Oferta y demanda
La frase estúpida de «contra Franco vivíamos mejor» a veces cobra visos de realidad. Sobre todo cuando se aplica al mundo de los trabajadores.Por demagogia, por paternalismo, porque no creásemos problemas, los trabajadores teníamos una serie de escudos protectores. Ahora nos hemos puesto a ritmo europeo y los hemos perdido. Por las alturas cogen al vuelo las cosas europeas que les benefician y, naturalmente, olvidan las que les perjudican. Me explicaré:
En Europa, a los trabajadores no les defiende el Gobierno. Los defienden sus centrales sindicales. Son dos poderes fuertes que se enfrentan y negocian. De un lado, los patronos, del otro, los sindicatos. Poderosos ambos, las soluciones suelen ser equilibradas.
Aquí, en cambio, se enfrenta un fuerte poder patronal, más fuerte y con apoyos extraños (que se han dado en llamar fácticos) que en el resto de Europa, y para enfrentársele sólo tenemos unas raquíticas centrales sindicales, con un bajo índice de afiliación y que para colmo están más preocupadas de hacer política que de defender los derechos de los trabajadores.
En estas condiciones se habla alegremente del despido libre, porque es lo que a nuestras empresas puede hacerlas competitivas frente a las europeas. El olvido de la tecnología, de las máquinas modernas, de la programación adecuada, de la economía sensata, de los márgenes comerciales razonables, es evidente. La única panacea salvadora es el despido libre, olvidando que si en Europa existe el despido libre también existe el seguro de desempleo eficaz.
Mientras, los patronos se frotan las manos. Dentro de poco los trabajadores no exigiremos subidas, ni siquiera las pediremos; sencillamente nos arrastraremos temblando, por un puesto de trabajo. Esto es lo que en economía se llama «ley de la oferta y la demanda».
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