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Mercamadrid, unos mercados centrales que se construyen bajo el signo de la irregularidad

El Ayuntamiento de Madrid aprobó el viernes pasado una propuesta de la Gerencia Municipal de Urbanismo por la que se legaliza la situación urbanística de Mercamadrid. Se pone así punto final, por ahora, al largo proceso de construcción de unos mercados centrales que han estado marcados por el signo de la irregularidad. Lo ya edificado -mercado de pescados- carece de licencia y ha agotado el volumen de todo el polígono, por lo que en teoría no se puede construir el pabellón de frutas y hortalizas ni el matadero. Por si fuera poco, el emplazamiento fue desestimado, en su día, por un informe técnico que la realidad ha confirmado: las grietas aparecidas en la edificación obligan a retocar toda la cimentación.

La historia comienza oficialmente en el año 1973. Exactamente, el 3 de abril de ese año, el Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio de Comercio firman un convenio por el que se decide la creación de Mercamadrid. Pero la historia subterránea tiene unos orígenes más remotos.Hacia finales de los años sesenta, el Ayuntamiento de Madrid, regido en aquel entonces por Carlos Arias Navarro, se planteó la necesidad de que la capital contara con unos nuevos mercados centrales. A realizar tal planteamiento colaboró decisivamente la llamada ley Arganzuela, según la cual. el actual matadero municipal del paseo de la Chopera y el mercado central de frutas y verduras, de la plaza de Legazpi, debían ser trasladados para, en el terreno que todavía hoy ocupan, permitir la ampliación del parque de la Arganzuela cercano. Para que ese traslado se produjera, las Cortes Españolas fijaban un plazo máximo de diez años, que fue prolongado en cinco más por la primera legislatura de las Cortes democráticas.

El programa de los "mercas"

Pero lo cierto es que el Ayuntamiento no quería construir un solo mercado central. Su intención más concreta era repartir los tres principales mercados en tres puntos distintos, al objeto de no congestionar los accesos con la creación de una sola unidad para los tres servicios. Además, diversificando la ubicación de los tres mercados se conseguía asegurar el abastecimiento de alguno de ellos, en el caso de un aislamiento catastrófico de los otros.

Sin embargo, el Ministerio de Comercio no se mostró demasiado conforme con tal intención e insistió una y otra vez en que los mercados centrales de Madrid deberían ser construidos, a medias entre el Ayuntamiento y la Administración central. Para ello, en el II Plan de Desarrollo, la construcción de los mercas -unidades alimentarias construidas a instancias de la empresa nacional Mercasa, aunque la mayoría del capital social de cada una de ellas correspondiera al municipio en cuestión- se hizo vinculante, es decir, obligatoria para los Ayuntamientos españoles demás de 150.000 habitantes.

Total: el pleno del Ayuntamiento, en la sesión que celebró el 28 de junio de 1972, escogía, entre los cinco puntos que le habían sido propuestos -Entrevías, carretera de Valencia, carretera de Andalucía, Vicálvaro y O'Donnell-, la zona de Entrevías. Junto a la carre tera de Vallecas a Villaverde, cerca del futuro trazado del cuarto cinturón de Ronda, daría cobijo a esos nuevos mercados centrales madrileños.

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Más de un informe sobre la calidad del terreno escogido fue realizado en aquel entonces. Sin embargo, hubo uno definitivo: el redactado por Jiménez de Salas establecía claramente la existencia de cavernas cársticas del Cuaternario en el subsuelo del terreno. Además, el mismo informe indicaba que una parte del- terreno propuesto era el peor de todos y recomendaba, por tanto, que allí no se edificase nada.

A pesar de los pesares, el proyecto sigue adelante y el mercado de pescados es ubicado justamente en el lugar que el informe de Jiménez de Salas califica como el peor. Sin embargo, constantemente se alude a los estudios que controlan la calidad de la construcción en 1976, fecha de esos estudios, se estaba realizando la urbanización del polígono- y la resistencia del suelo para ser construido. Esos estudios «garantizaban» la buena marcha de los trabajos.

La constructora del edificio del mercado de pescados advierte, al poco de comenzar las obras del edificio, de la mala calidad del terreno y del peligro que corría de no aguantar el peso de la gran nave proyectada. En aquel momento se fijaron unas condiciones de refuerzo de la estructura para hacer posible la continuación de la obra. Se dijo que «podrían ser mayores», pero se prefirió la solución que costaba menos dinero.

Pero la mala calidad del terreno se dejaría ver al cabo del tiempo, una vez terminada la construcción del mercado de pescados: el pasado mes de diciembre fueron observadas varias grietas en su estructura, por lo que se dio la voz de alarma y se procedió a encargar exhaustivos informes técnicos.

Pero, casi paralelamente al descubrimiento de los defectos de la estructura del mercado, la Gerencia Municipal de Urbanismo descubre -al ser solicitada por Mercamadrid la ordenación legal del polígono- que ni la urbanización realizada hasta el momento ni la construcción del mercado de pescados cuenta con la necesaria licencia de construcción.

Además, el volumen total que se puede construir en el polígono de Mercamadrid -a razón de 0,2 metros cúbicos por cada metro cuadrado, dada su condición de suelo rústico integrado en el anillo verde- ha sido agotado con una sola construcción: el mercado de pescados; los otros edificios que han de formar parte de la unidad alimentaria no pueden ser, legalmente, construidos.

La situación, pues, en plenas vacaciones navideñas, no puede ser más desesperada: no se puede construir lo que está proyectado y, además, lo que ya está construido -y recibido por Mercamadrid- está cayéndose por efecto de la mala calidad del terreno sobre el que se asienta.

En consonancia con las malas noticias, el consejo de administración de Mercamadrid decide la suspensión de las obras. Una carta del concejal responsable de la Gerencia Municipal de Urbanismo Eduardo Mangada, dirigida al citado consejo, aseguraba que si tal decisión no la tomaba el máximo órgano de decisión de Mercamadrid, la tomaría, por imposición, la Gerencia.

La ampliación de capital, al fondo

Mercamadrid nació, en el año 1973, con unas previsiones de inversión que se situaban, en aquel entonces, en los 1.950 millones de pesetas. Sin embargo, los costes de construcción y de todo orden han aumentado, a lo largo de los últimos años, vertiginosamente. De esta forma, hoy por hoy, Mercamadrid, para seguir adelante -independientemente de la mala calidad del terreno y de los problemas administrativos de licencias de construcción y de volúmenes precisa de 2.000 millones de pesetas adicionales, que habrán de ser absorbidos por medio de una ampliación de capital.

Dado que el Ayuntamiento, por imposición del 11 Plan de Desarrollo, es titular del 51% del capital social de Mercamadrid -el 49% restante está en manos de Mercasa v de los usuarios futuros del mercado-, de esa ampliación de capital le correspondé suscribir a la Corporación municipal nada menos que 1.022 millones de pesetas. Si mala es la situación económica del Ayuntamiento, mucho más lo sería si realmente hubiera de cargar con ese nuevo desembolso.

La solución inmediata consiste en que Mercasa le preste al Ayuntamiento esos 1.022 millones y todo sigue como hasta ahora: el Ayuntamiento aporta los terrenos -que adquirió mediante el sistema de expropiación- y Mercasa corre con los gastos dinerarios.

Pero esa ampliación de capital -y, con ella, el préstamo- queda automáticamente paralizada en e momento en que son suspendida las obras de construcción del mercado de frutas y hortalizas. Dicho de otra forma: ya que la medida de suspensión de las obras es tomad en función de una carta del concejal de Urbanismo, ha de ser la propia Gerencia la que resuelva e problema urbanístico creado.

Grietas en el suelo

Y la Gerencia de Urbanismo cumple su papel: legaliza la situación de lo ya realizado -la urbanización y el mercado de pescadosy de lo que se está realizando -el mercado de frutas y hortalizas-, a la vez que solicita formal y oficialmente de la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Area Metropolitana (Coplaco) que resuelva el problema urbanístico que se había creado al estar todo el volumen de construcción posible agotado. Coplaco había puesto la condición, que con la aprobación municipal del viernes pasado se cumple, de que antes de tomar la decisión de recalificar el terreno en función de su interés social, el Ayuntamiento se pronunciara sobre el tema.

Solucionado el problema legal, aunque sea por el sistema de legalizar una ilegalidad, falta ahora por superar el problema técnico: el de las grietas que han surgido en el suelo, lo que exigirá revisar toda la cimentación del mercado de pescados y reforzarla mediante un pilotaje de las zapatas. No parece que todo ello vaya a costar más allá de los setenta millones de pesetas, aunque algunos especialistas consideran que este tipo de deficiencias suelen causar problemas a largo plazo, que suelen exigir parcheos periódicos. En cualquier caso, estos setenta millones parece que dejarán listo el mercado de pescados, al menos por el momento. El tiempo dirá si la solución es o no definitiva.

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