La agresión de cada día
El mismo día, sábado 8 de marzo, en que aparecía en EL PAIS una carta titulada Agresiones, donde un ciudadano relataba las «vicisitudes» de su encuen tro con una «manada de cuatreros fascistas», y cuando grupos ultraderechistas alteraban el orden salvajemente en(Pasa a página 10 ) (Viene de página 9)
una discoteca y otros puntos de la ciudad, mi hermano, de diecinueve años, convalecía en una clínica madrileña de las lesiones (traumatismo craneoencefálico y conmoción cerebral, según parte facultativo) propinadas por unos quince mozalbetes (quince-diecisiete años) ultraderechistas la noche anterior, en el cruce de las calles de Alberto Aguilera y Princesa.
Al parecer, todo su delito fue haber asistido a dos sesiones del juicio de Atocha (mi hermano estudia Derecho en la Universidad Complutense) y no profesar la ideología fascista, aunque tampoco pertenece a ningún partido político.
Uno de los agresores que le reconoció («Hombre, a ti te vimos en el juicio de Atocha. ») portaba una insignia con dos siglas fácil y tristemente reconocibles por la mayoría de los españoles pacíficos que defendemos la democracia. La correspondiente denuncia fue presentada el mismo sábado en la comisaría del distrito.
Podría acabar esta carta con las ya tópicas preguntas y conclusiones que están en la mente de todos, pero sólo querría exigir a quien corresponda que se controlen y persigan enérgicamente todas aquellas tribunas, personas o instituciones desde las que se intoxica de una forma siniestra a la población, incitando a la violencia, a la intolerancia y a la degradación de la vida ciudadana.
¿Amnistía para Atocha? ¿O broma de pésimo gusto? ¿O tal vez entrada gratis al cine exhibiendo un carné fascista? Esperamos ansiosos respuestas a tan cruciales interrogantes.
Madrid
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