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Preparativos para la creación del museo del pintor Paul Delvaux en Bruselas

Soledad Gallego-Díaz

Paul Delvaux, el más grande pintor belga vivo, el amigo de André Breton y de Paul Eluard, ha decidido donar los cuadros de su propiedad -veinte telas, que suponen, según los críticos, prácticamente lo mejor de su dilatada producción- a una fundación que llevará su nombre y de la que dependerá el museo que se levantará ex profeso para recoger sus cuadros en la pequeña población costera de Saint-ldesbald.

Los medios culturales belgas han respirado, al fin, tranquilos. Delvaux cumplirá en septiembre 83 años, y aunque se mantiene lúcido y pasea, con un gran sombrero negro, precisamente por los alrededores del pequeño pueblo de pescadores, donde hace casi veinte años compró una casa, está muy consumido por la vejez y temían que en el último momento optara por vender sus telas a colecciones privadas. Soltero, sin hijos, el maestro sólo ha impuesto una condición: su sobrino Charles Van Deun, que actúa desde hace años como su «agente», será el secretario general de la fundación.Pero si los medios culturales están satisfechos, la decisión de Delvaux ha caído como una bomba entre los francófonos exaltados, que han intentado siempre atraerse al pintor, como demostración palpable de la «superioridad» artística valona sobre los flamencos. Todo para que ahora el maestro ordene que su museo se levante en plena costa flamenca. «Pobre Delvaux», escribía la periodista Danielle Guillemón, «no es una institución nacional, es una institución regional francófona. Pobre Delvaux, pobre pintura, pobre cultura. »

Pero Paul Delvaux se mantiene al margen de la polémica. Rodeado de un férreo cinturón familiar, que impide el acceso hasta él, sigue pintando sus extrañas jóvenes desnudas con volumen de estatua, rodeadas de arquitecturas antiguas minuciosas y disparatadas, o esos esqueletos que un día, en 1943, aprendió a dibujar, con detalle de anatomista, en el Museo de Historia Natural de Bruselas.

Delvaux recorrió todos los movimientos pictóricos de su época: se inició en el impresionismo, pero pronto le impresionaron a él Magritte y De Chirico y se pasó al expresionismo. En 1936, su pintura experimenta un vuelco importante y decisivo. Los surrealistas le reclaman como uno de los suyos y se inicia una fructífera amistad con Breton y Eluard, que un año más tarde le incluirán en su diccionario surrealista. En 1938, Delvaux participa en la exposición internacional de París. Su amigo Eluard le dedicará un poema, Exil.

Un lento reconocimiento

Pese a que en 1944 el palacio de Bellas Artes de Bruselas organizó una importante retrospectiva, Delvaux siguió siendo un desconocido para sus compatriotas. Fueron los coleccionistas norteamericanos quienes primero se dieron cuenta de su importancia; sus cuadros irían a parar, antes que a ningún otro lugar, a Nueva York o Washington. En 1954 acude a la Bienal de Venecia, convocada bajo el lema «La fantasía en el arte», y todavía hay críticos obtusos que le califican de «pornográfico». Más inteligencia demuestra el Museo del Siglo XX, de Viena, que se apresura a comprar uno de sus cuadros más famosos: Escuela de sabios.El encargo de los murales del Kursaal, en Ostende, le aproxima más al gran público: los belgas comienzan a reconocerle como un genio y a admirar sus estaciones de ferrocarril, solitarias, perfectas, iluminadas con frialdad. 1967 es su año triunfal: miembro y presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Bélgica. La crítica es ya entusiasta en todo el mundo. El Museo de Artes Decorativas, de París, le dedica, en 1969, una espectacular retrospectiva.

«Al fin, Delvaux tiene ya su museo en Bélgica, como Dalí en Figueras o Joan Miró en Barcelona», escribía un conocido crítico belga.

Mientras tanto, Paul Delvaux, ojos azul pálido, pelo blanco que parece crecer a mitad de su cráneo, permanece callado. «No es posible ninguna entrevista», afirma su sobrino. Seis meses de cada doce, Delvaux -nacido cerca de Lieja, pero criado en Bruselas, medio flamenco, medio valón, uno de los poquísimos belgas que hoy día reúne ambas « nacionalidades»- se retira a su casa de Saint-ldesbald y sigue pintando.

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