú, del Banco de Sabadell-, representa a la banca pequeña.
Mariano Rubio, subgobernador del Banco de España.
Angel Madroñero, director general del Banco de España.
José Luis Núñez, subdirector general del Banco de España.
Antonio Gómez Picazo, del Banco de España.
Estos ocho pares de la banca se reunirán por primera vez en breve plazo para decidir, a la luz de los informes ya realizados por la inspección permanente del Banco de España, la intervención conminatoria del Fondo, aconsejando la convocatoria de junta general extraordinaria para la reducción del capital y su posterior ampliación (Operación Acordeón, entre los expertos), y en qué orden de prioridades juzgan y resuelven los casos más acuciantes.
Hay una notable expectación en medios bancarios por comprobar la eficacia de este nuevo mecanismo legal de salvación de bancos en dificultades y se barajan ya entre algodones los nombres de los primeros bancos-cobayas que tomarán la purga del Fondo de Garantía de Depósitos. Destaca entre los rumores un banco industrial pequeño o mediano como primer candidato, aunque debido a la delicadeza del tema resulta comprensible que el proceso se esté llevando con extremada prudencia y sigilo.
También destaca, una vez aprobado el Fondo, el cambio de actitud experimentado en medios próximos a los grandes bancos que antes parecían preferir el hundimiento de los malos -«el que la hace, la paga», de Termes- antes de llegar a esta situación y ahora, sin embargo, ven con mejores ojos la solución adoptada, aunque es notoria la protesta de que es un sistema muy costoso para ellos y mantiene aún la incógnita de qué pasará con los depósitos de un banco que anuncie en su próxima junta general extraordinaria su reducción y ampliación de capital, desde la convocatoria hasta su realización. Esta será la semana más larga del Fondo de Garantía de Depósitos y su prueba de fuego. También existe la creencia generalizada de que antes de que el Fondo conmine a un banco pequeño o mediano en apuros éste preferirá, a partir de ahora, rebajar sus antiguos altos precios de venta y ofrecerse sin resistencias a los grandes, que inyectarían capital sin necesidad de subasta y espectáculo público.
La preocupación por el coste del saneamiento de bancos ajenos mal gestionados resulta patente, ya que, señalan fuentes bancarias, esta operación le cuesta a cada banco el 10% de sus beneficios libres de impuestos, pues la cuota a pagar a fondo perdido supone el 1% o de los depósitos y los beneficios de la banca rondan, por lo general, el 1% de aquéllos. Con la ayuda del Banco de España, que hará los anticipos necesarios, el Fondo tendrá dinero propio dentro de treinta o cuarenta años, como ocurre en el caso del Fondo norteamericano, hoy sobrante de cuotas, pero fundado precariamente tras la gran depresión del año 1929 que llevó a la quiebra a 9.000 bancos en Estados Unidos.
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