El poderío de Paquirri
Decíamos que en el mundillo taurino manda El Cordobés, pero será con permiso de Paquirri y, si nos apuran, con el de Dámaso González también. El problema de la fiesta tiene una solución clara, para la cual sólo es necesario que los taurinos sepan operar con los factores disponibles. La promoción del espectáculo no empieza y termina en El Cordobés, como pretenden. Por ejemplo, el lleno verdadero de esta feria se ha producido ayer, sin el fenómeno en cartel, mientras que en los dos días cordobesistas sólo se alcanzaron los tres cuartos de entrada. Es decir, que en cuanto al tirón popular, otros toreros lo tienen y se trata de poner a los públicos en pie. Ahí están, para lo que gusten mandar, Paquirri y Dámaso González, que han hecho vibrar a la afición,Hay en el barbateño un torero excepcional que, sin duda, aún no ha dado toda su medida, a pesar de que ya lleva muchos años ocupando los primeros puestos del escalafón de matadores. Es evidente que tiene gran ambición, valor a toda prueba y técnica, y si llegara a depurar su toreo sería la figura indiscutible de estos tiempos. La forma como recibió a su cuarto toro entra en la categoría de lo inconcebible. Lo esperó de rodillas en el mismísimo centro del ruedo, dio la larga cambiada y, ya de pie, sujetó con una docena de verónicas las arrancadas violentísimas, terribles, en una auténtica pelea de poder a poder, que el diestro ganó en toda regla. La plaza se puso en pie, las gentes se echaban las manos a la cabeza y aclamaban al torero hasta enronquecer.
Plaza de Valencia
Cuarta corrida fallera. Cinco toros de Torrestrella, bien presentados, con casta, y el quinto, de El Sierro, con cuajo, sospechoso de pitones, difícil. Paquirri: dos pinchazos, estocada baja y descabello; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y saludos). Buena estocada (dos orejas). Dámaso González: bajonazo; se le perdonó un aviso (dos orejas). Pinchazo hondo y descabello; se le perdonó otro aviso (oreja). Manzanares: buena estocada (oreja). Media (aplausos). El banderillero Pablo Pirri, cogido por el sexto, sufre herida de diez centímetros en el escroto, que llega hasta la capa muscular y deja al descubierto las glándulas. Pronóstico menos grave.
Tenía el toro presencia, seriedad, bravura, mucha casta sobre todo, y la faena de muleta fue de dominio, con una tanda en redondo y tres de naturales muy bien abrochadas por el de pecho largo y hondo, en las que, además de entrega y poderío, hubo toques de calidad e incluso de estilismo depurado. Tres o cuatro naturales salieron perfectos, y en cualquier caso se producía la ligazón como mandan los cánones de la tauromaquia, fruto del mando con que Paquirri remataba cada muletazo.
Esa ligazón que ha de ser básica en toda faena y que, en cambio, parece un problema insuperable para José Mar¡ Manzanares, el cual, a la nobleza de su primer torrestrella, respondía con el unipase y la aceptación, que es la pendiente por la que ha caído en el bache donde se encuentra, hace ya demasiado tiempo. Eso que pretende el alicantino no es torear. Arquear la figura pronunciando la cadera, levantar la mano que torea en actitud declamatoria, anunciar el pase que va a dar y, tras el muletazo, salir corriendo para buscar el terreno donde dará el siguiente, es un truco ordoñesista contrario a la esencia de la tauromaquia que, afortunadamente, ha perdido toda vigencia. Cortó una oreja Manzanares, pues su estocada fue muy buena y la merecía, pero acabó mal la tarde, porque el sexto, que empitonó a Pablo Pirri en banderillas, era reservón y no admitía los derechazos y naturales, que, está comprobado, es el único repertorio conocido por los toreros actuales, en general, y Manzanares, en particular.
Aunque los hay capaces de sacarlos de debajo de las piedras, contra toda lógica, como Dámaso González en el quinto, que embestía con la cara alta e incierto, y a fuerza de porfiarle, de pisar terrenos comprometidos y de obligar, consiguió que se le entregara, le agarró los pitones a pecho descubierto, le metió en la muleta para los circulares, y de este tenor, cuanto quiso hasta atracarse de toro. Algo parecido había hecho en el segundo, pero este animalucho, tan flojo que se llegó a caer ocho veces durante la faena, era de una nobleza borreguil, y si Dámaso le dio cien circulares por delante, por detrás, de pie y de rodillas, no tiene demasiada importancia.
Los torrestrella, si bien sólo soportaban el puyazo único, salieron bien presentados (salvo los pitones, pues algunos tenían terminaciones sospechosas), derrocharon casta y dieron un juego interesante. En el que abrió plaza, Paquirri banderilleó dejando llegar y cuadrando en la cara, y su faena fue voluntariosa. Luego, como ya hemos dicho, se creció, quizá espoleado por las orejas que cortaban sus compañeros en los siguientes toros, y dio la medida de su poderío.
Las astas, a examen
Según se comenta en los mentideros taurinos valencianos, el gobernador civil ha ordenado que se envíen a Madrid las astas de los toros lidiados en las corridas falleras, para su examen en laboratorio por los servicios correspondientes de la Dirección de la Seguridad del Estado, por si se hubiese producido en ellas alguna manipulación fraudulenta. En efecto, algunas de las reses que se han visto en esta feria tenían los pitones sospechosos de haber sido afeita dos. La comisión taurina de UCD se dirige a varios Gobiernos civiles para que se vigile por la autoridad y los equipos de veterinarios la presentación de las corridas de toros y, sobre todo la integridad de las astas.
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