Nobleza obliga
Desde hace más de diez años se viene denunciando ante la opinión pública y los Gobiernos que se han sucedido en España la crisis económica de la prensa. Se ha explicado hasta el cansancio que, antes de llegar a nuestro país, la crisis causó estragos en Estados Unidos en el período de entreguerra y en Europa occidental en los últimos treinta años, produciéndose un desfile impresionante e inacabado de periódicos hacia la muerte. Igualmente se ha insistido en que la crisis española se presenta como un caso, único en el mundo, agravado por la competencia desigual de los periódicos del Estado, cuyo déficit cubre el erario público, y la televisión, también estatal y deficitaria, que absorbe la mitad de los recursos del mercado publicitario.Estados Unidos de América resolvió el problema dejando funcionar libremente las leyes del mercado en todo el campo de la información, la televisión incluida. Los países europeos optaron por medidas de auxilio económico que han cristalizado en el concepto jurídico-administrativo de «ayuda del Estado a la prensa». Este concepto forma parte del presupuesto público de todos los países de la Comunidad Económica Europea, de los países escandinavos, de Austria y Suiza y también de Japón; y cada año es objeto de cuidadosas revisiones por los Gobiernos y parlamentos respectivos. (El pasado año, el Parlamento francés aprobó un presupuesto de 50.000 millones de pesetas para esta ayuda.)
Los que en España venimos postulando acciones de Gobierno para atajar el mal económico de nuestra prensa hemos. de reconocer con toda humildad que no hemos sido muy afortunados en nuestro empeño. De ahí que los periódicos y sus hombres dejen aflorar su decepción, tan largo tiempo contenida, y fustiguen la insensibilidad de los poderes públicos.
En los últimos meses arrecian las quejas ante el espectáculo de nuevos cierres de periódicos. Y se dice que cada día la ayuda del Estado a la prensa es menor y más arbitraria su distribución. ¡Alto ahí! Cierto que la ayuda es insuficiente y notoriamente desproporcionada en su reparto, como lo demuestran las cifras que siguen: en los Presupuestos del Estado para 1980 se prevé una ayuda de 15.600 millones de pesetas para los medios de comunicación, de la cual 12.700 millones de pesetas, es decir, un 82%, va destinado a los medios estatales: prensa, radio, televisión y agencia Efe. Quedan, pues, para la prensa privada -que representa el 78% de la tirada total nacional- 2.900 millones de pesetas.
Pero igualmente cierto es que nunca la ayuda del Estado a la prensa ha sido mayor. Que la de 1979 fue superior a la de 1978, y la de éste al anterior. Que por primera vez en la historia de la hacienda española se ha llevado al Presupuesto ordinario de 1980 las ayudas que en años anteriores venía disfrutando la prensa privada, las que, al tener que tramitarse por vía de créditos extraordinarios, se recibían tarde y mal, tras penalidades sin cuento. Que la ayuda del año pasado se ha repartido a todos los diarios no estatales sin excepción conforme al consumo de papel y su difusión, según controles rigurosos aceptados por los propios beneficiarios. Que desde hace apenas dos años que existe la Secretaría de Estado para la Información los editores de prensa cuentan con un órgano de la Administración pública que estudia sus problemas con interés y diligencia. Y con esta Secretaría de Estado estamos comprometidos los empresarios de AEDE a elaborar un proyecto de reestructuración y saneamiento del sector de prensa diaria, que tenga amparo en el Presupuesto de 1981, al modo como en su día lo tuvieron los sectores naval, textil y metalúrgico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.