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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La verdad sobre el Gran Hospital

En días pasados -el 27 y 29 de enero-, EL PAIS se ha ocupado extensamente de la política hospitalaria y ha hecho hincapié en lo que se refiere a la asistencia de las urgencias de Madrid. Agradecemos a EL PAIS esta gestión y quisiéramos contribuir, aunque fuera muy particularmente, exponiendo, lajunta de gobierno y yo, de la que soy presidente, algunos matices concernientes al Gran Hospital, respecto a la información dada por don Carlos Bellver el día 29.Nos gustaría, en primer lugar, recordar sucintamente lo que ha sido y lo que es el Gran Hospital; qué servicios presta ahora y los que puede prestar; por qué está como está y los medios de solucionar su situación actual.

El Gran Hospital comenzó a prestar funciones en 1956. Su cuadro facultativo procedía del Hospital de la Princesa. En aquel entonces comenzamos a trabajar en condiciones realmente heroicas, y se logró, con el esfuerzo de todos, organizar un centro de primerísima calidad en la vida médica madrileña. Sólo citaremos unos cuantos nombres, la mayor parte de los cuales viven aún y que podrían ser testigos de excepción: los doctores Duarte, Obrador, Estella, Hernández Ros, Cifuentes, Tapia, Castro-Fariñas, Varela, etcétera. La medicina que se realizó en los años cincuenta y sesenta aquí fue, en algunos aspectos de las mejores del país. A partir de finales de la década de los sesenta se inició un declive en la actividad del Gran Hospital, coincidente con el auge de la Seguridad Social, en su rama sanitaria.

Entonces comenzaron los problemas. ¿Abandono? ¿Cambio de política sanitaria? Desaparecida la Dirección General de Benefícencia, a la cual pertenecía, el Gran Hospital fue integrado a la entonces Dirección General de Sanidad. Nada conseguimos. El hecho es que este hospital vivió unos años de letargo hasta que, en 1978 -y tras la firma tres años antes de un convenio con el INP-, el recién creado Ministerio de Sanidad tomó bajo su tutela al Gran Hospital del Estado. Se crearon nuevas jefaturas de servicios y se aprobó un plan de reforma que afecta a la práctica totalidad del hospital, y cuyo importe asciende a cerca del millar de millones de pesetas.

En este momento se presenta una verdadera crisis en la política de nuestro hospital, pues, por una parte, parecía oportuno el cierre (o la práctica paralización con estancias de enfermos crónicos exclusivamente) para acelerar al máximo las obras. Otro punto de vista aconsejaba el continuar trabajando al mayor rendimiento, pactar con las dificultades que supone una reforma a fondo de la estructura, e, incluso, incrementar la actividad y superar los inconvenientes a veces casi insuperables. La opción del hospital (médicos, enfermería, personal y enfermos, que, aun de forma tácita, han colaborado de manera increíble), fue muy clara; desde hace dos años, en el Gran Hospital se trabaja a tope.

Disponemos de 450 camas, que todo el mundo -a quien le imporla- sabe que están ocupadas a un 90%. Sirva de ejemplo que en noviembre y diciembre últimos se dieron 870 altas de promedio, con una estancia media de enfermo-cama de catorce días. Se han asistido 13.556 u rgencias en 1979 (en 1977 se habían asistido 6.349), con un índice de ingreso de un 36,5%. Es evidente, pues, que hemos doblado la actividad asistencial, a lo que cabría añadir que se imparte docencia a casi trescientos alumnps de la Universidad Autónoma, correspondientes a los cursos 3.º, 4.º, 5.º y 6.º

Algunos enfermos los enviamos a la Ciudad Sanitaria Provincial, algunos a otros centros; depende de donde haya cama. Pero también con frecuencia aceptamos -de buen grado siempre- enfermos del Primero de Octubre, o de la Cruz Roja, o de cualquiera que los envíe. La Sectorización de Urgencias de Madrid, cuya gestión lleva con toda eficacia y pasión don Juan Reig, delegado territorial de Salud, nos priva, de momento, de los accidentes de tráfico. Dentro de poco tiempo podremos colaborar con La Paz y con el Ramón y Cajal en esta dura tarea.

Esto es lo que estamos haciendo, a pesar de que medio hospital está demolido o en vias de construcción. Todo ello es fácilmente comprobable e invitamos al señor Beilver -y a quien quiera- a que nos visite para mostrarle lo que hacemos y cómo lo realizamos.

Sólo unas líneas más para explicar lo que precisa el Gran Hospital para finalizar sus eternas obras (que sólo duran un año y tres meses, por ahora) y para que pueda cumplir su función asistencial de forma honorable, decente y eficaz. Necesitamos, urgetemente, que se nos facilite un incremento de personal que no supone un aumento de la plantilla. Necesitamos, urgentemente, que se nos apruebe un programa de dotaciones para equipar la zona de la obra que nos será entregada en un futuro próximo. Necesitamos, urgentemente, que se apruebe una partida de modificaciones y mejoras indispensables para la marcha de la obra.

Por último, queremos dar las gracias más efusivas y sinceras a quienes nos han ayudado y nos ayudan. Este hospital no puede olvídar lo que por él han hecho los doctores Palacios Carvajal y Mestre Rossi ni lo que están haciendo, y, sobre todo y sin duda, hará en un futuro próximo el secretario de Estado, doctor Segovia de Arana.

Alfonso de Orueta es director del Gran Hospital del Estado de Madrid.

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