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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vieja vanguardia

Eduardo Quiles está incluido en el censo de lo que se llama Nuevo Teatro Español. Es, por tanto, víctima de una opresión por parte de la censura, del mecanismo teatral, que impidió que sus obras se probaran en su momento, y beneficiario, en cambio, de una atención y de una estima por parte de estudiosos, nacionales y extranjeros, de la producción literaria subterránea española. Un desequilibrio dificil de sobrellevar.El asalariado es una obra que escribió en 1969. Su tema es prácticamente eterno en la literatura española: la opresión o, más aún, la desnaturalización, la alienación, del empleado, del asalariado, resto apenas disfrazado del trabajo esclavista. La máquina ha venido a unirse a la explotación, robando el trabajo al hombre. Otro tema, también antiguo, aparece, por lo menos, con la era industrial. No olvidemos que la palabra «robot» procede de una denuncia teatral -la obra R. U. R., del checo Carel Capek, estrenada en 1920- No son temas, desgraciadamente, extintos. Pero hoy se presentan con otra sutileza, con otra hipocresía, bajo otras máscaras.

El asalariado,

"fantasía tragicómicapara un huevo de oro", de Eduardo Quiles. Grupo Mare Nostrum, de Valencia. Intérpretes: José María Vara, Matilde Fluixá, José Antonio Ferrer, Félix Belencoso, Enrique Cazorla. Vestuario y escenografia de Joaquín Michavilla.Dirección de Félix Belencoso. Centro Cultural Villa de Madrid. 28 de febrero.

Una farsa moderna y perfectamente antigua

Eduardo Quiles reduce su denuncia a la farsa abultada, exagerada, típica de una vanguardia antigua, teñida de expresionismo. A pesar de algunas reformas sobre su anterior versión -por lo menos, sobre la publicada en el volumen de su teatro por la Editorial Prometeo, de Valencia-, sigue estando fuera del tiempo: es una vanguardia antigua, una forma primitiva de presentar la denuncia y sugerir la esperanza -las víctimas corren a «agruparse» con otros: se supone que abandonan la lucha romántica individual para afiliarse a un sindicato o a un partido-. Resalta, sobre todo, la ingenuidad. Una interpretación deficiente contribuye a esta sensación de pobreza (intelectual) que se desprende de la obra.Cuarenta años es una edad muy válida para recuperarse a sí mismo. Es la edad de Eduardo Quiles. Y el teatro es, generalmente, un arte de madurez. Sus condiciones de dialoguista, su capacidad para crear situaciones, trasparecen sobre las facilidades que emplea -los personajes-símbolo requieren poca profundidad, los discursos sustituyen la matización de los diálogos-; necesitaría probablemente hacer un ejercicio para depurarse de las maldiciones que han pesado sobre él, limpiar la herida sangrante de la represión, de la censura y de la época en que nació y escribió; no para olvidarlo, sino para no seguir siendo su víctima. No es un problema que le afecte a él sólo: lo sentimos muchos como él.

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