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El andalucismo fue un sentimiento anterior al autonomismo de los partidos

El sentimiento autonómico andaluz irrumpió de golpe en la España democrática el 4 de diciembre de 1977, cuando entre un millón y dos millones de personas se echaron a la calle, en las ocho capitales de provincia, para festejar el Día de Andalucía. Sorprendió en el resto de España que la convocatoria de partidos y otras asociaciones ciudadanas encontrara un eco popular que igualaba e incluso superaba -salvadas las diferencias poblacionales- las grandes manifestaciones autonomistas de otros pueblos de España que llevaban una lucha secular por el autogobierno.

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Por tratarse de un fenómeno nuevo y todavía en proceso de decantación no es posible definir con certeza las señas de identidad del andalucismo, sentimiento en absoluto comparable a los nacionalismos vasco y catalán, entre otras razones porque, al margen de las componentes culturales y lingüísticas y la diferente estructura de clases sociales, el andalucismo se encuentra en una fase de búsqueda de referencias históricas, que en los casos vasco y catalán son evidentes y arrancan de varios siglos atrás sin solución de continuidad.Sin embargo, no por ello se puede afirmar que el andalucismo sea una mera fabricación de los partidos políticos, ya que, por el contrario, sería más correcto decir que el fenómeno les ha cogido por sorpresa, como lo demuestra la ausencia del andalucismo en los planteamientos electorales de los partidos durante la campaña de junio de 1977. Solamente una vez, Alejandro Rojas Marcos, en un mitin que se celebraba en Ronda, se refirió al nacionalismo andaluz y provocó un notable revuelo en el seno de su partido.

No fue hasta enero de 1979 cuando el Partido Socialista Andaluz (PSA) se planteó, en su II Congreso, el tema del nacionalismo, para convertirlo semanas después en el leit motiv de su campaña electoral, en las elecciones generales del 1 de marzo, lo que le supuso una sorprendente victoria al conseguir cinco diputados en el Congreso.

Fue este éxito electoral del PSA y la actitud beligerante contra lo que ellos llaman los partidos centralistas, calificativo del que no dejan a salvo a ningún otro grupo, lo que ha llevado al PSOE, PCE y durante algún tiempo a la propia UCD a jugar fuerte la baza del andalucismo. Si no existiera este sentimiento diferencial, el PSA no hubiera pasado del extrarradio de la política al Congreso de los Diputados, y muy probablemente el proceso autonómico hubiera sido conducido al unísono por UCD, PSOE y PCE, sin este sobresalto del 28 de febrero.

Está por ver qué hubiera sido de la vía del artículo 151 para Andalucía sin la presencia del PSA. Desde luego que hubiera sido mucho más fácil lograr el pacto autonómico que ensayaron socialistas y centristas sin éxito. El andalucista más ferviente del PSOE es Rafael Escuredo y fue barrido en el reciente congreso del partido hasta el punto de no colocar ni a un solo hombre suyo en la dirección del PSOE andaluz.

Bien o mal digerido, parece, por tanto, en principio, que el andalucismo es un fenómeno social antes que de partido, y la asunción de mismo por las fuerzas políticas ha significado, en todo caso, una aceleracíón o, si se quiere, una irritación del fenómeno.

La conciencia de "agravio"

Al margen de la identificación con lo español -la ovación más fuerte del mitin del PSOE el domingo, en Sevilla, fue para Rodríguez de la Borbolla, cuando aludió a la españolidad de Andalucía-, una componente básica del sentimiento andalucista es, sin duda, la conciencia de agravio histórico y presente, que tiene respecto a otros pueblos de España, y la convicción de que la autonomía va a resolver sus problemas, que, en definitiva, se reducen a uno: el paro.

El brusco giro de UCD en e tema autonómico, fruto del abor daje tardío de la cuestión, al que se ha unido después una concatenación de discriminaciones y arbitrariedades por parte del Gobierno ha contribuido a incrementar este sentimiento de agravio comparativo, que, en la recta final de la campaña, se está intentando contrarrestar desde Madrid con promesa de inversiones y con un despliegue de medios propagandísticos como si de verdad, y no porque lo haya dicho Felipe González, del resultado del referéndum dependiera la estabilidad del Gobierno de la nación.

Diversos líderes del espectro parlamentario andaluz, con los que ha hablado EL PAIS en estos días, coinciden en resaltar el papel del agravio comparativo como motor del sentimiento autonómico, aunque obviamente, no todos lo sitúan en un mismo plano de importancia. Así, mientras para Soledad Becerril, diputada de UCD por Sevilla, más que un sentimiento autonómico lo que se da en Andalucía es una conciencia regional, fruto de una mala situación económica y de un deseo de salir de ella, para Alejandro Rojas Marcos, secretario general del PSA, los agravios no construyen un pueblo: «Los agravios lo movilizan, pero el pueblo existe o no existe, y el pueblo andaluz existe a pesar de la colonización.»

Miguel Angel Pino, secretario de relaciones políticas del PSOE andaluz, sitúa, por su parte, el sentimiento de agravio en tercer lugar dentro de los factores que componen el sentimiento autonómico andaluz, por detrás de la idea de que el autogobierno es el mejor instrumento para acabar con el paro y para transformar la economía de la región.

Fernando Soto, secretario del PCA-PCE, afirma que el sentimiento andalucista puede arrancar del agravio comparativo, pero va más allá: «Comenzó siendo un planteamiento de élite, pero hoy es patrimonio de la mayoría de los andaluces.»

El presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, niega que todo se limite al agravio comparativo: «Hay unas señas de identidad andaluzas que se expresan en claves cultural es y de comportamiento. Los andaluces nos sentimos pueblo y nos sentirnos además humillados por quienes desprecian nuestra personalidad diferenciada o la limitan a la pandereta y los toros. »

Por lo que respecta a la identificación de la autonomía como panacea de todos los males andaluces, y del paro en particular, los partidos partidarios del sí en el referéndum se defienden de los ataques que en este sentido les lanza UCD. Así, mientras Soledad Becerril afirma que se está mitificando la autonomía y el artículo 151 a los ojos de los andaluces, los líderes de la oposición se descargan de toda responsabilidad en el tema. Y la verdad es que ni en los mítines ni en la propaganda de la campaña se está haciendo demagogia con el tema, sino que, por el contrario, una constante en todas las intervenciones -acaso para rectificar errores pasados o malentendidos- es la afirmación de que la autonomía no resuelve nada por sí misma, sino que es un instrumento para transformar la sociedad y la economía andaluza. «El paro», afirma Manuel Clavero, «arranca de la estructura económica y social, y ésta no se cambia en tres días. »

«No se les puede echar la culpa a los defensores de un Gobierno andaluz de que el pueblo lo identifique con la solución de sus problemas», afirma por su parte Rojas Marcos.

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