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Tribuna
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Gobernar Cataluña

Parece como si no fuéramos suficientemente conscientes de la transcendencia política e histórica de la etapa que estamos viviendo. Seguramente esta falta de conciencia viene propiciada por la inexistencia de una visión coherente y responsable desde el gobierno de Estado sobre el desarrollo de las autonomías y, muy particularmente, sobre el modelo final del Estado en que desemboque. La diferente actitud gubernamental en hitos de tanta trascendencia como la negociación de los Estatutos vasco, catalán y gallego, el referéndum andaluz o las primeras elecciones vascas y catalanas, tiene sólo como hilo conductor que las explique la incoherencia y la improvisación.La responsabilidad y coherencia de los ciudadanos de este país supera en muchos enteros, en no pocas ocasiones, a la de los hombres que les gobiernan (seguramente el referéndum andaluz es un ejemplo). Pero sin un Gobierno que, a través de sus decisiones y actos, produzca continuadamente los niveles de confianza y de seguridad cívica necesarios, la culminación normal de la actual etapa histórica aparece plena de riesgos y contratiempos (posiblemente también la importante abstención vasca el pasado día 9 es un ejemplo).

La confianza y la seguridad de los ciudadanos (en los relativos términos en que hoy las permiten los altos niveles de insolidaridad e incomunicación presentes en esta sociedad nuestra) sólo pueden crearse y mantenerse en base a una acción de gobierno que, respondiendo básicamente a los intereses del sector mayoritario de ciudadanos, que dan soporte con su voto al partido del Gobierno, no pierda nunca de vista que gobernar tiene como sujeto pasivo a todos los ciudadanos, sean o no votantes de la opción mayoritaria.

La confianza y la seguridad de los ciudadanos requieren en los gobernantes fidelidad a las líneas básicas de un programa de gobierno previamente explicitado y propuesto, y aceptado más tarde por la mayoría de los electores.

La confianza y la seguridad de los ciudadanos exigen responsabilidad en los que gobiernan. Gobernar supone adoptar responsablemente el compromiso del servicio a todos los ciudadanos. No se pueden simultanear Gobierno y oposición en un mismo ámbito político y social, como no se puede estar en misa y repicando. La voluntad de gobernar no es la expresión de un deseo, sino la coherencia y la responsabilidad en la asunción de compromisos de gobierno en el ámbito que sean. Sin menoscabo para la libertad de acción reivindicativa de los ciudadanos en la democracia, pero también sin flagrantes incoherencias y contradicciones en el servicio de gobierno a los ciudadanos.

Coherencia, pues, también en la acción de gobierno como presupuesto para lograr credibilidad ante el pueblo y para producir confianza y seguridad de los ciudadanos en sus gobernantes. No es lícito adoptar posiciones diferentes, cuando no contradictorias, según cual sea el ámbito territorial de la acción política. Los que en Cataluña atacan denodadamente al partido del gobierno del Estado y en Madrid les prestan su apoyo (¿incondicional?) para la aprobación de proyectos de ley con contenidos no aceptables por la mayoría de los ciudadanos de la propia nacionalidad, o coquetean y flirtean abiertamente con él en previsión de acuerdos gubernamentalel a nivel estatal, no están precisamente ayudando a crear esas bases de confianza y seguridad cívicas necesarias para el buen gobierno.

Gobernar es también, y desde una perspectiva cada vez más urgente, cambiar las cosas. Cambiar las formas de hacer política y cambiar los resultados sociales, económicos, culturales, etcétera, de la acción política.

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Un líder comunista catalán ha afirmado recientemente que hoy en Cataluña «gobernar es pactar». El pacto es, sin duda, uno de los ingredientes esenciales de la buena acción política, de la acción política que prefiere la estabilidad al continuado conflicto. Pero hoy, en Cataluña y en España, gobernar es básicamente gobernar. Es decir, aplicar un programa de medidas políticas, legislativas, sociales, económicas, culturales, etcétera, que permitan hacer avanzar a nuestro pueblo hacia más elevadas cotas de libertad, de justicia y de solidaridad, y, al propio tiempo, adoptar todas las acciones necesa rias para enfrentarse a los ataques que desde diferentes ámbitos se producen contra la democracia y su consolidación en el progreso. Aquí, pues, la fidelidad a un pro grama de gobierno es básica. Y es básico, evidentemente, contar pre viamente con un programa de gobierno que tome en cuenta con realismo los elementos característicos de la situación actual para procurar su cambio sin traumas y al servicio de todos los ciudadanos.

Los socialistas catalanes tenemos ese programa de gobierno, elaborado concienzuda y democráticamente en el seno de nuestro partido y vertido abiertamente a todos los sectores de la vida catalana. Un programa que propone planes y plazos para los trapasos de competencia previstos estatutariamente; un programa que prevé el rápido, pero eficaz, funcionamiento de las instituciones democráticas de la comunidad autónoma; un programa que pretende crear y desarrollar un nuevo modo de administrar las cosas, una administración de la Generalidad desprovista de los lastres y lacras de las administraciones de la etapa anterior, aún vigentes en muchos aspectos; un programa que se propone, en el marco estricto del Estatuto y de la Constitución, establecer una legislación y una acción de gobierno progresivos en ámbitos como el cultural -con pleno respeto lingüístico y avance responsable hacia la normalización lingüística-, el educativo, el urbanístico y de la vivienda, el de los transportes y las obras públicas, el económico y financiero, el laboral, el sanitario y de la seguridad social, el industrial, el comercial, el agrario, el de la seguridad ciudadana, etcétera.

Coherencia, responsabilidad y fidefidad al programa de gobierno son los instrumentos que los socialistas catalanes ofrecemos para gobernar Cataluña, para comenzar a crear, en Cataluña y en España, el clima de confianza y seguridad cívicas en la democracia como fórmula de convivencia y de progreso.

Eduardo Martín Toval es el número cuatro de la lista por Barcelona del PSC-PSOE

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