_
_
_
_
_

"El campo se está urbanizando en todo el mundo" '

El campo se urbaniza en todo el mundo. La colonización del campo por el hombre de ciudad es uno de los hechos más importantes acaecidos en nuestra sociedad a partir de la segunda guerra mundial, hasta el punto de que la propia existencia del «hombre de montaña» está amenazada por esta colonización por parte del «hombre de la ciudad». Estas son algunas de las ideas expresadas a EL PAIS por Pitt-Rivers, autor de Los hombres de la sierra, quien con Campbell es uno de los dos discípulos no africanistas del conocido antropólogo de Oxford Evans Pritchard. El doctor Rivers estuvo en Madrid invitado por el Banco Urquijo y la Casa de Velázquez, para asistir al reciente simposio sobre la montaña celebrado en nuestra ciudad.

El antropólogo británico pone como ejemplo de sus hipótesis lo que está sucediendo en la sierra de Guadarrama, donde las estructuras sociales y económicas se están transformando en favor de los usos ciudadanos.Según Pitt-Rivers, «la ciudad prevalece sobre la montaña; lo que se debe, primordialmente, a la detentación del poder. Este está distribuido de acuerdo con la densidad de población, lo que conforma, a su vez, una organización social más completa y una mayor abundancia de medios materiales. Cuando el hombre de ciudad llega a la montaña; cuando aparece el turismo», añade el antropólogo inglés, «la comunidad social campesina generalmente se quiebra. Al hombre de la montaña se le plantea la disyuntiva de aferrarse a sus costumbres, a sus tradiciones, o bien adecuarse a las importadas de la vida urbana. A veces», aseguró, «el etnocidio es inevitable, pero conviene darse cuenta.»

«Las mujeres del campo no quieren ser campesinas», explica Pitt-Rivers, «quieren ser señoras. Por ello, deben acudir a la ciudad, aun cuando allí, en la mayoría de los casos, deban realizar trabajos que no reafirman tal condición. Ser campesina, sin embargo, no es sinónimo de femineidad; la mujer rural está considerada como una especie de animal.»

Este hecho plantea no pocos problemas a las comunidades montañesas y rurales en general. «El ideal en Francia», añade el antropólogo, «es que el hijo quede a cargo de la hacienda, para lo cual debe quedarse en el campo, y que las hijas vayan a la ciudad, que estudien el bachillerato.»

El campesino se ha convertido, pues, en un ciudadano de segunda categoría. «En Francia», explica Pitt-Rivers, «los niños campesinos ya no aprenden sus lenguas vernáculas sino hasta los dieciséis o diecisiete años. Van primero a la escuela, y sólo cuando deciden quedarse en el campo y continuar la vida de sus mayores, se interesan por sus raíces y tradiciones.»

Interrogado finalmente sobre la posible influencia de los espacios abiertos sobre el carácter del hombre de la montaña, no concedió demasiada importancia a este hecho. «Una vez», nos relató, «llegó a un pueblecito de la montaña un hombre del litoral. Al verle un tanto angustiado le preguntaron qué le sucedía. "El cielo es tan pequeño aquí", contestó. »

Señaló, no obstante, una circunstancia muy curiosa: «Las ciudades actuales, es obvio, cuentan con mayor espacio real que las antiguas; las calles y avenidas son mucho más anchas... El espacio psíquico, sin embargo, es comparablemente más reducido.» Si esto ha ocurrido con nuestras ciudades, lo ideal sería, seguramente, no trasladarlo a lo que quizá constituya una de las mejores válvulas de escape para el estado anímico del hombre urbano: el campo. En palabras de, Pitt-Rivers, «el etnocidio de la gente del campo es, seguramente, inevitable. Conviene ser conscientes, no obstante, de que tras el suyo puede llegar el nuestro».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_