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Reportaje:

The Beat, la verdad del "rock and roll" directo y sencillo

Actuación sorpresa del grupo de Estados Unidos

No querría exagerar, pero tengo la sensación de que la actuación sorpresa y gratuita de The Beat en El Escalón ha sido uno de los sucesos más importantes que ha ocurrido en este país desde hace muchos años. Vamos a contar la historia.

The Beat es un grupo americano que suele merodear por la costa oeste y que este verano surgieron como la alternativa aparente de la multinacional CBS frente al fenómeno Knack (Capitol). Paul Collins, que es su líder, nació en Manhattan y durante un tiempo tuvo ocasión de mostrar sus habilidades como guarda de aparcamientos. Más tarde dejó los coches por la batería y hacia 1974 comenzó a componer y a cantar. Como la combinación canto-batería no daba mucho de sí, cogió una guitarra y con unos cuantos amigos formó The Beat, grupo que lograría atraer una fuerte audiencia local en Los Angeles y que de esta forma pasó a estar apadrinado por el gran promotor Bill Graham y a firmar por la gran compañía CBS. Su primer álbum The Beat estaba bien, incluso muy bien, pero un cierto mosqueo con respecto al tratamiento promocional (intensivo) que sufrieron consiguió que el disco se vendiera más bien poco. Y en esas estábamos cuando en el seno de su primera gira europea se dejan caer por Madrid para mover la boquita en Aplauso.Por la mañana, los Beat habían sido entrevistados por Miguel Angel Arenas, compañero cuya más reciente actividad es la de programar musicalmente El Escalón, tugurio del Centro Norte que ahora va a contar con actuaciones todas las noches y sin más pago que el de la consumición. El pasado lunes comenzaron Los Ejecutivos Agresivos, quienes, dicho sea de paso, bien pueden contarse entre los grupos más divertidos que atruenan en este momento la capital. Miguel Angel invitó a los americanos a pasarse por allí después del pasmo televisivo y de sus miles de entrevistas y soltó, como en broma, que si lo deseaban podían tocar. Dicho y hecho, una vez enterados de que el equipo e instrumentos (ya veremos) de los Ejecutivos les servía, The Beat quedaron en pasarse por el club esa noche ante la incredulidad de los presentes. Un poco más tarde, la cita era con EL PAIS, y la sorpresa se concretaría para las once u once y media de la noche.

Una gran actuación

Una tarde de llamadas febriles, de entrevistas en radio donde se dejaba entender que aquello iba en serio, pero se guardaba secreto sobre el local (muy pequeño) y finalmente, a las 11.30, The Beat coger los instrumentos y, sin apenas probar sonido, utilizando un equipo muy poco sofisticado y un bajo de juguete, comenzaron a tocar. Quién más, quién menos, pensaba que harían un par de canciones, comprenderían que aquello sonaba fatal y se irían a descansar para coger el avión que les trasladaría a París a las ocho de la mañana. Pero no. Resultó que el presunto invento de la industria se tiró tocando cerca de hora y media, superaron sobre la marcha los problemas de un equipo que no conocían, se entregaron cómo pocas veces se ha visto por aquí, disfrutaron, hicieron disfrutar a quienes estaban bailando sin parar y soltaron un rock directo, bonito, sencillo, demoledor: una barbaridad.Tras la actuación, en el transcurso de la cual Paul Collins saltó entre el público, se desgañitó y lo sudó todo, Michael Ruiz (el batería, cuyos abuelos vivían en la calle de Tribulete) no paraba de sonreír, el bajo Steven Huff aullaba de cuando en cuando, y el guitarrista solista Larry Whitman ametrallaba al personal con su hacha-, después de todo, eso digo, el tal Collins se me viene todo mojado y suelta: «Mucha multinacional, ¿verdad?, pero tú lo has visto, hemos tocado gratis, nos hemos divertido y la gente también.» Sí, muy bonito todo, suficiente como para que toda una responsable de CBS internacional, Jenny Bier, casi llorara: «Es lo más bello que ha pasado en lo que va de año; cuando una está acostumbrada a tanta mierda, es maravilloso poder escuchar algo auténtico, rock por la cara». Y no era promoción, es que la mujer lo sentía.

Con este concierto imprevisto (recuerdo cuando a los ingleses de Magazine no les dejaron tocar en el Zeleste de Barcelona), The Beat dio, además de espectáculo, una serie de lecciones. No son ningún invento, son un gran grupo de rock, se puede hacer sonar bien casi cualquier cosa (equipo me refiero); ha podido ocurrir esto porque, hoy y ahora, esto es posible en Madrid, porque hay locales aunque sea mínimos, porque hay gente que entiende de qué va el rock en 1980. Y, finalmente, hay que pasmarse: cuando el encargado de CBS España trataba de llevárselos a descansar al hotel, los miembros de The Beat explicaban que igual que los Ejecutivos se habían quedado a verles a ellos, ellos se quedaban para escuchar a los Ejecutivos. Al final tuvieron que irse, repartiendo abrazos y recibiéndolos: esto era el show sin bussines, la sangre del rock and roll, un suceso histórico, mítico, legendario, lo que ustedes quieran: siempre nos quedaremos cortos, aquello y lo que suponía era ciertamente demasiado.

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