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Extremas medidas de seguridad en el congreso de la DC italiana

Juan Arias

El XIV Congreso Nacional del mayor partido italiano, la Democracia Cristiana, se inauguró ayer a las cinco de la tarde, en medio de extremas medidas de seguridad, con una conmemoración de Aldo Moro y de otros dos recientes «mártires de la nueva resistencia contra el terrorismo», como fueron calificados Piersanti Mattarella, presidente de la región siciliana, y Vittorio Bachelet, vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura. Inmediatamente después, Benigno Zaccagnini, que abandona la secretaría del partido, leyó su informe de 150 fólios. Más que aplaudido fue aclamado como indiscutido «líder moral y popular» del partido.

En el Palacio de los Deportes de Roma, en el barrio de Eur, no cabía un alfiler. Protegidos como en un bunker por las medidas extraordinarias de seguridad, las 7.500 personas que siguen el congreso, entre delegados, representaciones oficiales, parlamentarios, invitados y los mil periodistas acreditados, ocuparon su puesto numerado varias horas antes de que se abriera oficialmente el congreso.En un puesto de honor estaban presentes todos los democristianos gambizzati por las Brigadas Rojas u otros grupos terroristas. Es decir, todos aquellos a quienes los terroristas han disparado a las piernas.

Nunca un congreso político italiano estuvo tan protegido por las medidas de seguridad como este XIV Congreso Nacional Democristiano que se está celebrando en Roma. Es un congreso «blindado», como lo han calificado los observadores. Cada uno de los 7.500 participantes, entre delegados, invitados e informadores, tendrá que pasar a través del detector de metales. No podrá entrar nadie que no figure en las listas que posee el congreso. No se podrá entrar con nada en las manos ni en los bolsillos: ni una llave. Cada participan te fue sometido a tres controle

Dentro, el Palacio de los Deportes de Eur está dividido en sectores completamente incomunicados. Las soluciones técnicas de protección son secretísimas. Se sabe únicamente que incluso las bolsas y carteras con los objetos personales de cada uno que entre en el congreso serán conservados fuera del Palacio de Deportes.

El discurso de Zaccagnini, que duró cuatro horas, se esperaba con gran interés porque, aun tratándose de un secretario dimisionario, había ya anunciado que se presentaría al congreso dispuesto a defender con toda su fuerza política y su convicción personal la línea de Moro, es decir, la política de solidaridad nacional, de diálogo con las fuerzas de izquierda y de defensa de la «tercera fase» de colaboración con todas las fuerzas democráticas del Parlamento, para ayudar al país a salir de la situación de emergencia y a preparar de este modo el camino a un futuro en el cual se pueda implantar la política de alternancia en el poder, en un país en el cual desde hace treinta años ha gobernado, sin posibles alternativas, el partido de mayoría relativa, con sus mil formas de alquimia gubernamental, pero siempre como centro de poder indiscutible.

La "cuestión comunista"

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Ha defendido con fuerza su gestión del partido en estos últimos cuatro años dramáticos que ha vivido Italia, azotada por el terrorismo y atenazada por la inflación económica. Dijo que había sido mérito de la Democracia Cristiana el haber defendido al país contra el designio subversivo del terrorismo, de haber asegurado la paz y la dignidad. Pero añadió que su partido pudo hacerlo gracias «a la ayuda de otras fuerzas», y aquí exaltó las ventajas de una auténtica solidaridad nacional en los momentos cruciales del país.Los puntos centrales de su discurso, que había ya resumido en un artículo distribuido horas antes de la apertura del congreso, son los siguientes: 1. El prejuicio contra los comunistas, el «jamás al Gobierno con los comunistas», que dominó durante años al partido democristiano, ha caído definitivamente. 2. Hoy no existen las condiciones para un Gobierno inmediato que comprenda a los comunistas en el Gobierno, fundamentalmente por motivos internacionales. 3. Pero la puerta no se cierra y mientras tanto cualquier otro tipo de colaboración con el segundo partido del país es ya posible. La única política posible de la Democracia Cristiana desde este momento es la de «solidaridad nacional» con todas las fuerzas democráticas, sin exclusión alguna, «ya que no podemos arrastrar al país a unas elecciones anticipadas».

Quizá no haya sido indiferente a esta postura nueva de la Democracia Cristiana la nueva actitud del Vaticano y, consecuentemente, de la Iglesia italiana. Según afirman todos los observadores, esta vez los democristianos se sienten más libres porque no ha habido en vísperas del congreso ninguno de los clásicos documentos eclesiásticos de tipo anticomunista. Al parecer, el Papa no asistió a los funerales de Vittorio Bachelet, precisamente porque se celebraban en vísperas del congreso democristiano. La explicación que se da a este fenómeno es múltiple: se habla de una menor injerencia del nuevo Papa no italiano en los asuntos internos italianos, postura que apoya el nuevo secretario de Estado, cardenal Casaroli, que fue siempre contrario a ello, y en contraste con el cardenal Benelli, cuando era sustituto de la Secretaría de Estado, a que el Vaticano interfiriera en la política de Italia.

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